A MI BOLA
MERITXELL COLELL
Regresa con Dúo (2022), una segunda película vital y emocional rodada entre Argentina y Chile
POR RUBÉN ROMERO SANTOS
Una pareja de actores recorre el altiplano andino intentando cicatrizar las heridas de su relación. Este es el argumento de Dúo, segunda película de Meritxell Colell Aparicio (Barcelona, 1983) tras la deslumbrante Con el viento (2018). De aquel filme, que ganara sendos galardones a la Mejor Película en la sección Zonacine del Festival de Málaga y en el Festival D’A, retoma el diálogo femenino intergeneracional y a su personaje/actriz fetiche, la bailarina Mónica García, a la que vimos por última vez en un pueblecito de Burgos. Esta vez, Mónica y Meritxell han viajado hasta Chile y Argentina.
¿De dónde surge la idea de retomar el personaje de Mónica para una segunda película?
Cuando terminamos Con el viento, tanto Mónica como yo nos quedamos con ganas de seguir trabajando juntas. Me parecía muy interesante la idea de que una crisis abre otra. Después de todo lo que le sucede a su personaje en el pueblo de Burgos, quería mostrar cómo es volver a la vida.
¿Y por qué decides trasladar la acción a Argentina y Chile?
La idea de trabajar con Argentina nace desde el momento en el que resido allí y veo la forma que tienen de sacar adelante los proyectos. Viví en Buenos Aires de 2005 a 2008. Realicé un viaje a Jujuy y fue una experiencia transformadora de la que volví con un recuerdo súper bonito del lugar y sus carnavales. Quería regresar a lugares donde lo comunitario sigue resistiendo, donde las comunidades funcionan de forma asamblearia y donde el arte y la vida se dan la mano.
¿Qué te llevó a instalarte en Buenos Aires en aquel momento?
Estudié Comunicación Audiovisual y la universidad me ofreció una beca de intercambio con la Universidad del Cine de Buenos Aires. Fui a estudiar a un semestre y a hacer el trabajo de Fin de Grado y descubrí la ciudad y su mundo cultural. Buenos Aires es un lugar fantástico para la gente joven, en España cuesta más que te den una oportunidad cuando nadie te conoce. Ahí inicié mi carrera de montadora.
Pero después regresaste a Barcelona.
Después de casi tres años volví para colaborar en el proyecto pedagógico Cinema en Curs. Seguía trabajando de montadora y pensando ya en realizar mi primer largo, Con el viento.
Pasaste casi diez años en la preproducción de Con el viento. ¿Por qué?
Porque me daba mucho miedo dirigir. Cuando lo tenía todo armadito llamé a la puerta de Carlos Brugueras y su productora, Polar Star. Le convenció esa idea de filmar con un dispositivo documental con seis o siete personas de equipo técnico. Tuvimos la suerte de que nos seleccionaron para L'Atelier de la Cinéfondation del Festival de Cannes, y eso nos ayudó mucho de cara a las ayudas del ICAA. Él invirtió mucho dinero, yo no cobré nada… y así conseguimos levantarlo.
Dúo ha tenido una preproducción más rápida.
La verdad es que nos sorprendió bastante. Presentamos Con el viento en 2018. Ese mismo año hicimos un viaje de documentación con el dire de foto y estando allí supimos que nos daban la ayuda del INCAA. Luego llegaron ICAA, Ibermedia, ICEC… Salieron todas las ayudas públicas, que es algo que me gusta reivindicar, porque hay un determinado tipo de cine que no existiría si no fuera por estas ayudas. Es muy difícil que televisiones o inversores privados entren en historias que, a priori, no tienen un público muy amplio en salas comerciales. Dúo es una película hecha con dinero público.
Los personajes viven un viaje emocional. Suponemos que algo parecido os ha pasado a vosotros.
Fuimos de comunidad en comunidad haciendo lo que hace la pareja, presentándole el proyecto a los atacameños para ver si les interesaba. Después volvimos para rodar con un equipo de once personas, contando a los actores. Una caravana con dos coches y una furgoneta vieja. Fue complejo, porque son caminos muy difíciles, pero nos ayudó que parte del equipo fuera salteño y jujeño.
Has trabajado con solo dos actores profesionales. ¿Cómo te planteaste la dirección de los indígenas?
Dormíamos en sus casas y comíamos en sus cocinas. Era algo que tenía muy claro que debía ser así para generar vínculos emocionales con ellos. Nos adaptábamos a lo que sucedía. Nos planteábamos de qué queríamos hablar en la escena y rodábamos sin guion y sin movimientos de cámara previos. Hacíamos largas tomas para después decidir qué incluíamos.
¿Y cómo procedías en esa selección?
En un primer momento, me interesaban los rituales. Después me di cuenta de que era una mirada demasiado colonialista. Me puse a buscar los relatos de mi abuela en las mujeres atacameñas. Me fascinan los puntos de unión entre las mujeres de allí y las de aquí.
Como en Con el viento, hay detallismo en el tratamiento del paisaje y de las fuerzas telúricas que moldean a los seres humanos. Incluso hay rituales de agradecimiento a la Pachamama. ¿Crees en ella?
Creo en la necesidad de pedir permiso y reconectarnos con lo que nos rodea. Damos por hecho que los recursos están ahí para nosotros y, sin embargo, en la cultura andina se pide permiso para atravesar un terreno con el ganado o para cultivarlo. Creo que es algo muy hermoso. De alguna manera, intento salir del antropocentrismo. El mundo no gira alrededor de los seres humanos, sino que nosotros formamos parte de algo mucho más grande que nos pasará por encima en cualquier momento, que nos da lecciones constantemente, pero que no sabemos escuchar.
“El cine es un oficio de espera, de atención, de escuchar”
Háblanos del proyecto pedagógico Cinema en curs. ¿Cómo ha influido en tu cinematografía?
Empecé con Cinema en curs en 2007, cuando tenía 23 años. No sería ni la persona ni la cineasta que soy si no lo hubiera hecho. No habría llegado a la dirección. Lo que tiene de maravilloso es acompañar a gente que descubre el cine por primera vez, lo que hace que tú misma lo descubras también por primera vez. Es como si lo descubrieras muchas veces.
¿Es visible esa experiencia en Dúo?
Creo que sí. Cinema en curs es un lugar político, de resistencia. El cine es un oficio de espera, de atención, de escuchar. Esa es la primera resistencia. La segunda es hacerlo de forma artesanal. Es una manera de creer en un cine colectivo, que lleva a una manera de acercarte a la realidad y al cine de una manera totalmente distinta de la industrial. Eso se ve en mis películas.
Hoy parece que nos invade el pesimismo acerca de la falta de público joven en las salas. Desde tu experiencia, ¿hay esperanza?
Se es muy pesimista con respecto a la muerte del cine y demás. Siento que es el momento de pensar, sentarse y entrar en acción. No esperar que las cosas vengan desde arriba, sino buscar maneras de cambiarlas. Aunque suene muy utópico. Pequeñas experiencias pueden ser transformadoras.
CONSEJOS PARA PRODUCIR CON LATINOAMÉRICA
Por Meritxell Colell
1. PREPRODUCCIÓN. Lo primero que hay que hacer es ver muchas películas. A partir de ahí, ver quién las ha producido e intentar contactar con las personas que las han realizado. En el caso el caso de Con el viento, que fue una coproducción entre España, Francia y Argentina, conté con la compañía argentina Habitación 1520, para los que había trabajado como montadora. Lo mismo ha pasado con Dúo, que es una coproducción España-Francia-Argentina-Chile. Si Macarena López hace una película como Rara (2016), y me parece interesante, ya hay una confianza y una afinidad creativa. Luego están los laboratorios. En Latinoamérica hay un montón: Bolivia Lab, Arica Nativa, el MIA Market romano, el foro de coproducción de San Sebastián, Ventana Sur… Hay que ver qué mercados y festivales están abiertos para crear puentes.
2. FILMACIÓN. Hay que hacer un trabajo previo antes de rodar para después confiar. Hago mis películas con un equipo muy reducido. No solo por una cuestión de recursos y por poder trabajar con menos presupuesto, sino por la intimidad y la relación que se genera en un equipo de menos de diez personas. Me permite trabajar desde un lugar transversal en el que se pueda discutir y reflexionar. Rodar un largometraje es un proceso muy largo y muy complejo. Tiene que ser una coproducción natural, porque, si no, es el horror y te condiciona mucho. En nuestro caso, como la película transcurre en Argentina y Chile, ya no era un problema. Además, en Argentina los técnicos están muy bien organizados y sindicalizados, y son maravillosos. Hay grandísimos directores de fotografía y sonidistas. Toda mi experiencia es fenomenal.
3. DISTRIBUCIÓN. Una de las grandes virtudes del sistema público argentino es que disponen de salas de exhibición. En el momento en el que recibes ayuda del INCAA, tu película puede ser exhibida en salas de todo el país. La red de cines públicos, que son más de 50, es fenomenal. El Instituto de Cine produce películas que después se van a ver sí o sí en su red de cines. En Argentina tienen cabida muchas formas de expresión cinematográfica, desde grandes producciones al cine más independiente, esa idea de “cine a pulmón”, pero de gran calidad. Hay una tradición no solo cinematográfica, sino cultural. Tienen un vínculo muy grande con las artes y la cultura.
Fotografía
Meritxell Colell por Núria Aidelman
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