Rogelio González percibe una dicotomía en su ópera prima: “Obviamente, es tanto una bendición como una condena que tu primer proyecto venga acompañado de tantísimas expectativas, pero hemos confiado en lo que creemos que aporta, nos hemos tapado un poco los ojos ante lo que se pueda pensar y el resultado es un producto distinto del documental convencional”. El director novel se está refiriendo a Esta ambición desmedida (2023), el seguimiento pormenorizado de la metamorfosis artística del músico C. Tangana durante más de cuatro años, de la génesis del disco El Madrileño (2021) en Cuba a la gira mundial Sin cantar ni afinar.

La catalizadora del invento es la productora Little Spain y por eso han firmado la dirección a seis manos Cristina Trenas, Santos Bacana y el propio González. Si ya despierta incógnitas el trabajo al alimón de cineastas hermanos como los Coen y los Dardenne, a la triada de amigos les presuponemos alguna que otra fricción en el proceso. “Parte de aprender a trabajar en grupo ha consistido en entender en qué éramos buenos cada uno de nosotros específicamente. El montaje no funcionó hasta que los tres nos sentamos y dedicamos horas y horas a estrujarnos el cerebro, a apuntar en la pizarra y probar con un montón de editores. Fue bastante tormentoso, pero, al final, muy enriquecedor”, pormenoriza Bacana, quien reconoce que la gira los llevo a menudo a todos “a rastras”, lo que les impedía organizarse.

Cristina Trenas, Rogelio González y Santos Bacana

Hubo excepciones, momentos tranquilos para poder planificar secuencias, como un paseo de Tangana con el productor e ingeniero de sonido Javi “Harto” Rodríguez a por chorizos. Muy del gusto costumbrista de Rogelio González, un creador que en su corto Santos (2021) reseñaba su nostalgia en Los Ángeles por las galletas Fontaneda, el viento de Castilla y la música de Juanito Valderrama. Aquella pieza, producida por Trenas, supuso la puesta de largo de la productora audiovisual Little Spain, que aglutina a un grupo de españoles a los que unieron intereses culturales comunes durante su exilio voluntario en Estados Unidos. Se definen como “una institución creativa, fundada en Los Ángeles y con sede en Madrid”, que crea productos, prácticas y perspectivas de cultura adscritas tanto a un registro alto como popular.

Pero C. Tangana, el autor de “Llorando en la limo” y “Demasiadas mujeres”, es el pegamento que amalgamó a todo este colectivo. Su amistad cuajó en Las Vegas, donde Santos, Roge y Tangana se conocieron en 2017 coincidiendo con los Grammy Latinos. Y cuenta la leyenda urbana que aquel encuentro alcanzó su apoteosis con la grabación del vídeo de “No te pegas” en una habitación de hotel donde corrieron el champán, las strippers y las langostas. Little Spain, la productora que ahora lideran, está integrada por Santos Bacana, Cristina Trenas, María Rubio y Antón Álvarez, más conocido como Crema en su etapa temprana como rapero, C. Tangana entre sus cientos de miles de seguidores actuales y Pucho entre sus íntimos. Rogelio González es un aliado fundamental del proyecto.

Cuando El Madrileño empezó a tomar forma, Rubio vivía en Barcelona, trajando en la productora Canadá, y Trenas y Bacana vivían en Los Ángeles, donde él trabajaba en una agencia de publicidad y ella en una productora de videoclips de reguetón. El día que Pucho llamó para decirles que era el momento de regresar, Bacana vendió su BMW E36 Cabrio y Trenas cerró su apartamento en Echo Park. Los catorce videoclips para el disco fueron su oportunidad para disponer de un porfolio y este documental es el broche de aquella travesía.

Pucho, feliz y desespinando un pescado

Aseguran que el registro del proceso creativo en Cuba se vivió de una manera distendida, pero una llamada telefónica de la prima y business manager de Tangana, Chave, constituyó el detonante del largometraje: la gira estaba siendo una ruina. Aunque su mánager, Iñigo Elósegui, y ella misma le habían insistido en hacer un espectáculo más sencillo, tras alzarse con tres Grammy Latinos, Pucho quiso ir con todo: una recreación de un piano bar con camareros, pantallas gigantes, coristas, cuerdas, vientos y percusiones sobre el escenario. Al dispendio se sumaron una pandemia global, un extravío de instrumentos en el aeropuerto de Ciudad de México, un huracán en Santo Domingo, una rotura de ligamento y tensiones y nervios in crescendo.

Por si anduviera corto de épica al asunto, Esta ambición desmedida se estrenó al ras en el Festival de San Sebastián. “Que nos seleccionaran fue un arma doble filo. Porque, por un lado, nos puso un calendario; si no, probablemente seguiríamos editando. Pero, por otro, nos planteó unos timings muy complicados para la cantidad de material que manejábamos. Era la primera vez que hacíamos algo de estas dimensiones y nos habría gustado darle más visionados, pero la experiencia con público en Donosti nos ayudó a preparar el corte para cines”, se congratula Bacana. No son una excepción. Salvando las distancias, después de ganar su primera Palma de Oro, el director sueco Ruben Östlund remontó The Square (2017) y Alejandro González Iñárritu también le metió tijera a su Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (2022) tras su paso por la Mostra de Venecia.

“Algo intrínseco a Little es empujar los límites de los formatos, porque los hay con códigos muy establecidos. Con esto en mente, lo que se estrenó en el Velódromo [en San Sebastián] fue la serie en tres partes, y eso ha derivado a que el corte de la versión en cines sea algo más reducido, diferente”, expone Trenas, quien avanza que en enero llegará su propuesta a Movistar Plus+, donde la tragedia se distribuirá en tres actos.

El show de C. Tangana, entre La Húngara y David Muñoz (Estopa)

La relación de amistad de los cineastas con el objeto de estudio les facilitó la captura de momentos muy íntimos. “La ventaja es que estamos muy cerca de él y tenemos mucho acceso a todos los ámbitos de su vida, lo que nos ha permitido captar de forma natural momentos de mucho valor para el público”, agradece Trenas.

Esa cotidianeidad se trasladó al triángulo de realización: en ocasiones puntuales, que son más bien cameos, saltan de detrás adelante de la cámara. “No lo pensamos para que fuese así, pero siempre incluimos el lenguaje del metacine y hacemos que sucedan cosas”, aclara Rogelio, quien asoma en el documental con un patín en una broma interna que apunta a sus inicios con el colectivo de skate Sevenmad.

Santos alaba de Rogelio “su magia libre, desinhibida y freestyle» y de Cristina su inteligencia emocional, “clave en las conversaciones a tres para no desgastar el ego”, su capacidad de liderazgo y de seguir la línea narrativa de la trama, realizando propuestas de contenidos a los que sus compañeros no daban tanto valor, pero que han terminado resultando “emocionantes y cruciales”. González aprecia en Bacana su gusto por los momentos icónicos y el conocimiento extremo tanto de C. Tangana como de El Madrileño. “Todos hemos adoptado la posición del otro, Trenas ha llegado a ser la jefa de departamentos oníricos. Un ejemplo de ello es la secuencia de Niño de Elche, una idea suya que podía haber sido de Santos o mía”, estima.

Tráiler de Esta ambición desmedida para ponerte los dientes largos

Con solo 26 años y por su primer trabajo profesional en New York Shadows (Juan Pinzás, 2013), Cristina Trenas fue la primera mujer nominada al Goya a la mejor dirección de fotografía. Lleva tiempo produciendo, pero sus socios habían forjado un lenguaje visual en su carrera como directores del que ella carecía. “Me acuerdo, especialmente al principio, de que me decían: esto no es estético. A mí me importaba más que fuera verdad a que fuera bonito, pero en el proceso he aprendido a apreciar el valor de la armonía”. Días antes de esta entrevista, Trenas estaba viendo una película y se incomodó: “¡Todo era feo! Antes no me hubiera parado a pensar que una estética que no me comunicara me podía molestar”.

La experiencia ha dejado un poso que el trío asegura ha sido enriquecedor. Se diría que osmótico, porque unos y otros se han retroalimentado en sus oficios.