¿QUIÉN LO DICE?
¿ÉXITO O
FRACASO?
Esteban Ruiz, músico y promotor, reflexiona sobre el triunfo y la derrota de un proyecto independiente
Parece que fue en otra vida, pero solo han pasado algo más de tres años desde que empezó la pandemia y la mutación del sector musical se híper aceleró para convertirse en lo que es hoy: un ecosistema súper dinámico con incontables aristas y oportunidades de negocio viables, diversas y universalmente accesibles. Una escena que pone a disposición de todas las personas que la habitamos la posibilidad de prosperar y buscar la felicidad a través de la música, si la música es lo que escogemos. Suena genial, pero es casi todo mentira.
Creo que podemos estar de acuerdo con la afirmación de que vivimos un momento musical alucinante en Europa. El número de artistas emergentes es mayor que nunca, las soluciones tecnológicas y la atención que la industria presta a los independientes nunca ha sido tanta. Pero, por otro lado, este nuevo foco está propiciando una serie de cambios preocupantes.
Este no es el lugar en el que enumeraré las formas en las que el neoliberalismo está infiltrándose en las escenas independientes; no me quejaré aquí de cómo los grandes festivales, y la cultura de consumo masivo que inoculan a las audiencias, son un peligro real para los tejidos creativos de base. Hay otros foros en los que lamentar cómo unos y otros contribuyen a la destrucción de las identidades culturales de proximidad y los esquemas justos de acceso a la cultura en nuestras sociedades. Sí que quiero centrarme en algunas de las soluciones que planteamos y por las que peleamos mi equipo y yo para desarticular los conceptos normativos de éxito y fracaso, resignificar y dignificar los oficios del sector de la música independiente.
ESTEBAN RUIZ
(Sevilla, 1979)
Esteban Ruiz en concierto con I Am Dive
Lleva más de veinte años trabajando en la industria musical, cuenta con una carrera larga y autogestionada. Para empezar, es el líder de la banda de folk electrónico I Am Dive, con más de 300 conciertos ofrecidos en tres continentes y acuerdos discográficos y de distribución en EE UU, China, Japón y Corea del Sur.
WAW Records, discográfica independiente que él mismo gestiona, puede vanagloriarse de ser el primer sello español en haber entrado en el mítico catálogo británico Rough Trade Distributions. Pero Esteban también trabaja como jefe de proyectos en Rocknrolla Producciones, promotora de conciertos responsable de Sala X y Sala La2 en Sevilla y de numerosos festivales y eventos musicales. Además, es el artífice de Kill your idols, una clase magistral sobre la gestión del fracaso en proyectos musicales que la Fundación SGAE ya ha organizado en varias ciudades del territorio español.
Vamos a centrarnos
En realidad, si tengo que definir quién soy en la industria musical, me gusta pensar que soy un tipo que fracasa en la mayoría de las cosas que se propone. Quizás por oposición a las dinámicas generales, que nos empujan a híper editar nuestros feeds en redes, dejando solo lo que brilla y metiendo bajo el felpudo todo lo que escuece. O quizás porque no me queda más remedio. Pero hace años que no me cuesta trabajo hablar de las veces que las cosas no me salen bien e identificar qué aprendo de estos fracasos y cómo mejora mi desempeño profesional a raíz de ellos. Esto me ha hecho entender que hay problemas estructurales en la escena musical independiente que podemos solucionar sin tener que pelearnos con grandes fondos de inversión internacionales ni con grandes multinacionales. Y menos mal.
Me gusta pensar que existe un afluente compartido de sentido común en las personas de la industria al que se puede apelar para intentar cambiar las cosas que creo que hay que cambiar. Del mismo modo que me niego a dejarme llevar por el cinismo y la autocomplacencia para posicionarme en un pedestal imaginario desde el que sentar cátedras inventadas. Por esto es que, desde hace años, vengo contándoles a todas las personas que quieren escucharme que es necesario trabajar para desactivar las narrativas sobre el éxito que se manejan en la industria musical hoy en día.
ER contando cosas en Monkey Week Pro
Escribo esto en la semana de los Grammy Latino en Sevilla, en un momento en que tengo la sensación de que la mayoría de la población percibe la música, ya definitivamente sin rubor, como el rumor de fondo de una experiencia meramente transaccional. A nada que nos paremos un momento a mirar de cerca, es muy fácil ver cómo la industria apela a argumentos que nada tienen que ver con la música en sí para construir los relatos de éxito y fracaso que vertebran las dinámicas dentro del sector. A fin de cuentas, es normal que queramos triunfar en la vida, imagino. Y esto no tiene que ver con que yo conecte personalmente o no con la música que consigue los mayores éxitos hoy, sino con el efecto que todos los atributos que se asocian hoy al éxito en la música tiene sobre la población del sector que a mí me interesa: la que acaba de llegar, la que está trabajando por llegar.
Por eso a mí los Grammys, los grandes festivales, los billones de streams de Ed Sheeran o los 540 millones de dólares que se supone que vale Beyoncé Knowles (¡qué asunto este de tasar en dinero a seres humanos, por otro lado!) me dan lo mismo. Acaso me sirven como indicadores del extremo del espectro en el que no me muevo. Como señales luminosas de las arenas movedizas en las que no hay que adentrarse. Como ejemplos de éxito normativo a los que, no nos engañemos, no se llega como te han contado que se llega.
LO DICE ESTEBAN RUIZ
En este vídeo, Esteban Ruiz (I Am Dive, WAW Records) viene a contarnos que el éxito no siempre es como nos lo habían contado, y que del fracaso también se aprende. Haz clic y escúchalo en sus propias palabras.
Verdades incómodas
Vamos a delinear algunas de las verdades incómodas que creo que debemos empezar a digerir y, acto seguido, cambiar. Para empezar, creo que es fundamental que asumamos la necesidad de resignificar nuestra profesión y que empecemos, todas y todos, a movernos en narrativas que dignifiquen nuestro oficio desde los niveles emergentes. Mejorar los niveles de capacitación profesional de las personas que llegan al sector es primordial para conseguir una población joven más diversa y más capaz de liderar sus propios procesos, con mejores habilidades para entender las oportunidades y las amenazas del sector desde puntos de vista más innovadores y acordes a los nuevos paradigmas sociales.
Y creo que estas estrategias de resignificación y dignificación del oficio, así como de impulso de la capacidad profesional, son completamente fundamentales para conseguir desarticular de forma eficaz los conceptos normativos de éxito y fracaso que hoy se han extendido en la industria musical de forma mayoritaria. Desde nuestros despachos y nuestros espacios de influencia, más o menos establecidos, más o menos relevantes, estamos contribuyendo a un contexto en el que se asocia el éxito a la viralidad, la popularidad inane, la ostentación y el lujo. Un contexto que desmantela años de mensajes favorables a la igualdad de género, un esquema de contenidos diseñado a medida de un plan mucho más amplio que el exclusivamente musical y que demuele de forma sistemática el talento, la paciencia, el sentido común, la carrera de fondo, el arte.
“El número de seguidores que tengamos en redes sociales no puede condicionar la creación artística”
Es evidente que la música nunca ha sido una industria exclusivamente musical, y uno de mis objetivos en la vida es no ser el señor mayor desubicado que me decía, hace veinticinco años, que Radiohead o Pearl Jam eran gente drogada dando gritos y haciendo ruido. No es eso, no es tan simple, pero creo que es imperativo trabajar para que las generaciones más jóvenes entiendan que se puede tener una carrera profesional en esta industria sin ser una persona famosa. Que el número de seguidores que tengamos en redes sociales no puede condicionar la creación artística. Que la popularidad puede llegar a ser una consecuencia del éxito en la carrera de una persona que hace música, pero nunca debe ser el fin en sí mismo. Y, consecuentemente, tenemos que empezar a contar casos de fracaso con naturalidad y con la profundidad que merecen, porque son una fuente de aprendizaje realmente valiosa que estamos drenando artificialmente en los últimos años.
Tal y como yo lo veo, nuestra responsabilidad como profesionales de la escena independiente es crear espacios seguros y sostenibles para que la gente haga hoy la música que quiera, en las mejores condiciones posibles y de la forma más consciente posible, desde abajo, armando proyectos con las menos fisuras posibles. Si conseguimos generar un ecosistema así, empezaremos a ver cómo cada vez más artistas independientes construyen carreras sólidas y entregan una producción artística más diversa, original, interesante y valiosa desde el punto de vista de los discursos identitarios de los territorios y, por contraposición, menos homogéneas y menos aburridas. Si somos capaces de construir espacios como estos, las nuevas generaciones de artistas y profesionales de la industria musical en España serán más capaces de localizarse en el esquema global del sector, estarán mejor capacitados y serán más capaces de entender qué caminos deben recorrer para ser más felices haciendo lo que más les gusta, que es, en definitiva, por lo que yo estoy en esto desde hace tantos años.
Ilustración
Miguel Sueiro/Baliente
Fotografías
I Am Dive por Ángel Bernabeu
Esteban Ruiz por Javier Rosa
Vídeo
Esteban Ruiz (realización)
Abel Cabrerizo/Baliente (edición)
Enlaces
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