AHORA MISMO

FERNANDO NAVARRO

Este guionista punk y exitoso es actualidad por la serie de televisión ‘Romancero’ y el largometraje ‘Segundo premio’

POR RUBÉN ROMERO SANTOS

Fernando Navarro (Granada, 1978) soñaba con tener una banda de rock. Una de esas cuyos nombres resuenan por toda Granada, desde la plaza de la Trinidad hasta las tiendas de discos como Bora Bora. Sin embargo, el destino decidió que lo suyo era escribir para la gran y la pequeña pantalla. Empezó en la serie de televisión Hispania, junto a su amigo Rafael Cobos, pero pronto despuntó por su amor por el thriller y el terror. Entre sus hombres duros se cuentan el clon de Nick Cave que interpreta Luis Tosar en Toro (Kike Maíllo, 2016) o la patrulla salvaje encerrada en el furgón de Bajocero (Lluís Quílez, 2021). Entre las que nos hacen temblar de miedo, Verónica (Paco Plaza, 2017), Venus (Jaume Balagueró, 2022) o Fenómenas (Carlos Therón, 2023).


Con Romancero (Prime Video, 2023), compendio de sus obsesiones éticas y estéticas, Navarro firma su primera serie en solitario. Es una historia de vampiros, canis, inmigrantes y policías corruptos en un sur que adora y al que siempre vuelve. Una etapa más en el currículum de uno de los guionistas más fértiles de la actualidad.

Fernando Navarro se trabaja las penumbras

¿Cómo acaba un aspirante a músico de rock en el mundo del guion?

Por frustración. En Granada todos son músicos. Comprendí que era un batería mediocre y nunca iba a llegar a ser Eric Planetas o David Fernández de Lagartija Nick. El guion sí que me permitía tener una voz, porque concibo la escritura de guiones a la manera de los 70, de una forma muy rockanrolera, como una actitud. Mis ídolos son Paul Schrader, John Milius o Walter Hill.


¿Cuál fue tu cuna?

Me enorgullezco de haber sido discípulo de Antonio Arias, de Lagartija Nick, que se formó junto a Enrique Morente y Joe Strummer. Provengo de ese linaje, porque los maestros de mi maestro son mis maestros. De Antonio aprendí que hay que abrazar el fracaso e ignorar el triunfo. Y, más allá del rock, siempre tengo en mente el flamenco, que es la anarquía, la improvisación y la intuición más grande a la que aspiramos cuando trabajamos en algo creativo.


Esa veta está presente en tu obra. En Romancero, Verónica o Venus son muy obvias las referencias a la cultura pop.

Encuentro la felicidad en la búsqueda de los límites de los géneros: en el pulp, el punk, el flamenco, la serie B y los géneros de derribo; en lo que abarca de Samuel Fuller en el cine hasta Elmore Leonard en lo literario y The Cramps en lo musical. Toda esa contracultura es la formación que tengo y de la que no puedo escapar por mucho que quiera. Está en Toro, pero también en Venus, que es una película muy desvergonzada que se mira en Clive Barker. Si existen la alta y la baja cultura, que son términos horribles, casi nunca la primera se va a infiltrar en mi trabajo. Disfruto muchísimo más leyendo una novelucha barata de Elmore Leonard que un premio Nobel, por más que me guste Kazuo Ishiguro u Olga Tokarczuk. Y en cine es más de lo mismo, me gustan más John Carpenter o Lucio Fulci que cualquier cineasta premiado en Cannes.


Hablemos de esos materiales. Queda claro que uno es la música. En Toro, por ejemplo, Luis Tosar era un sosías de Nick Cave…

Sí, claro. Llevo con orgullo que en todas mis películas haya una gran presencia de la música. En Toro, el tema central era una canción de Joe Crepúsculo y Soleá Morente. En Taxi a Gibraltar [Alejo Flah, 2019] había una canción de Arcángel y Andrés Calamaro. En Romancero se oye a Lagartija Nick y a Los Planetas. Compro más discos, ¡diariamente!, que cualquier otro guionista que conozco.

'Romancero', sur y miedo

Escena de Romancero: susto, tierra y chandalismo

Como especialista del género, ¿qué te sugiere el concepto “terror elevador” que ha popularizado la productora A24?

Es como esos intentos de los grupos bien pensantes de volverse rockeros por el mero hecho de ponerse una chaqueta de cuero. No es algo que me interese especialmente. Estoy mucho más influenciado en la productora SpectreVision y sus películas locas, como Mandy [Panos Cosmatos, 2018]. Por otra parte, siempre me han interesado más los cineastas mediterráneos, como Lucio Fulci, Jess Franco, Sergio Leone… Esa manera de expresarse libremente sin pensar en lo que haces, porque un poco de ridículo nunca le viene mal a una película. De lo contrario, todo se vuelve frío y formulaico. El cine mental no me interesa demasiado.


Romancero es tu primera serie como creador, por no usar la palabra showrunner, que no te hace demasiada gracia. Vuelves a la geografía e iconografía de tu libro de relatos Malaventura (Ed. Impedimenta, 2022). ¿Por qué?

De algún modo es un díptico. Las dos obras transitan el mismo territorio. La zona norte de Granada, las cuevas de Guadix o a la Puebla de Don Fadrique son mi espacio, el lugar en el que yo me siento cómodo, aunque también escriba películas urbanas como Venus o Verónica. Un espacio muy abandonado por las instituciones, por el sentido común e incluso por la propia Andalucía. En esos lugares se generan una manera de ser y unos estados de ánimo que tienen que ver con el desamparo social, institucional e incluso emocional. En Malaventura lo hago desde el pasado, con quinquis y bandoleros, y en Romancero desde el presente. Pero son casi los mismos personajes. De hecho, hay algunos que llevan el mismo nombre, porque son como una cuarta reencarnación. Las dos buscan lo mismo: contar el desierto y la violencia estructural que hay detrás.


De la prostitución de menores al racismo, la serie es de gran crudeza. ¿Cuál es tu relación con la representación de la violencia en la pantalla?

A mí me gusta escribir las cosas imaginando que no transcurren en la realidad nunca. Intento abrir las narraciones para que el espectador sondee la posibilidad de que lo que está viendo podría no estar pasando. Lo mismo que hacen David Lynch o David Cronenberg. Lo que me enorgullece más de la serie es el terror que no es sobrenatural, las cosas horribles que pasan a diario. Me encanta la canción de Sufjan Stevens titulada “John Wayne Gacy Jr.”, en la que decide meterse en la cabeza de un psicópata y describir el mundo desde ahí. El terror tiene que ser chungo y desagradable. El terror blanco no me interesa.

En Romancero y en Malaventura haces gala de una cierta obsesión por las serpientes. ¿Es un trauma a lo Indiana Jones o un guiño al Conan de Milius?

Hay algo de la cultura sureña. Nací cerca de un campo de trigo en la vega de Granada y había muchas serpientes. Allí las llamamos bichas, y mis amigos las cogían, cosa de la que yo nunca fui capaz, porque me dan mal rollo, y ha acabado trasladándose a lo biográfico. La portada de Malaventura es de un artista de Nashville, pero parece andaluza. Me gustan los símbolos que pueden unir espacios sureños. A mí, por ejemplo, me encanta Guadalupe Plata, que hablan mucho de serpientes, e incluso su empresa de management se llama Serpiente Negra. Sirve como vínculo entre los dos nuevos mundos narrativos. Hay un sur que conecta el blues y el flamenco. O esa literatura de Cormac McCarthy que tiene que ver tanto con Lorca.


Lejos del sur, Venus y Verónica trascurren en Madrid.

Son películas de extrarradio madrileño, que a mí me gusta calificar como de esoterismo choni, y Paco Plaza califica como gótico vallecano. El espacio es el que manda sobre la narración. Rafael Cobos y Alberto Rodríguez, a los que admiro mucho, han hecho de Sevilla un sitio mental. Cuando acabe su carrera, dentro de muchos años, espero, será una panorámica de la ciudad: de la barroca en La peste [2018], de la del 92 en Grupo 7 [2012]… La cinematografía, la literatura o la música no pueden desligarse del lugar donde están hechas.

“El cine norteamericano contemporáneo se ha vuelto muy maniqueo. Antes nunca tenían que explicar por qué un personaje es malvado”

Defiendes la mezcla, el derribo, la hipérbole. ¿Te identificarías con el adjetivo barroco?

Creo que nuestra identidad está en el extremo. Valle Inclán es casi barroco porque deforma las cosas. En Toro o en Verónica me propuse distorsionarlo todo un poco más. Intento ir más allá de esa visión anglosajona y fría de la realidad. La nuestra es una tradición española y, en mi caso, mediterránea, andaluza y flamenca.


Sin embargo, te encanta el cine estadounidense…

Pero no el de ahora. El cine norteamericano contemporáneo se ha vuelto muy maniqueo. Antes nunca tenían que explicar por qué un personaje es malvado. Ahora te cuentan los orígenes de todo, y a mí no me gusta salvar a todos los personajes ni desarrollar sus traumas.

‘SEGUNDO PREMIO’, UNA PELI SOBRE LOS PLANETAS

El año que viene se estrena Segundo premio, un filme sobre Los Planetas (pero sin Los Planetas) dirigido por Isaki Lacuesta y con guion de Fernando Navarro. “Es difícil hablar de esa película”, confiesa él. “Todavía no sabemos ni siquiera lo que es, porque se ha ido construyendo a retazos con muchos accidentes. La escritura, como todo el mundo sabe, ha sido tan compleja como el rodaje”.


Bueno, pero, ¿se trata de un proyecto puramente biográfico o apenas inspirado por Los Planetas? ¿Ficción documental? ¿O qué es? Navarro decide responder solo un poco: “Segundo premio es una fantasía en torno a la grabación de un disco. Tiene que ver con la realidad, lo mismo que Amadeus [Milos Forman, 1984] con la vida de Mozart o Lisztomania [Ken Russell, 1975] con la de Listz. Al final, es la visión de Isaki Lacuesta. Yo le he ayudado a encontrar una mirada en torno al grupo que sale en la película, que no son Los Planetas, y a sus canciones. Básicamente he colaborado diciéndole dónde están los bares buenos para salir de cañas en Granada”.


Y, ¿has escrito diálogos para el personaje de J, el líder de Los Planetas? “Como es una distorsión de un personaje, cada actor lo hace suyo”, contesta el guionista para dejarnos igual que estábamos. “El protagonista tampoco se llama J y, además, Isaki trabaja con diálogos muy improvisados”.

Guiones de futuro

Rodaje de Romancero en Almería

¿Qué otros proyectos tienes en el horizonte?

Hay cuatro guiones a punto de tener luz verde. Dos son westerns urbanos muy masculinos. Uno es muy Taylor Sheridan, del que me encanta el filme Comanchería [2016]. El otro es una película a lo Sam Peckinpah. Ambos son un poco como Bajocero, sobre personajes desorientados en el mundo actual con mucha ambigüedad moral. Otros dos son películas de terror, incluido un remake de un clásico. Además, antes de la primavera me gustaría publicar, de nuevo con Impedimenta, otro libro.


Bueno, Fernando, la pregunta que creo que todo el mundo quiere hacerte: tú, ¿cuándo duermes?

Si te organizas bien, el día tiene muchas horas. No tener Instagram ayuda mucho. No tengo redes sociales, no veo las noticias y no estoy informado de la actualidad. Me encanta un libro titulado Clics contra la humanidad [James Williams, 2021], que explica cómo la atención se está disipando y todo es por culpa de las tecnologías. Por el contrario, soy muy analógico. Mi día a día está basado en el trabajo y en el disfrute. Es una manera de concebir la vida que me resulta muy útil. Vivo anclado en el siglo XX, como diría la canción de los 091.

Firma invitada

Rubén Romero Santos es periodista cultural y profesor universitario. Durante las últimas dos décadas ha sido firma habitual en revistas como Cinemanía, Rolling Stone o Icon y diarios como Público o El Español. Ha publicado los estudios El detective mutante. Las adaptaciones cinematográficas y televisivas de Pepe Carvalho (Peter Lang, 2021) y Barcelona en 12 películas (GRIMH, 2022). Compagina su labor periodística con la docencia en la Universidad Carlos III de Madrid, donde imparte clases de Comunicación Audiovisual.


Para CULTURA REVISTA SGAE ha escrito reportajes como Dragonkeeper y la animación española, portada de nuestro número 8.


Fotografías

Fernando Navarro por Alfredo Aguilar

Los Planetas por Adrián Nieto Maesso

Enlaces

Fernando Navarro en Ed. Impedimenta



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LA ALJAFERÍA, UN LUGAR DE CINE

La Fundación SGAE organiza, en colaboración con el Gobierno de Aragón y el Palacio de la Aljafería, el ciclo de cortometrajes La Aljafería. Un lugar de cine. Se trata de una muestra de diez piezas vinculadas con este palacio zaragozano. Las sesiones, con entrada libre hasta completar aforo, tendrán lugar en nuestra Sala Berlanga de Madrid los días 19 y 20 de diciembre.


La cineasta y documentalista Vicky Calavia (Zaragoza, 1971) ha programado obras de Cristina Vilches, Javier Macipe, Nata Moreno, Ciro Altabás, Néstor Romero, Ignacio Lasierra, Marta Javierre, Ignacio Estaregui, Sergio Duce y Gaizka Urresti. Todos los realizadores presentarán sus cortos antes de cada proyección.


Más información en la web de la Sala Berlanga