TALENTOS

PAULA CONS

La directora y guionista imagina la historia de amor entre Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós en ‘Mi ilustrísimo amigo’

POR ANDREA G. BERMEJO

Hay un común denominador en las historias de Paula Cons (A Coruña, 1976), en su cine tan alejado del intimismo y el gusto por lo autobiográfico al que nos han acostumbrado las directoras de esta última década. Su interés por los hechos reales quedaba patente en su ópera prima, La isla de las mentiras (2020), en la que imaginaba en clave de thriller el trágico naufragio del buque Santa Isabel en la isla de Sálvora en 1921. En su segunda ficción como directora, Mi ilustrísimo amigo, estrenada en octubre de 2025, decodifica la historia de amor de dos grandes referencias de nuestra literatura, Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós, inspirándose en las cartas que escribió la autora de Los pazos de Ulloa (1886).


Antes de su llegada a las salas comerciales, la película ha hecho su recorrido (y recogido elogios) por varios certámenes de ámbito internacional. Por el momento ya ha ganado el galardón a mejor película en el Berlin Women Cinema Festival y el premio del público en el Festival de Cine de Madrid, además de la distinción a Lucía Veiga como mejor actriz protagonista en el Ourense Film Festival y en el Cine Paris Film Festival.


¿Cuál fue el germen de Mi ilustrísimo amigo?

Javier Pascual descubrió la historia de amor entre Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós mientras era guionista de El Ministerio del Tiempo y escribió el guion porque pensaba que merecía más que un capítulo de la serie. Conoció a Chedey Reyes, el productor, que se enamoró de la historia y que tenía claro que el guion debía dirigirlo una mujer.


Y a ti, ¿qué te interesó del guion?

Cómo una historia de amor, sexo y pasión del siglo XIX me resonaba tantísimo. Cómo podía ser tan sexy y tan sensual. Cómo todo lo que ocurría ahí, desde la infidelidad, desequilibraba según qué bando la ejerciese. Y cómo una mujer vivía su cuerpo, su sexualidad y el amor, estando separada, en el siglo XIX. Me interesaba todo eso y cómo lo vivían personas que eran interesantísimas, que eran dos de las figuras más grandes de nuestras letras. Quería intentar hacer una película poética porque tenía todos los ingredientes para serlo.

Paula Cons, aquí con los protas de Mi ilustrísimo amigo

Emilia Pardo Bazán era una mujer modernísima para su tiempo.

Ella era lo máximo. Para ella Benito fue el puñetero amor de su vida. Él le dice que se casen, pero ella dice que no. Y dice que no porque se da cuenta de la intención que hay detrás. Todas nos damos cuenta de las intenciones que hay detrás y nos dejamos engañar y nos comemos el mondongo del mito romántico. Pero Emilia Pardo Bazán, no. Y me encanta que esté tan segura de su valía. Era una señora que tenía mucho que contarnos a las de hoy en día. El peligro era, más bien, que ella se llevase la peli, porque Galdós era un hombre maravilloso. Con todo, era el mejor de la tienda en el siglo XIX.


¿Qué hiciste para que ella no se robase el show?

El actor, Paco Déniz [que interpreta a Benito Pérez Galdós], es muy expresivo, muy gracioso. Yo le contenía mucho y él me decía: “Es que ella me come”. Pero tenía que haber contraste. No podían estar los dos en la misma nota. Él está en otro código, callado, mirando. Era como un dique de contención aguantando la ola. A ella yo la sentía como un terremoto. Era una señora de esas de “me llevo el aire de la habitación todo yo”. La manera de trabajar con uno y con la otra era muy diferente.


¿Cómo diste con Paco Déniz y con Lucía Veiga?

Él venía ya en el proyecto. Cheney lo tenía claro desde el principio. Pero en cuanto vi pruebas de él ya me gustó. Y en cuanto los vi juntos dije: esto está hecho. Lo de la química suena a frase hecha, pero es verdad. Y ella ya la ves, es una máquina absoluta. Tampoco tengo mucho mérito, porque Lucía Veiga había hecho Rapa, era muy conocida por la serie. Tenía el físico perfecto y me gustaba mucho como actriz.

Lucía Veiga interpreta a Emilia Pardo Bazán, un terremoto del s. XIX

UNA HISTORIA ANTIGUA PERO MODERNA

Mi ilustrísimo amigo es, esto hay que decirlo, una historia de amor no romantizada. “Si lo ves así, me chifla”, admite Paula Cons. “Porque quería ver el sentimiento donde está. No inventarlo. También quería transmitir esa cosa de “vivir el momento”. Eso de “aquí existimos tú y yo ahora, ya nos atropellará después el mundo”. Evidentemente, hay una imposibilidad, hay una sociedad que, por muy modernos que sean los personajes, no deja de ser del siglo XIX… Y desde luego, todos intentamos trabajar desde la grieta. Para mí las películas son los personajes, ni trama ni nada, y aquí es desde donde he intentado trabajar. Así he construido las secuencias y la relación entre ellos”.


Háblame de la puesta en escena.

Yo sentía que podría haber un prejuicio porque los personajes fuesen del siglo XIX, algo que no se merecían, porque eran muy modernos. Eso intenté evitarlo desde la puesta en escena. Martin Eden (2019), de Pietro Marcello, y Deseando amar (2000), de Wong Kar-Wai, han sido mis grandes referentes para la puesta en escena. Quería, por ejemplo, que el encuentro entre los personajes fuese muy sensitivo, porque me parecía que era lo que pedían las cartas de Emilia Pardo Bazán. Lo que tenía claro es que no podía hacer una película de cartas y que saliesen en off. Intentaba darle otra cosa y me pregunté qué es lo que sientes cuando lees una carta y, sobre todo, esa carta que te puede importar tantísimo. A mí me gusta mucho trabajar en equipo y lo mejor de eso es que, a veces, eso que a ti te parece una locura el equipo te lo compra, te arropan.


¿Cómo ha sido el trabajo con el compositor de la banda sonora?

Fue un privilegio trabajar con Gonzalo Díaz Hierro. Yo quería música anacrónica, contemporánea, muy sensitiva… Durante el montaje me mandó música que ya es la que se quedó. Eso en mi vida me había pasado, poder montar con la música ya casi definitiva. Eso es importantísimo para el ritmo de montaje. ¡Cómo me pudo entender tan bien!

Benito y Emilia cuando no había fueguitos de Instagram

Mi ilustrísimo amigo conecta con tu interés por el punto de vista femenino, por rastrear las historias de mujeres del pasado que fueron excepcionales de una forma u otra.

Sí. Ahí es donde entro yo en esta historia. Con los hechos reales siempre me encuentro muy cómoda por mi faceta de periodista. Pero después siempre quiero encontrar lo que no salía publicado, lo otro, las personas. Y, efectivamente, cómo se enfrentaban las mujeres a lo social, pero también al momento personal de lo que les estaba ocurriendo.


Hablemos de tus obras anteriores. El estreno de La isla de las mentiras fue justo al comienzo de la pandemia. ¿Cómo afectó eso a la vida de la película?

Fue a Filmin y después se estrenó en salas en Galicia. Al final estuvo once semanas en cines. Mi lema vital es del defecto hacer virtud. Esa película lo hizo. Nos pilló de pleno la pandemia y se tomó la decisión de ir a Filmin. Y ahí la verdad es que la prensa al completo se volcó. Se trató como un estreno cinematográfico, pero más. Mucha gente me dijo que parecía que el viernes del estreno había que ver en Filmin La isla de las mentiras. No sé si hubiese conseguido esa difusión en unas circunstancias normales.

Con cada logro me sentía arropadísima y lo celebrábamos una barbaridad. Sí que me ha penalizado después, a la hora de recibir subvenciones, porque se tiene en cuenta cuántas entradas has vendido. Yo estrené en pandemia cuando la mitad de la sala se quedaba fuera. Pero, para mí, ver en el cine a señoras que casi no iban ni al supermercado fue épico… La película tuvo buen recorrido, estoy feliz de cómo le fue.

“Senté a mi madre en la cocina cuando tenía 18 años y le dije que quería hacer cine. Para ella era como si quisiese ser astronauta”

Tu formación es de periodista. ¿Cuándo te picó el gusanillo del cine?

Yo senté a mi madre en la cocina cuando tenía 18 años y le dije que quería hacer cine. Para ella era como si quisiese ser astronauta. Le parecía que era tirarlo todo por la borda, porque yo era muy buena estudiante. No había dinero para irse a Madrid a estudiar cine. Ni de broma. Así que se fue acallando mi deseo. Pero mis amigos de la universidad cuentan que yo estaba todo el día hablando de cine. Yo lo fui intentando. Me presentaba a concursos, gané uno de guion súper gordo… Trabajé de periodista y acabé cayendo en una productora que también hacía cine y surgió la oportunidad de hacer la producción ejecutiva de una película. Tomé decisiones loquísimas. De pronto me vi divorciada, con un bebé de quince meses y la empresa en la que estaba en concurso de acreedores. Y, como productora, me puse a sacar adelante una película de la que ya tenía 600.000 euros de financiación, Lobos sucios [Simón Casal, 2015]. No sé si era la mejor decisión, pero al final lo tienes dentro y sigues adelante.


¿Cómo nació tu amor por el cine?

Yo era la típica niña a la que le gustaba escribir. Pero el cine era tridimensional, ¡otra liga! Me quedaba a escondidas viendo cosas por la noche. Las mayores epifanías son aquellas que suceden cuando ves una película que podrías haber hecho tú. En mi caso, Brigada Central. Al verla pensé “qué fuerza, qué suciedad, qué realismo, cómo de real es… ¿y esto se hace aquí?”. Me pasó lo mismo cuando vi las películas de Enrique Urbizu [que había sido uno de los guionistas de la serie Brigada Central]. Y también reivindico lo que sentimos todas cuando vemos una película dirigida por una directora. Amo a Jane Campion por encima de todas las cosas y creo que El piano [1993] fue fundacional para muchas. Y Coixet, claro.

¿EL DOCU O LA FICCIÓN?

Cons en pleno rodaje de su última peli

Periodista de formación, Paula Cons ha desarrollado ese oficio también en sus documentales. “Yo siempre estoy con un pie en cada lado”, resume. “En mi día a día me cuesta decidirme entre la ficción y el documental. Pero quiero un poquito más a la ficción, me llena la vida de otra manera. Donde yo noto que uní todo fue en ¿Donde está Marta? [Netflix, 2021], sobre la desaparición de Marta del Castillo. Saqué mi faceta periodística, pero también quise narrar”.


¿Cómo es hacer un true crime para una gran plataforma como Netflix viniendo del cine independiente?

Me llamaron y yo les decía que no me interesaban los sucesos, y ellos: “Pues sí, precisamente por eso queremos que lo dirijas tú”. Son súper respetuosos con los autores y fue un alivio trabajar en algo en lo que no tuviese que estar pendiente de cada fuente de financiación. Fue muy enriquecedor. Pero [trabajar sobre el caso de Marta del Castillo] también fue, en lo personal, una experiencia muy dura. Te quedas un poco traumatizada, te pasas meses hasta que se te pasa el susto.


¿Como madre?
Como madre y como persona. Fue vital tener como productora a una mujer, que me apoyó, me cuidó y veía las cosas como yo. Ella me decía mucho que obviamente a esta niña no la íbamos a encontrar, que íbamos a contar su historia de la mejor manera posible y hacer una reflexión social… Pero, al final, te empeñas en encontrarla. Cometes el primer error básico.

“Me siento poco interesante como para hablar de mí, pero al final vas dejando tu personalidad en cada proyecto”

Tu cine se desmarca de la tendencia de las películas dirigidas por mujeres estos últimos años. No haces un cine personal, sino que has tocado el thriller, el true crime

Yo no tengo el valor para hablar de mis cosas, me siento poco interesante como para hablar de mí, pero al final vas dejando tu personalidad en cada proyecto. Sobre todo, en tu manera de ver los personajes. Esto me lo decía Mirito Torreiro sobre La isla de las mentiras. Que era muy distinta y rara dentro del panorama del cine español. Por el ambiente, por la atmósfera… En los proyectos que estoy intentando sacar adelante tampoco hay autoficción, pero sí hay una línea política. Quiero reflejar problemas que me importan, y siempre los hechos reales y nuestra historia de una manera u otra.


¿Y puedes contar algo más de esos proyectos?
De uno no puedo hablar, porque me mata la productora. Pero digamos que es sobre una conquista social que ha sido importantísima en nuestro país… y es una historia preciosa. Y el otro reflexiona sobre el abandono a las víctimas de las torturas franquistas, sobre todo las del final del franquismo. Es un tono parecido al de Un simple accidente [2010], de Panahi, humor negro, drama… Estamos muy contentas, porque contamos con Antonio Resines.

El tráiler de Mi ilustrísimo amigo te pone las carnes trémulas

Firma invitada

Andrea G. Bermejo (Albacete, 1984), autora de este reportaje, es redactora jefa de la revista Cinemanía y colaboradora de Historia de nuestro cine (La 2). También codirigió el documental El hombre que diseñó España (2019). Actualmente prepara un libro sobre la cineasta Cecilia Bartolomé titulado ¿Quién teme a Cecilia Bartolomé?


Ha colaborado en medios comoEl Duende, Jot Down, Gentleman, Yorokobu o VICE, y ha sido profesora asociada en la Universidad Carlos III y en el Máster de Periodismo Cultural de la Universidad San Pablo CEU.


Ha firmado varias cosas en esta revista. Entre las más recientes, una entrevista a Ana Vázquez (Olympo) sobre el trabajo de dirección con menores


Fotografías

Netflix (retrato)

Fernando Torres (rodaje)

Enlaces

Paula Cons

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LABORATORIO DE GUION EN GALICIA

Paula Cons (segunda por la dcha.) en el laboratorio de guion

Paula Cons es la tutora del Laboratorio de Guion 2025 de Fundación SGAE en Galicia, convocado por el Consejo Territorial SGAE. Este año han resultado seleccionados los proyectos de Noemí Chantada (largometraje de ficción) y Xosé Antón Moure (documental). Además de la propia tutoría, cada uno ha recibido una beca de 1.500 euros y ambos participaron en una residencia creativa con Paula Cons en nuestra sede en Santiago de Compostela. En las sesiones de trabajo participaron también profesionales como Lidia Fraga (guionista) o Xavi Font (músico y productor audiovisual).


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