EDITORIAL
¡LARGA VIDA A LOS FESTIVALES!
La voz contra el postureo de Zoom y Webex
POR JUAN CARLOS FERNÁNDEZ FASERO
Director Comercial SGAE
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Estados Unidos, 1969. Michael Lang y Joel Rosenman llevan tiempo dándole vueltas a la idea de organizar un festival de música. Al margen de lo artístico, también podría ser una buena forma de protestar contra la guerra de Vietnam, y de paso sacarse un dinerito para el estudio de grabación que estaban proyectando.
La época hippie fue convulsa. Los jóvenes estadounidenses estaban hastiados de guerra y necesitaban vías de escape como la marihuana y la música. Pero no fue fácil encontrar un lugar para celebrar aquella fiesta. Al final consiguieron convencer a un granjero de Bethel, condado de Sullivan, en el estado de Nueva York. Calculaban vender unos 60.000 tickets para tres días de buena música y 32 shows: Joan Baez, Santana, Janis Joplin, The Who, Jefferson Airplane, Joe Cocker, Jimi Hendrix…
Así nació el festival de Woodstock. Se calcula que, al final, asistieron más de 400.000 personas, y que cerca de 250.000 no consiguieron llegar a las proximidades de la granja debido a los descomunales atascos. Se calcula, también, que los últimos en marcharse del recinto tardaron aproximadamente una semana en conseguirlo. La logística de aquel evento fue un desastre y, por supuesto, las pérdidas económicas fueron considerables. Pero Woodstock quedó marcado como un hito emocional para cualquier persona aficionada a la música en directo.
Un festival es eso, emociones. Distintos artistas, distintos estilos musicales y, alrededor de todo ello, un número de experiencias que amplifican el placer e incorporan el evento al bagaje de nuestra memoria.
Un festival es, casi siempre, una serie de varios días de conciertos en un recinto no convencional, preferentemente al aire libre, con zonas de esparcimiento, de ocio, musicalizadas o no. Puede incluir zonas de acampada, grandes aparcamientos, etcétera. Aunque hay diseños muy diversos.
“Los festivales se han convertido en fenómenos que conjugan la música con la experiencia y presentan un factor turístico importante”
En España, y especialmente desde el año 2005, los festivales se han convertido en fenómenos que conjugan la música con la experiencia y presentan un factor turístico importante (así hemos llegado al llamado turismo de festivales). Con el liderazgo de Cataluña, Andalucía y la Comunidad de Madrid, es difícil encontrar un territorio que no tenga un festival de referencia: Primavera Sound, Sónar, Arenal Sound, Mad Cool, FIB, BBK Live…
Obviamente, el fenómeno es global, con Inglaterra a la cabeza (Glastonbury, Download, Reading, Leeds o Creamfields). Hay festivales de todos los estilos, o mixtos. Algunos presentan cifras estratosféricas de asistentes, como los 800.000 que congrega (sumando todos los días) el Festival Interceltique de Lorient, en Francia.
En el año 2020, el investigador y docente en Ostelea Tourism Management School, Yadur González, elaboró el informe Festivales musicales 2020, donde hablaba precisamente del potencial de estos eventos en Europa. Alemania figuraba como el principal mercado del continente, con un precio medio que llegó en 2018 a los 178,12€ por entrada. Antes de la pandemia, se predecía que ese mercado se expandiría hasta los 2.100 millones de dólares en 2023.
En 2019, Foro Sol (Ciudad de México) lideró el ranking de los principales estadios/festivales al aire libre en todo el mundo por el número de entradas vendidas para conciertos. Lo seguían Wembley (Londres) y varios recintos alemanes: Hockenheimring, Rhein Energie Stadion y Olympiastadion. El Wanda Metropolitano (Madrid) ocupaba el 17º lugar.
En este número de la revista encontrarás festivales importantísimos, como Quilmes Rock (Argentina), Rock in Rio (Brasil, aunque exportado a otros países), Low Festival (España), Havana World Music (Cuba) o Vive Latino (México, aunque este año tendrá una edición gemela en España).
“El valor de este tipo de eventos creció hasta alcanzar, en 2019, el 58% de las ventas totales de entradas de conciertos”
Según recogía el Anuario SGAE en los ejercicios previos a la pandemia, el peso de los macrofestivales en la economía de la música en vivo es muy claro. El valor de este tipo de eventos creció hasta alcanzar, en 2019, el 58% de las ventas totales de entradas de conciertos (más de 221 millones de euros). No se trata, ni mucho menos, de quitar importancia al circuito de salas y teatros, que es el auténtico vivero del ecosistema musical en cualquier país. Debemos cuidar esos recintos. Pero se debe destacar la importancia de los festivales no solamente como dinamizadores del mercado musical en directo, sino también por sus efectos indirectos en otros ámbitos, con el turismo y la hostelería entre los principales beneficiados.
Después del bache producido por la covid en 2020 y 2021, las previsiones vuelven a ser halagüeñas en la mayoría de los países y sitúan a España en el puesto número 13, con una estimación de crecimiento de 275 millones de dólares para 2023. Aun así, el sector tiene que hacer frente a las pérdidas ocasionadas por la pandemia en los dos años anteriores.
Ahora mismo comienza la temporada de festivales y las expectativas, como digo, son muy buenas, tanto en el aspecto económico como en el emocional, que al fin y al cabo es la clave para el asistente. Esperemos que así sea.
¡Larga vida a los festivales!
Audio
Autoría y locución: Juan Carlos Fernández Fasero
Música: “Augas mansas”, de Juan Carlos Fernández Fasero
Producción: Fernando Sainz