TALENTOS

TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO

‘Sed’, sexto álbum de la banda gallega, es un trabajo conceptual sobre la búsqueda del éxito y su lado oscuro

POR DAVID SAAVEDRA

Sin hacer demasiado ruido mediático (aunque esto contraste con el que sí emana de sus amplificadores), Triángulo de Amor Bizarro ya superan tres lustros de trayectoria ascendente en la escena indie. Hablamos de un grupo consolidado y reconocido por el público y la crítica. Prueba de lo primero es que no han dejado de estar en la parte alta de los festivales y siguen haciendo largas giras por España y Latinoamérica. De lo segundo, que cada uno de sus trabajos copa las listas de lo mejor del año en los medios especializados. Otro detalle: junto con Rosalía, son el único artista que ha obtenido en dos ocasiones el Premio Ruido, concedido al mejor álbum de cada temporada por la Asociación de Periodistas Musicales (PAM).

Tanto o más importante que eso es el respeto adquirido entre sus compañeros de profesión, que se puede intuir en el elenco de colaboraciones de su disco de remezclas Detrás del espejo: Variaciones y ecos (2021), con representantes de varias generaciones de la música alternativa: de Esplendor Geométrico al británico Sonic Boom (Spacemen 3), pasando por Los Planetas, Soleá Morente, Biznaga o Carolina Durante.

Son logros tal vez inesperados para una banda que surgió de la nada en A Coruña en la primera década de los años dos mil. Sus cabecillas, Rodrigo Caamaño (voz, guitarra, teclados y letras) e Isa Cea (voz y bajo) son pareja y residentes en la pequeña localidad de Abanqueiro, en Boiro, en el sur de la provincia. Tras varios cambios de formación, llevan ya más de diez años con la definitiva, que completan Rafa Mallo a la batería y Rubén Muñoz “Zippo” a los teclados y guitarra. Cuando empezaron no sabían tocar, dicen ellos. Su actitud era de confrontación. “Queríamos destruir la música y, al final, nos acabamos enamorando de la música que queríamos destruir”, afirma Caamaño, con voz fantasmal de teléfono en manos libres, mientras conduce con el grupo camino de Madrid. “Sabíamos desde el principio que a tocar se aprende. Lo que queríamos era preservar el espíritu con el que iniciamos el grupo. Al final nos convertimos en músicos, pero no en famosos ni estrellas del rock, y lo que quedará son los discos y los conciertos que hemos hecho”, argumenta.

La popularidad y su espejo deformante son temas que obsesionan al grupo. Una de sus canciones más escuchadas, “Estrellas místicas” (2013), ya reflexionaba sobre ello al tiempo que lanzaba dardos contra algunos de los representantes del pop español de aquel entonces. Nunca se cortaron un pelo a la hora de expresar lo que pensaban y, sin embargo, cuentan con más amigos que haters dentro del sector. “Yo creo que influye el vivir en Galicia, el no estar ahí rivalizando, que es algo que parece estar más presente en la capital”, apunta el vocalista. “Nosotros siempre hemos ido a nuestro rollo y nunca nos ha interesado competir con nadie o tener más visibilidad, sino hacer cosas en común”. El batería, sentado a su lado, completa la afirmación: “Incluso nos apetece, cuando salimos a tocar por ahí, reencontrarnos con la gente. Cuando sacas disco al mismo tiempo que otros artistas te alegra saber que vas a coincidir varias veces con ellos en festivales o por ahí”.

Es el caso, ya que el sexto álbum de Triángulo, Sed (2023), se publicó recién iniciado el verano. Lo acompañarán de varias fechas en festivales, luego sucederá una gira por salas en otoño e invierno y, en proyecto, cuentan con volver a salir a Latinoamérica, donde llevan varios años sin tocar (pausa pandémica mediante). “Este es el primer disco en muchas cosas”, aseguro Caamaño. “Hemos construido nuestro propio estudio y es el primer trabajo que grabamos allí por completo. Eso ha cambiado mucho el proceso, porque nosotros lo que hacíamos antes era muchas maquetas, con la última de ellas llegábamos al estudio y la replicábamos. Ahora, al tenerlo disponible todo el año, íbamos grabando y probando cosas y eso nos dio cierta frescura. Algunas canciones las empezamos a componer al poco de salir el disco anterior, en plena pandemia, y otras las hicimos justo en la etapa final”.

Entre todo el material que iba apareciendo, la banda se encontró con un hilo conductor, incluso un tono conceptual. “Hay un mensaje mucho más definido, ideas mucho más concretas y muchos palos musicales diferentes. Es nuestro disco más variado en estilos pero, a la vez, el más homogéneo en las letras”, asevera el músico. “Las canciones van sobre la idea de éxito, que es algo que no vale para nada, o al menos esa es la conclusión a la que hemos llegado tras quince años de carrera. Lo importante es disfrutar haciendo música, ese es el fin último, no es la música un medio para obtener el éxito profesional o el dinero”.

En sus canciones aparecen también figuras diabólicas, personajes siniestros que tientan a los protagonistas para vender su alma a cambio de la popularidad. Ante la pregunta de si ellos se han visto en esa tesitura, Caamaño responde que “sí, continuamente. Está claro que, cuando tienes un grupo y despuntas un poco, te surgen unas oportunidades a las que es complicado decir que no. Si hubiésemos tomado otras decisiones en muchos momentos, seguramente habríamos llegado a mucha más gente: bajar un poco por aquí, suavizar un poco por allá... Pero son cosas que, al final, te alejan de la propia personalidad que tienes. A la hora de la verdad, queremos sentirnos cómodos con lo que hacemos”, argumenta.

Ese es un caballo de batalla para ellos, si observan el panorama cultural que les rodea. “Nosotros nos criamos en otra época, cuando el indie eran grupos como Los Planetas y se hablaba de música alternativa. Lo que apareció después fue algo que le vino bien a la industria para vender una cosa cool. A muchos grupos a los que se atribuye la etiqueta de indie no se les debería poner para nada. Nosotros, en realidad, éramos gente rara y la respuesta que nos daba la gente era del tipo ‘no hay espacio para ti’ “, asegura el vocalista.

Pero lo cierto es que aquel grupo extraño y amenazador de los inicios ha ido cambiando la bizarría por amor y ya atesora hitos como aparecer en Luar (el programa de variedades más longevo y popular de la TVG). Además, el primer concierto de este año lo ofrecieron por sorpresa en una escuela infantil de Boiro, su localidad. “Siempre pretendimos ser un grupo para todos los públicos”, concede Caamaño, “lo que pasa es que estamos esperando que sea el público quien venga a nosotros, no ir nosotros a buscarlo. Pero es posible, claro. Hay mucha música que te puede parecer muy difícil y que, si lo piensas, fue la más popular de su momento”, concluye.