EN EL FOCO

FÉLIX VISCARRET

El director y guionista navarro lleva a sus fantasmas a terapia con su nuevo filme, ‘Una vida no tan simple’ (2023)

POR ANDREA G. BERMEJO

Hace ya unos años que Félix Viscarret (Pamplona, 1975) sorprendió al público con su primer largo, Bajo las estrellas (2007). Ganadora absoluta del Festival de Málaga, aquella peli había sido producida por Fernando Trueba y protagonizada por un Alberto San Juan que además se llevó el Goya a mejor actor. Así que es imposible no esbozar media sonrisa al conocer al protagonista de su nuevo largometraje, un arquitecto (en el filme, Miki Esparbé) que se pregunta dónde quedaron sus sueños y expectativas mientras lidia con la crianza de unos hijos demasiado pequeños y el recuerdo de un éxito profesional que llegó muy pronto.


El asunto se titula Una vida no tan simple (en cines desde el 23 de junio). Es el sexto largometraje de Viscarret, pero a este navarro no le ha faltado trabajo desde sus comienzos: lo hemos visto dirigiendo televisión (Hispania, la leyenda; Patria), el documental Saura(s) (2017) y adaptaciones literarias como Vientos de La Habana (2016) o No mires a los ojos (2022). Ahora, en su proyecto más personal, el cineasta vuelve a las relaciones paternofiliales y a la búsqueda de uno mismo.


¿Cómo surgió el título de Una vida no tan simple?

Creo que refleja muy bien lo que cuenta la película, la resistencia del ego a crecer, a perder protagonismo. Cuando tienes hijos dejas de ser el protagonista de la película. Y empiezas a ser un personaje secundario. O a veces un figurante con frases. Tu ego se va a resistir al principio, pero cuando haces las paces contigo mismo, te das cuenta de que ese es el sentido de la vida, que es mucho más bonito que luchar por eso que antes creías importante.


¿Crees que a tu generación le cuesta más convertirse en personaje secundario de su historia?

Totalmente. En Una vida no tan simple, el protagonista no se quiere perder la crianza de sus hijos, pero al mismo tiempo entra en crisis por todos esos sueños que tenía de lo que iba a ser la vida adulta a nivel de autorrealización personal o profesional. Encajar las piezas no es tan fácil. O no es tan simple, como dice el título de la película. Mientras yo encajaba esas piezas en mi propia vida observaba que se daban unas situaciones muy cómicas, pero en las que también había algo de pérdida. Se te escapan los ideales de juventud, tu libertad, esa sensación de que el tiempo no iba a pasar o no ibas a perder ningún tren.

Álex García y Miki Esparbé en Una vida no tan simple

El protagonista es un arquitecto que triunfó siendo muy joven. ¿Cuánto hay de tu propia experiencia en el personaje?

¿Cuánto tiene de autobiográfica? Yo diría que es como el que va al psicólogo y le hace preguntas, pero le dice que es para un amigo [risas]. Creo que la comedia puede surgir de algo autobiográfico, pero que consiste en empujar a tus personajes un pasito más allá.


Es curioso, porque Bajo las estrellas también era una historia paternofilial…

Han pasado años y seguramente mi psicoanalista tendría mucho que decir sobre mi interés en la familia y en las relaciones paternofiliales. Creo que las dos películas hablan de lo mismo, en el fondo: de cómo encontramos nuestro lugar en la vida. En el caso de Bajo las estrellas, aunque era una adaptación de Fernando Aramburu, el protagonista encontraba un lugar en el mundo a pesar de ser un crápula. Y Una vida no tan simple también trata de eso, de hacer las paces contigo mismo, con ese “lo que yo podría haber sido” y todos esos fantasmas interiores que no sirven para nada.


En Bajo las estrellas contaste con un productor excepcional, Fernando Trueba.

Gracias a esa película yo puedo dedicarme a lo que me dedico, así que imagínate el agradecimiento que puedo sentir hacia alguien que, siendo director, dedicó parte de su energía, tiempo y talento a producir a una panda de cortometrajistas, porque eso éramos los que hicimos Bajo las estrellas.


Ha cambiado mucho el cine español desde Bajo las estrellas hasta Una vida no tan simple.

Tienes razón. Es como si, en cierto modo, a partir de la crisis de 2008, a los cineastas nos hubiese tocado reinventarnos y, en algunos casos, empezar de cero. De algún modo, se establecieron unas nuevas reglas del juego.


Escena de Una vida no tan simple

¿Qué aprendiste en tu paso por series de televisión como Hispania, la leyenda o Marco?

Me acuerdo de que iba a hacer una serie en la que estaba involucrado Alberto Rodríguez y le llamé para pedirle consejo. Y me dijo algo que no he olvidado: “Mira, a mí las series me han dado una quinta velocidad”. Y así es.


Todo para llegar súper engrasado a Patria.

Para mí fue una tremenda oportunidad. Volví a encontrarme con [un texto de] Fernando Aramburu y, permíteme que me ponga tremendo… Para alguien como yo, que vivió en el norte los años más terroríficos del terrorismo en los 80 y 90, fue importante poder aportar mi granito de arena. Un proyecto así da sentido a que yo haya decidido dedicarme a esto de contar historias en el audiovisual.


Esta es una profesión que te permite conocer a figuras muy interesantes. Como a Carlos Saura, al que retrataste en tu documental Saura(s). ¿Qué te llevas de eso?
Para mí fue una experiencia muy interesante. Y en el fondo volvía a ese tema que tanto me interesa, el de las relaciones paternofiliales, encontrar tu lugar en el mundo como padre o como hijo. A eso que se llama el legado, pero no solo el cinematográfico, sino también cómo será recordado Saura por sus hijos.

¿Quiénes dirías que han sido tus grandes referentes en el cine español?
Recuerdo ver todas las películas de Buñuel en un ciclo de La 2. Cuando vi El discreto encanto de la burguesía [1972]… Esa libertad creativa me pareció tan estimulante e inspiradora… Fue como un veneno. En No mires a los ojos, que es una película con un elemento de juego, de cajas chinas, creo que hay algo de ese veneno que dejaron en mí esas películas de Buñuel.


En No mires a los ojos trasladaste al cine la obra de Juan José Millás. Hiciste lo propio con Leonardo Padura y Fernando Aramburu en otros trabajos tuyos. ¿Qué es lo fundamental a la hora de adaptar a los grandes?

La verdad es que vaya triunvirato. Me gusta mucho que los tres, además de ser grandes en lo literario, son personas con un gran sentido del deber, de la justicia social y humana. Fíjate en que sus universos literarios son muy distintos, pero si analizas sus posiciones vitales ves que los tres defienden esa justicia para el ser humano, la defensa del débil. Ojalá se me pegue algo.

Deja aquí tu ruego para las candidaturas al 23J en España

Yo practico mucho la auto observación, así que voy a hablar desde lo personal. A mí la literatura, el cine, las artes en general me han enseñado muchas cosas. Me ayudan a vivir mejor, a llevar mis neuras, a reírme un poco de mí mismo, a poner las cosas en perspectiva. Pienso que, igual que a mí, las artes pueden ayudar a cualquier mortal. Así que espero que quien sea que esté al frente de los Presupuestos Generales del Estado se dé cuenta del enorme valor de las expresiones artísticas.

Firma invitada

Andrea G. Bermejo (Albacete, 1984), autora de este reportaje, es redactora jefa de la revista Cinemanía y colaboradora de Historia de nuestro cine (La 2). También codirigió el documental El hombre que diseñó España (2019). Actualmente, prepara un libro sobre la cineasta Cecilia Bartolomé titulado ¿Quién teme a Cecilia Bartolomé?

Ha colaborado en medios como El Duende, Jot Down, Gentleman, Yorokobu o VICE, y ha sido profesora asociada en la Universidad Carlos III y en el Máster de Periodismo Cultural de la Universidad San Pablo CEU.


Ha firmado varias cosas en esta revista. Entre ellas, ¿Por qué lo llamamos cine de mujeres?, reportaje de portada en CULTURA REVISTA SGAE Nº2. Puedes recuperarlo aquí.

Fotografías

David Herranz

Enlaces

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