PORTADA

‘DRAGONKEEPER’

Salvador Simó nos presenta su nueva peli, una gran coproducción con China que podría hacer saltar la taquilla internacional

POR RUBÉN ROMERO SANTOS

Cinco años después de convertir su Buñuel en el laberinto de las tortugas en la gran película de animación europea de 2018, Salvador Simó (Barcelona, 1975) está listo para superar el reto. Esta vez quiere hacerse con la taquilla del planeta. Dragonkeeper (2023), su nuevo proyecto, cuenta con un presupuesto de 22 millones de euros, coproducción con China y distribución en EE UU. ¿Su sueño? Llegar, a lomos del dragón protagonista de su filme, a la alfombra roja del Dolby Theatre de Los Ángeles como nominado al Oscar a Mejor largo de animación.


Simó sabe lo que es un viaje de trabajo. Lleva años participando en el equipo creativo (layout, animación, efectos) de grandes lanzamientos internacionales. Ha vivido en Londres y en París, pero también en Los Ángeles o en Viborg (Dinamarca). Ha hecho animación para la tele en Tailandia. Puso su magia en bombazos como 007: Skyfall (2012), El libro de la selva (2016) o Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar (2017). Su oficio gusta en Disney.


Estos días, Salvador va de España a China y vuelta en un trajín constante. Trabaja desde hace mucho en la dirección de Dragonkeeper, basado en la exitosa saga literaria de Caroline Wilkinson. El filme prepara su desembarco en festivales y un estreno rompedor en salas a finales de 2023. Pero no podíamos esperar tanto, por eso teníamos que hablar con Salvador Simó y pedirle que nos presente su película.

¿Nos cuentas el argumento de Dragonkeeper?

Es la historia de Ping, una esclava, una sirvienta de la dinastía Han, en la China de hace dos mil y pico años, que vive en una fortaleza imperial. Es un momento en el que los humanos prácticamente han acabado con los dragones y ella hace todo un viaje con uno de los últimos supervivientes, que se llama Danzi, con el que tiene una relación paternofilial.


Ese mundo netamente fantástico supone un cambio con tu anterior éxito, Buñuel en el laberinto de las tortugas, que tenía carácter histórico y de autor. ¿Cómo llegaste a Dragonkeeper?

El proyecto original data de 2012. El productor, Manuel Cristóbal, había pensado en Ignacio Ferreras [Arrugas, 2011]. Cuando yo estaba con Buñuel…, se me pidió que trabajara sobre el diseño de personajes de Sergio Pablos [Klaus, 2019]. Hubo un momento en el que Ignacio ya no podía seguir dirigiendo el proyecto y me incorporé yo.


¿En qué punto se encontraba la peli?

No puede hacerla 100% mía como hubiera querido, porque el storyboard ya estaba prácticamente terminado y el guion casi cerrado, fruto de las negociaciones entre los coproductores. Piensa que es una historia ambientada en China, pero escrita por una australiana. Y los coproductores chinos querían darle un aire más local.

“Quería recuperar esas películas con las que hemos crecido, como ‘Gremlins’ o ‘La princesa prometida’, un cine familiar que ahora ya no se ve”

¿Cuál es el principal atractivo de este filme?

Creo les hemos perdido el respeto a los niños. Casi todas las películas siguen una fórmula basada en el humor, que está bien y es muy disfrutable, pero a mí me interesaba más hacer una película un poco más atrevida. Quería recuperar esas películas con las que hemos crecido, como Gremlins [1984] o La princesa prometida [1987], un cine familiar que ahora ya no se ve, porque creo que se ha perdido la magia de la aventura, de esas películas que te hacían vibrar y fantasear. Una de mis grandes batallas con los chinos ha sido que ellos querían explicarlo todo de una manera muy clara, y yo creo que es interesante dejar preguntas sin responder, dejar que el niño y los adultos se imaginen cosas. Obligarles a hacer un esfuerzo intelectual. Creo que eso es mucho más apasionante para ellos que vomitarles la información. Y perdona por la expresión.


Y en lo formal, ¿qué destacarías de Dragonkeeper?

Los animadores están muy acostumbrados a hacer un tipo de trabajo muy Pixar. Nosotros intentamos buscar un tipo de animación más sencillo, más real. Que no sobrecargue a los personajes, que conecte de una forma más directa con el espectador. Hemos tardado dos años en conseguirlo. Ha sido un reto importante y yo creo que se ve el resultado. Otro desafío ha sido colaborar en la parte técnica con China, porque ellos tienen su forma de trabajar y nos hemos tenido que adaptar unos a otros.

Tú ya habías trabajado con equipos orientales como director de la serie tailandesa Paddle Pop Adventures. ¿Aquella experiencia te ha ayudado ahora?

Aprendí a relacionarme con un equipo que no tenía mi cultura y con el que me tenía que comunicar en un idioma que no era el mío y que ni siquiera era el inglés. En esa situación estás obligado a tener las cosas muy claras, porque cualquier titubeo significa pérdida de tiempo y de dinero, y la animación ya es suficientemente complicada.


¿Hay mucha diferencia con el sistema de trabajo chino?

Si tienen una duda o si no han entendido algo, los chinos no te lo dicen. No está dentro de su cultura y les cuesta mucho decir que no han comprendido algo. Eso te obliga a decir las cosas de una forma muy sencilla y luego preguntarles qué han entendido, para asegurarte de que han captado el mensaje. De lo contrario, la comunicación funciona como en el juego del teléfono escacharrado. Así que hay que tener mucha, pero mucha paciencia.


Supongo que el caso contrario fue trabajar con un actor de la talla de Bill Nighy, que pone voz a Danzi en la versión en inglés…

Solo te puedo hablar maravillas de todos los actores. Nighy es el típico señor inglés, pero además se trabaja muy bien con él, tiene muy buena disposición. La palabra en español que define a Nighty sería “majo”. Luego sí que es verdad que en la pandemia fue más complicado, al tener que trabajar online. Creo que es un actor que aprecia el contacto humano.

“España es ahora el país que está levantando la animación en Europa”

Has conseguido la cuadratura del círculo: coproducción hispanochina y distribución en EE UU.

Los estadounidenses están muy interesados en empujar la película para la campaña de los Oscar. Tenemos una oportunidad única. Este año quizás las películas de Disney y demás son más flojas que otros años, así que a ver si podemos asomar la cabeza en las nominaciones. Con Buñuel… nos quedamos a las puertas, porque estuvimos muy cerca. Es un sueño, claro.


¿Qué papel crees que juega España en el entorno europeo del cine de animación?

Francia tiene veinte veces más presupuesto, pero la calidad que están dando ellos no es la que se está dando aquí. Con mucho menos hacemos mucho más. Y España está marcando lo que está pasando a nivel europeo en animación. Solo tienes que ver el palmarés de los EFA: ganó Buñuel en el laberinto de las tortugas, pero también Un día más con vida [Raúl de la Fuente, 2018] y Josep [Aurel, 2020]. España es ahora el país que está levantando la animación en Europa a nivel autoral y comercial, y ahí tienes Momias [Juan Jesús García Galocha, 2023] y la saga Tadeo Jones [de Enrique Gato].

Tráiler de Buñuel en el laberinto de las tortugas

¿Dirías que hay un estilo español de animación reconocible internacionalmente?

No es una cuestión estética. Diría que nuestra gran baza es la flexibilidad, que yo no he visto fuera, y eso que me he movido por muchos países. Somos mucho más resolutivos que nadie, porque nos hemos tenido que espabilar para construir rascacielos con una rasqueta y un cubo de la playa. Y lo hemos hecho. Somos más resolutivos, y eso es una gran ventaja. En calidad podríamos estar compitiendo con los mejores del mundo. Pero no podemos producir nuestros propios proyectos. Lo siento, pero lo tengo que decir. Los beneficios se los están llevando productoras de otros países.


Por último, Dragonkeeper es una de las grandes producciones del año en el ámbito internacional. ¿Te sientes presionado?

Más que la taquilla de la película o los premios, lo que me importa es el espectador. Todo lo que hago es pensando en quien ha pagado su entrada de cine. Cuando yo voy al cine quiero disfrutar de una película y que me transporte. Busco darle lo mismo al espectador, que sienta que esa hora y media o dos horas que ha pasado en el cine se la ha pasado bien, se ha emocionado. Que salga con una sensación de decir, qué bien me lo he pasado viendo esta película. Todo lo demás, los premios y todas estas cosas, está muy bien y lo disfrutas. Pero, cuando llegas a casa, lo importante es eso.

Deja aquí tu ruego para las candidaturas al 23J en España

“Como te van a decir que no hay más dinero, pues creo que les pediría que aumenten las desgravaciones fiscales, que a las empresas les resulte beneficioso invertir en cine, ya que el Estado no lo va a hacer. También, buscar incentivos por otro lado. El sistema del Reino Unido, por ejemplo, en el que las loterías del Estado invierten en cine. ¿Por qué aquí no?”.

Fotografía

Salvador Simó por Iker Rodríguez

Enlaces

Salvador Simó