EN EL FOCO
ANA MORALES
La ganadora del Premio Nacional de Danza en Interpretación inicia ciclo creativo con Peculiar (2022)
POR FRANCISCO CAMERO
En uno de esos golpes del azar que parecen rimas de la vida con lo inesperado, Ana Morales supo que había ganado el Premio Nacional de Danza estando en Barcelona, la ciudad donde nació en 1982 y que abandonó muy joven para perseguir su sueño en Sevilla. La noticia la sorprendió este pasado otoño: “Iba a estrenar Oklahoma [2022], una pieza nueva, pequeñita, con Mariví Blasco y Pedro Barragán”, recuerda ella, “y estaba en el ensayo. Cuando acabó, vi que el teléfono iba a estallar. Y ya me dijeron de mi oficina: llama, anda, llama al INAEM. Fue fortísimo, no creo que nadie viva esperando llamadas así. Y me alegró mucho poder disfrutarlo con mi gente y que fuera además un reconocimiento de los compañeros. Me emociona todavía recordar los motivos de la concesión del premio”.
El comunicado del Ministerio de Cultura y Deporte que anunciaba el Premio Nacional de Danza, en la modalidad de Interpretación, para Ana Morales, decía: “Por su capacidad para crear universos diferentes en cada una de las interpretaciones que aborda, en una incansable búsqueda personal, arriesgada y valiente”.
Esta última edición del Premio Nacional de Danza, por primera vez, tuvo sello jondo por partida doble: el de la propia Morales y el de su amigo y antiguo maestro Andrés Marín, ganador en el apartado de Creación. Este hito “significa que el flamenco está absolutamente vivo y no deja de crecer”, asegura Morales. Es un buen momento para recordar Asimetrías (2004), aquel espectáculo en el que Ana bailara la coreografía de Andrés antes de comenzar su propio camino como autora.
Ana Morales en Peculiar (2022), prodigioso equilibrio escénico
Su recorrido ha encumbrado a Ana como una de las grandes referencias de la danza flamenca de su generación. Pasó por la Compañía Andaluza de Danza y el Ballet Flamenco de Andalucía (fue solista en la etapa dirigida por Rafaela Carrasco). También realizó un sinfín de colaboraciones en compañías de colegas o con cantaoras de tronío, como Esperanza Fernández. Fueron pasos importantes para Morales, pero confiesa ella que insuficientes: “Yo busqué y busqué, sin parar, meterme en el flamenco de cabeza. Y todo funcionaba muy bien, pero yo necesitaba conocer la parte más personal, sentirme plenamente bailaora, así que lo dejé todo y me fui a los tablaos”.
Fruto de ese intenso proceso de reflexión personal nació su primera obra en solitario, Los pasos perdidos (2016), a la que siguieron Sin permiso, canciones para el silencio (primer gran aldabonazo de Ana, que logró el Giraldillo en la Bienal de Flamenco de Sevilla en 2018) y En la cuerda floja (2020). Una serie de trabajos en los que Morales depuró un estilo basado en un prodigioso equilibrio entre rasgos aparentemente antagónicos: la sutileza y la fuerza; la elegancia y la sensualidad arrebatadoras de sus movimientos y la máquina de precisión absoluta en que se convierte su cuerpo en el trance del escenario. Un estilo que, por lo demás, refleja su propia peripecia biográfica, dividida durante años entre la formación clásica y el nervio más indómito y callejero del flamenco.
En la cuerda floja (Bienal de Flamenco, 2020)
“El flamenco me viene de casa”, cuenta Ana Morales. “Mi padre es aficionado y es andaluz, como mi madre, que bailó de jovencita pero tuvo que dejarlo porque emigró a Cataluña y con 15 años la pusieron a trabajar en una fábrica. De pequeña, yo siempre andaba por las peñas con mi padre. Me crie en un ambiente muy andaluz, por eso suelo decir que el flamenco lo tenía ya en la barriga y la danza me llegó por formación. Empecé en el Instituto del Teatro, en Barcelona, y antes de terminar la carrera supe que se iba a convocar una audición para la escuela taller de la primera Compañía Andaluza de Danza. Y fui a por todas. Imagínate: llegar a Sevilla, con 16 años, y ver que el flamenco aquí, de algún modo, está en todas partes… Me sentía en otro mundo. Entendí que del flamenco, hasta entonces, yo solo había conocido algún atisbo”.
El presente de Ana Morales lleva el nombre de Peculiar (2022), una creación coproducida por La Grande Halle de la Villette de París, el Théâtre de Nîmes y la Bienal de Flamenco de Sevilla, donde se estrenó el pasado septiembre. La pieza señala el final de un ciclo introspectivo e intimista y abre una vía marcada por una poética ritual y la noción de experiencia colectiva. “He hecho piezas muy autobiográficas, lo que implicaba un autoanálisis permanente y bailar sola horas y horas. Se hace duro, al final. Necesitaba compartir mi cuerpo y mi pensamiento con otros. Para mí, el flamenco no tendría sentido si no me permitiera sentirme cerca de los demás”, dice la artista sobre esta pieza, en la que se rodea de espíritus afines. Esto es: el bailaor El Choro, el cantaor Tomás de Perrate, el guitarrista Rycardo Moreno, la arpista Ana Crismán, el compositor Miguel Marín (curtido en el rock y la electrónica abstracta) o Guillermo Weickert, bailarín y coreógrafo contemporáneo al que Morales encomienda la “mirada externa”.
PRÓXIMAS CITAS CON ANA MORALES
Dice Ana Morales que, cuando no está actuando o ensayando o colaborando con algún colega, su vida consiste en hacer y deshacer maletas. Y es fácil entender la exageración. Habitual de los escenarios internacionales desde hace años, la artista presentó Peculiar en enero de 2023 en el Théâtre de Nîmes, que participa en la coproducción del espectáculo. Tras sendas paradas en el IVAM de Valencia (27 de enero) y Córdoba (9 de febrero), la artista llevará su obra a Perú (26 y 27 de febrero) y Alemania (abril, con fechas y plazas aún por concretar).
Peculiar: danza y neones para el flamenco del siglo XXI
Para el futuro, cuenta, ideas no faltan. “Además, parece que he llegado a un punto en el que los proyectos también me llegan, y no tengo que proponerlos siempre yo. Hay uno precioso para finales de 2023”, dice, sin más detalles. “Es como el amor, que lo buscas o lo encuentras. Y yo ahora estoy en un momento en el que me siento con confianza para todo, y estoy dispuesta a aprovecharlo”.
“¡Ay, Chiquito! Él sí que tenía precisión en el movimiento”, ríe Ana Morales. “Bueno, yo soy muy sencilla para estas cosas, así que le pediría seguir disfrutando de lo que hago. Eso, y que hubiera más espacios para el flamenco. Teatros, yo le pediría a Chiquito muchos teatros. Porque todo el mundo nos dice a los flamencos que hacemos algo grande, sí, pero, ¿dónde están las posibilidades? Y que el flamenco vende mucho, vale. Y, entonces, ¿dónde están las programaciones estables en los teatros? Al final, muchos nos tenemos que ir fuera para estrenar porque nos coproducen, nos dan espacios y nos ponen en programaciones anuales en espacios muy interesantes. En Rusia sería inimaginable que no se programara de manera estable danza clásica, ¿verdad? Pues eso”.
Firma invitada
Francisco Camero es periodista especializado en temas culturales. Durante casi dos décadas trabajó como redactor de la sección de Cultura de Diario de Sevilla y participó asiduamente en revistas especializadas de música y literatura como Rockdelux o Mercurio. En la actualidad, entre otras colaboraciones, escribe en La Lectura, suplemento cultural de El Mundo, y en la revista digital Letra Global. También es asesor y corrector editorial y miembro de los equipos de prensa y comunicación del Festival de Música Antigua de Sevilla y del Festival de Cine Europeo de Sevilla.
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Óscar Romero
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PREMIOS PAD DE LA DANZA ANDALUZA
La Fundación SGAE apoya esta cumbre, convocada anualmente por la Asociación Andaluza de Compañías y Profesionales de la Danza. La gala de los XIII Premios PAD, celebrada en el Teatro La Fundición de Sevilla este pasado diciembre, fue conducida con grandes dosis de humor por Los Volante de la Puebla. El jurado distinguió a Origen, de la Cía. Marco Vargas y Chloé Brûlé (Elena Carrascal SL Prod.), como Mejor espectáculo de sala. También señaló a Tratado botánico de ilustración coreográfica, de Roberto Martínez-Mandaíto Producciones, como Mejor espectáculo de calle o espacio no convencional.
La coreógrafa Natalia Jiménez y Los Volante de la Puebla en los Premios PAD, por César Llerena