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CULTURA Y OCIO SOSTENIBLES

Artistas, festivales y salas buscan reducir su impacto social y medioambiental

POR EMILIO R. CASCAJOSA

A finales de 2019, coincidiendo con el segundo año más cálido jamás registrado, Chris Martin anunció que Coldplay no saldría de gira hasta garantizar un menor impacto medioambiental. Inspirados por la joven activista Greta Thunberg, los británicos lanzaron una pregunta muy sencilla: “¿En qué clase de mundo quieres vivir?”.


Al final fue un virus de alcance mundial lo que les impidió compartir su música en vivo, pero no iban mal encaminados. En la gira de su último disco de estudio, Music of the Spheres (2021), Coldplay han cumplido la promesa intensificando su particular revolución verde con propuestas como un escenario cubierto de placas solares, baterías alimentadas con aceite de cocina reciclado, confeti biodegradable o un suelo cinético diseñado por BMW para suministrar energía al concierto a partir de los movimientos del público. “Cuando diga a la gente que salte, será para que no se apaguen las luces”, explicó Chris Martin a la BBC.

Energías renovables en la gira sostenible de Coldplay

Pero Coldplay no son los únicos abanderados contra el cambio climático. Artistas como Massive Attack o Radiohead también llevan años postulándose al respecto. Billie Eilish, por ejemplo, ha instalado en sus actuaciones su particular Eco Village, una zona donde el público puede aprender sobre el cambio climático y rellenar con agua gratis sus botellas reutilizables, eliminando así la venta de plásticos de un solo uso.


En España, artistas como Alejandro Sanz se han sumado a esta tendencia anunciando que reducirán las emisiones en sus bolos. Pero, como indicaba el primer Informe sobre Sostenibilidad y Cultura en Cataluña, solo el 13% de las organizaciones culturales miden el impacto medioambiental de su actividad. “Hacen falta más artistas que hagan suya la bandera sostenible”, opinaba recientemente Miquel Curanta, director del Institut Català de les Empreses Culturals (ICE). “La energía está aumentando mucho su coste y esto va a empujar inevitablemente a que las industrias culturales tengan que reinventarse”, apunta Teresa Suso de Omawa, una consultora tecnológica especializada en integrar la sostenibilidad en eventos como el festival Sonorama. “Llegará el momento en el que los promotores de eventos tendrán que plantearse si es factible realizar un festival independiente energéticamente emplazándolo al aire libre o si resultará más rentable cambiar a un recinto cerrado perfectamente equipado”.


Un ejemplo de compromiso medioambiental lo encontramos en Antonio Arco. Tras décadas de giras interminables, el músico granadino decidió dar un paso adelante en este sentido. “Desde el momento en que volvimos a hacer conciertos, el compromiso se ha hecho más evidente, por las distancias y la frecuencia”, comenta el ex miembro de El Puchero del Hortelano. “Intentamos usar el mínimo número de vehículos para desplazarnos a nuestros conciertos o ensayos, y también calculamos el impacto de la huella de carbono de Arco. En general son medidas sencillas. Pero un poquito, entre muchos, al final es bastante”.

Antonio Arco, autor sostenible

Objetivo: impacto cero

Con más de 890 espectáculos y 1,8 millones de asistentes, España se coronó en 2019 como el primer destino turístico festivalero de Europa. Estas cifras, traducidas en términos de contaminación, se acercaron a un impacto sobre la huella de carbono de cinco kilos de CO2 por persona para los pequeños eventos, y más de veinticinco kilos en el caso de los grandes festivales. Si quisiéramos desmenuzar la huella de carbono media de una gira, la cosa quedaría más o menos así: el 33% provendría de los viajes del público, el 34% de lo generado por el recinto, el 12% del merchandising, el 10% de los alojamientos, el 9% de viajes del grupo y el 2% de las actividades promocionales. Si nos centramos en el campo de la música popular en vivo y comparando los indicadores de 2021 con los de 2020, el último Anuario SGAE de las Artes Escénicas, Musicales y Audiovisuales ofrece un aumento del número de conciertos del 40%, del 59,4% en la asistencia y del 49,5% en la recaudación. Estos incrementos en las cifras, que incluyen datos de macro festivales, señalan una evolución hacia niveles prepandémicos.

“Actualmente hay un reclamo sobre la necesidad de integrar sostenibilidad en los eventos culturales” (Paula Ráez, Gabeiras & Asociados)

El 28 de noviembre de 2022 se aprobó la Directiva de Informes sobre Sostenibilidad Corporativa (CSDR). Esta actualización de la norma pretende igualar la sostenibilidad en los ámbitos social, ambiental y financiero. El 19 de diciembre entró en vigor y España tiene 18 meses para aplicarla. “En general, la acción política nace de inquietudes sociales y, a su vez, la normativa llama la atención sobre conflictos de los que parte de la sociedad puede que no fuera consciente”, comenta David Fernández Guerra, jefe del Gabinete de Planificación de Economía Circular en la Junta de Andalucía. “La norma abarca un ámbito de aplicación mucho más amplio que el sector cultural y de ocio, por lo que, si bien dentro de dicho sector se han llevado a cabo iniciativas pioneras antes de la propia existencia de las obligaciones normativas, como el uso de vasos reutilizables en festivales, no podríamos decir que ese compromiso ha conllevado la aparición de la norma como tal, aunque ha ayudado a concienciar a los legisladores”. En virtud de este movimiento normativo y estratégico europeo, acelerado por la crisis de la Covid-19, se ha producido una revolución industrial vinculada a la sostenibilidad.

Festival Sinsal, iniciativa modélica en la isla de San Simón

“Actualmente existe un reclamo sobre la necesidad de integrar la sostenibilidad en los eventos culturales “, comenta Paula Ráez, de Gabeiras y Asociados, un despacho de abogados pionero en derecho cultural. “Ante la urgente necesidad de aplicar políticas sostenibles y responsables en las industrias culturales, la Asociación de Festivales de Música (FMA) ha elaborado un plan de acción para la adaptación de estos eventos al marco de la Agenda 2030, comprometiéndose con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados por las Naciones Unidas”. La FMA propone abordar la sostenibilidad en la cultura desde un punto de vista transversal, teniendo en cuenta no solo la dimensión medioambiental, sino también la económica y social. Aquí entran en escena los ODS, medidas para promover la prosperidad y proteger el planeta. Aunque no sean jurídicamente obligatorias, se espera que los gobiernos, instituciones y empresas terminen adoptándolas como propias. Fin de la pobreza, igualdad de género, acción por el clima o producción y consumo responsable son algunos de los diecisiete ODS sobre los que se estructura este “nuevo mundo deseable”.

Macro eventos por el cambio

Está claro que los festivales son efímeros, pero su impacto no. La huella de carbono de un festival es un indicador que se emplea para describir el efecto total que este tiene sobre el clima, analizándolo en relación con las emisiones de gases de efecto invernadero que se liberan a la atmosfera durante todas las etapas de su desarrollo. “La Economía Circular abarca toda actividad de producción y consumo de bienes y servicios y, por tanto, es perfectamente aplicable a un evento cultural o de ocio”, apunta David Fernández Guerra. “Desde el diseño del evento hasta la fase final de desmantelamiento, se pueden adoptar medidas para minimizar el llamado coste del ciclo de vida del servicio”.

Sonidos Líquidos, un evento con el sello A Greener Festival

Paula Ráez, que ya ha trabajado con eventos del calibre del Festival Sinsal (Isla de San Simón, Redondela) o el Sonidos Líquidos (Lanzarote), asegura que “los festivales pueden contribuir a los ODS”. Un buen ejemplo sería Tomavistas, un proyecto madrileño que lleva años apostando por convertirse en una productora de eventos musicales con huella cero. Otros macro eventos como el Primavera Sound, adherido a los ODS desde 2019, o el Festival Cruïlla, trabajan para evaluar su eficiencia en términos medioambientales. Tampoco deberíamos olvidar iniciativas como el canario Sonidos Líquidos, que cuenta con la etiqueta europea a la sostenibilidad A Greener Festival.


Aunque el mayor aplauso se lo lleva el Festival Sinsal, que lleva trabajando desde hace quince años sobre varias líneas para reducir su impacto. María Baqueiro, su responsable de sostenibilidad, tiene claro el camino a seguir: “Cuando pensamos en cómo queríamos que fuesen nuestros eventos, los definimos como próximos, participativos, horizontales, abiertos, educativos, respetuosos con las personas y con el medio ambiente y volcados con la conservación del patrimonio natural y cultural. En base a estos principios es como hemos estado trabajando todos estos años”.

ARTISTAS, FESTIVALES Y SALAS CON EL MEDIO AMBIENTE

Aunque lograr un espectáculo climáticamente neutro es una meta compleja, España aboga cada vez más por la sostenibilidad de la música en vivo. Para tener una idea más certera sobre la nueva tendencia verde en cultura y ocio, entrevistamos a Paula Ráez (Gabeiras y Asociados), Teresa Suso (Omawa), Bruno Muñoz (Singulive), María Baqueiro (Festival Sinsal), David Fernández Guerra (Economía Circular de la Junta de Andalucía), Adrián Blanco (site-manager) y Antonio Arco (músico), todos claros ejemplo de compromiso con el medio.

A la pregunta: ¿pueden ser los festivales sostenibles?, la respuesta es positiva, pero urge tomar medidas que irían desde la gestión de residuos hasta el uso de energías renovables o la contratación de proveedores y productos de proximidad. También existen propuestas que se apoyan totalmente en la tecnología, como el uso soluciones cashless para el pago de productos o la digitalización de entradas, programas de mano y merchan.


Bruno Muñoz, por ejemplo, cuenta con un background de décadas al frente de la industria discográfica independiente española. El CEO del sello Lovemonk lanzó recientemente, junto a un par de socios, una nueva propuesta llamada Singulive. Podríamos entender su modelo de negocio como una promotora; al fin y al cabo, ofrecen actuaciones en vivo. La diferencia es que con Singulive todo sucede en el metaverso. “No disponemos de estudios comparativos en este sentido”, comenta Muñoz. “Pero intuimos que un evento al que pueden acudir miles de personas de todo el mundo sin necesidad de desplazarse supondrá necesariamente un ahorro energético significativo. Es cierto que hay mucha controversia con las criptomonedas en cuanto a la cantidad de energía eléctrica que se necesita para minar los blockchains. Sería el talón de Aquiles de esta tecnología. Sin embargo, ya estamos viendo blockchains eco que prometen utilizar exclusivamente energías verdes”.

“Las salas de conciertos deberíamos postularnos como abanderadas del cambio, modelos de negocio sostenibles” (Silvia Moreno, CREADI)

En menor medida, esta tendencia hacia la sostenibilidad también ha atravesado la membrana de las salas de conciertos, espacios permanentes donde la adopción de un plan de sostenibilidad se antoja más fácil. “Las salas son espacios que ya están construidos, no son recintos de creación efímera que a corto plazo generan un gran impacto medioambiental difícil de compensar”, comenta Silvia Moreno, de la Asociación de Salas de Conciertos CREADI. “Por eso, deberíamos postularnos como modelos de negocio comprometidos con el medio ambiente y sostenibles a todos los niveles, también en materia de inclusión, conciliación, igualdad y empatía con la comunidad y la zona donde nos ubicamos”. Claramente, nos enfrentamos a “un cambio de mentalidad, y debemos concienciarnos y concienciar también al público”.



The 4AD Muziekclub, la sala más verde de Flandes

Un ejemplo de buenas prácticas lo encontramos en The 4AD Muziekclub, una sala de tradición DIY enclavada desde 1988 en la ciudad belga de Diksmuide. “Un estudio nos mostró que nuestro club, aunque tenga una capacidad para solo 250 personas, emitió 66 toneladas de CO2 solo en 2012, 40% de las cuales se debían a la movilidad del público”, apunta Thomas Denys, uno de los responsables del espacio. “Las prácticas sostenibles son fundamentales para el desarrollo de una organización y crean conciencia entre el público y los artistas. A partir de esta mentalidad compartida, las mejoras crecerán de forma continua y orgánica. A nosotros nos permitió reducir nuestras emisiones de carbono a lo largo de los años y finalmente nos llevó a convertirnos en la primera organización cultural neutra en carbono en Flandes al plantar nuestro propio bosque”. En Diksmuide lo tienen claro: una sala, un bosque. Como arranque hacia una cultura sostenible no está nada mal.

Ilustración

Miguel Sueiro/Baliente

Fotografías

Arco por Jaime Walfisch

Vídeo

Guion: Emilio R. Cascajosa

Edición: Abel Cabrerizo/Baliente

Enlaces

Anuario SGAE 2022

Festivales FMA

Medición del impacto de los Festivales de Música

Festivales de música y Agenda 2030

Sonidos Líquidos

Festival Sinsal

A Greener Festival

Omawa

Singulive

Festival Tomavistas

Primavera Sound

Festival Cruïlla

The 4AD Muziekclub

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