EN EL FOCO
ANDREA JAURRIETA
La autora navarra estrena ‘Nina’ (2024) y conversamos con ella sobre teatro, el salvaje Oeste y la no menos despiadada industria audiovisual española
POR RUBÉN ROMERO SANTOS
Hay maneras y maneras de llegar al cine. En el caso de Andrea Jaurrieta (Pamplona, 1986), la cámara es inseparable de su amor por el teatro. Desde su juventud en Navarra en grupos de aficionados hasta su desembarco en Madrid, donde completó sus estudios en Comunicación Audiovisual formándose en Dramaturgia. Allí conoció al dramaturgo José Ramón Fernández, una persona sin la que la artista que hoy conocemos como Andrea Jaurrieta tal vez sería alguien muy diferente. Él, por ejemplo, resultó clave en su debut, Ana de día (2018), cuando le aconsejó leer El difunto Matías Pascal (Luigi Pirandello, 1904) para acabar de estructurar una película que le supondría una nominación al Goya a la Dirección Novel.
Para su segunda película, Jaurrieta ha vuelto a Fernández y adapta su Nina (Premio Lope de Vega 2003), a su vez una muy libre versión de La gaviota (Antón Chéjov, 1896). El largometraje Nina se estrena el 10 de mayo de 2024 y es un salto adelante en la carrera de su directora, que sigue aunando las dos cosas que más le gustan en el mundo: el cine y la literatura. El argumento: una noche fría y lluviosa, Nina (Patricia López Arnáiz), convertida en actriz de cierto renombre, regresa al pueblo de la costa vasca que la vio nacer. No está sola. La acompaña una escopeta de caza con la que piensa saldar viejas cuentas.
Con el mismo desparpajo del que hace gala en esta entrevista, Andrea Jaurrieta convierte el dramón ruso por antonomasia en una actualización del wéstern a través de una historia de venganza. El objetivo es más que ambicioso pues, en el fondo, la autora pretende (y consigue) salir victoriosa de su particular duelo en OK Corral: vencer prejuicios y convenciones sobre el tipo de cine que una mujer debe rodar en España. De momento, su propuesta se ha alzado con la Biznaga de Plata del Festival de Málaga 2024.
Andrea Jaurrieta en la sede madrileña de SGAE
La película parte de la relectura de tu profesor de teatro, José Ramón Fernández, sobre La gaviota de Chéjov. ¿Por qué te interesó?
En la versión de José Ramón los personajes estaban traídos al presente y los rodeaba una atmósfera de derrota. Esa sensación que tienes cuando vuelves a tu origen, a tu pueblo, absolutamente fracasada. Era algo con lo que podía empatizar. Los personajes me recordaban mucho a los de Vidas rebeldes, de John Huston [1961]. Al haber estudiado La gaviota en clase de dramaturgia, Nina me parecía un texto riquísimo, en parte por sus dos elipsis. En ningún momento se nos cuenta por qué la protagonista ha vuelto al pueblo y ahí es donde yo busqué una explicación: lo hacía para vengarse. En La gaviota, Nina acaba muerta de amor y destrozada, y así era también el texto de José Ramón. Mi punto de vista era totalmente distinto: Nina regresa para matar al que la ha maltratado. Con la venganza como objetivo, el paso lógico fue pensar en la estructura del wéstern. Hablé con José Ramón y me dijo que adelante.
Tanto Nina como tu debut, Ana de día, se inician con sendas citas de poemas de T.S. Eliot. Ambas hablan de mujeres acorraladas por el patriarcado. ¿Son las dos caras de una misma moneda?
Para mí las dos películas forman un díptico. En la primera, una chica joven huye e intenta encontrarse a sí misma. En Nina, una mujer madura vuelve a su origen para cerrar heridas y enfrentarse con su pasado. Eliot es un poeta que me inspira mucho, porque trabaja muy bien el tiempo. La película tiene ese juego de tiempos entre pasado, presente y futuro. Quería expresar cómo el tiempo queda suspendido en las tradiciones, en las calles y en los espacios.
Patricia López Arnáiz en la piel de Nina
Es curioso que, a la hora de llevar una obra de teatro al cine, tu gran referente sea un clásico tan cinematográfico como Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954), con una inmortal Joan Crawford… ¿Qué te fascina de esa peli y por qué crees que apasiona a tanta gente, sean fans o no del cine del Oeste?
La vi muy pequeña y, de entrada, me deslumbró su colorido. El traje rojo que luce Nina al final de la película es un homenaje a la camisa que lleva Joan Crawford en el filme. Luego está el hecho de que en la película se enfrentan dos mujeres, algo inusual en el género, por más que se camufle con la historia de amor de Johnny Guitar. El personaje de Viena (Joan Crawford) es absolutamente libre, habla sin tapujos de que ha tenido un montón de amantes y trabajan para ella un montón de hombres. Su enemiga, Emma (Mercedes McCambridge), es una mujer que viste de negro, que representa el conservadurismo de la sociedad. Además, para mí, Johnny Guitar es un símbolo de amor al cine. Es de esas ficciones que consiguen que te montes tu propia película, que fantasees con huir de lo que te rodea. Pero el personaje de Nina también tiene mucho del sufrimiento de la Jennifer Jones de Duelo al sol [King Vidor, 1946].
Los movimientos y la puesta en escena son muy clásicas.
Es que de ahí provienen todas mis referencias. Quería movimientos de cámara sobre trípodes, travellings muy suaves y muy pocos zooms. Incluso para la escena de la procesión, mi modelo era Calle Mayor (1956), de Juan Antonio Bardem. Fue la más difícil de rodar, por el número de extras; el 80% eran vecinos y familiares de mi pueblo y alrededores, de Artajona y Beire, que se cogieron un autobús vestidos de los años 90.
El acongojante teaser de Nina
EL SALVAJE OESTE
El proyecto ha sorprendido en la industria por tu decisión de rodar un wéstern contemporáneo. ¿Existe un prejuicio machista?
A las directoras nos cuesta mucho que nos financien un cine que no sea pequeñito y naturalista. A las televisiones, cuando vas a buscar inversores, se les cruza el cable cuando eres mujer y no haces cine intimista. Muchas acaban por hacer este tipo de cine porque, como nos dan menos dinero y es más barato hacerlas, entre no rodar y rodar, te amoldas a sus deseos. El siguiente paso, una vez hemos conseguido que nos tengan en cuenta, es que nos dejen ser libres y nos permitan ser a cada una como queramos ser, porque buena parte de la industria no entiende que somos entes individuales y queremos expresarnos de formas diversas.
Además del sesgo de género, hay un problema generacional que tú has denunciado a menudo en tus redes sociales. Sois la generación que tuvo que desarrollar su talento en lo más crudo de la crisis económica del 2008.
Mi generación empezó en un momento en que no había nada. Nos vimos obligadas a la autoproducción. Nos tuvimos que lanzar con nuestros colegas con lo poco que teníamos, porque era la única manera de hacer cine. La precariedad se compensaba con una absoluta libertad creativa. Afortunadamente, ahora hay gente que ha dado un paso adelante hacia la profesionalización. Sería el caso de compañeros como Rodrigo Sorogoyen, Pablo Hernando o Jon Mikel Caballero… O el mío, que para la segunda película he tenido un presupuesto mayor que para Ana de día, aunque todavía sea pequeño.
Jaurrieta sonríe al estreno del 10 de mayo
Nina ha pasado por Residencias de la Academia y por el Torino Film Lab. ¿Cómo afectó esto al resultado final?
No varió demasiado. Mi mentora en la Academia fue Carla Simón, que no puede hacer un cine más diferente. Pero dio igual, porque convergemos en la cinefilia y en la forma de contar historias. En los dos lugares se aceptó mi propuesta de equilibro entre el realismo y el género.
Habiendo conocido los dos mundos, ¿se trabaja muy distinto en proyectos de teatro y de cine?
En los laboratorios a veces te hacen observaciones sobre la estructura, pero es que yo creo que hay que ser un poco más libre cuando se escribe. La forma final te la va a dar el montaje. Eso, en el teatro, por su propia naturaleza, no se da.
Fotografías
Luis Camacho
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LABORATORIOS DE CREACIÓN EN GALICIA
La Fundación SGAE, a iniciativa del Consejo Territorial SGAE Galicia, convoca sus III Laboratorios de Creación para autores y autoras residentes en Galicia. El programa seleccionará a 2 creadores/as musicales con proyectos en desarrollo, 1 dramaturgo/a con trabajo en fase de escritura y 2 guionistas o directores/as con guiones de ficción. Puedes enviar tu proyecto hasta el 15 de mayo, incluido.
En pasadas ediciones, los tutores de estos laboratorios fueron Iván Ferreiro o Abraham Boba (música), Esther Carrodeguas o José Luis Prieto (dramaturgia) y Lidia Fraga o Alberto Guntín (guion). Este año serán, nuevamente, referentes de prestigio cuyos nombres se darán a conocer próximamente.
Los encuentros creativos de la Fundación SGAE buscan pulir, definir y concretar los proyectos presentados. También fomentar la convivencia e intercambio de experiencias entre profesionales. Cada autor/a recibirá una beca de 1.500 euros y los gastos.