¿Qué tienen en común la zona volcánica de la Garrotxa (Girona), el balneario de Baños de Montemayor (Cáceres) o el monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil (Ourense)? Simple: todos acogen representaciones de danza contemporánea. Y es que este género se abre paso con fuerza desde hace años como referente de la programación en espacios no convencionales, arrojando una nueva mirada sobre las tradicionales artes de calle. De norte a sur y de este a oeste, la geografía española está poblada de festivales, ciclos y eventos en los que esta disciplina nos hace ver de forma diferente nuestros lugares de convivencia. La red Acieloabierto, compuesta por más de una veintena de festivales que dan cabida e impulso a este tipo de programación, lo tiene claro: “La danza hace de puente, conecta al ciudadano con sus espacios y ofrece una nueva lectura. El espacio común tiene un nuevo uso, el artístico, que es de fácil acceso y pasa a ser un lugar de convivencia y encuentro de creadores y público”.

Hablamos, pues, de lo extraordinario de introducir este género artístico en la cotidianeidad. De transformar el entorno y descubrir que la plaza donde juegan los niños por la tarde o el prado donde hacemos senderismo pueden, de pronto, hablarnos a través del movimiento. El espectador dialoga con ese movimiento y redescubre esos espacios, que acostumbraba a ver con los ojos de lo conocido y que ahora le cuentan una historia totalmente diferente, apreciando detalles, perspectivas y posibilidades antes ocultas. Y para llegar ahí se alteran las reglas clásicas del juego, tanto para los programadores como para los creadores.

Si ponemos el foco en la organización, por ejemplo, nos encontramos con la necesidad de buscar constantemente esos espacios apropiados y singulares. Los programadores se enfrentan al reto de reinventarse edición tras edición, descubriendo ese nuevo rincón de su localidad en el que la danza dialogará en equilibrio con el entorno y con el público. Y esta búsqueda, como nos cuentan desde Acieloabierto, lejos de ser un problema, se convierte en un aliciente: “Asumimos la exigencia con gusto, porque ese lugar de encuentro se identifica con la danza y activa en la memoria experiencias agradables, conmovedoras… La búsqueda de espacios nuevos tiene que ver también con retar al público para sorprenderlo, para asombrarlo”.

Pero el desafío es aún mayor, ya que no solo supone descubrir constantemente espacios no convencionales, sino que, además, hay que descubrir la pieza de danza que mejor encaje en cada uno de ellos. En estos casos, señalan, hay dos posibilidades: “O el contenido se ve reforzado y la arquitectura aparece como una escenografía natural, o bien los bailarines aceptan las particularidades y elementos del espacio de representación y dialogan con ellos para ofrecer una visión única de la obra”. Son innumerables los detalles y las particularidades que hay que tener en cuenta para estas programaciones. Hilan tan fino que, como curiosidad, nos cuentan que llegan a calcular la proyección de la sombra en el tiempo de la representación, para reducir el posible calor en determinadas épocas del año.

Y dentro de toda esta particularidad, ¿cómo se aborda el hecho creativo? ¿Qué tiene de especial o diferente una pieza pensada para exhibirse fuera de las paredes de un teatro? Paloma Hurtado (puedes verla en la foto de apertura de esta página), directora de la compañía Piel de Arena e integrante del Colectivo Lamajara, entiende precisamente como esencial la necesidad de “abordar el espacio público como un espacio que nos pertenece, más cercano a las personas en general”. Pensar una obra para un espacio no convencional le permite realizar un cuestionamiento del lugar del público en su obra, reflexionar desde el minuto uno sobre cómo jugar más con el posicionamiento del espectador, cómo integrarlo.

En esta integración también es obligado un análisis del propio entorno, ya sea arquitectónico o natural, porque cada representación será irrepetible, como lo es el espacio que la acoge. La creadora gallega Elvi Balboa, igual que Paloma Hurtado, forma parte del circuito Acieloabierto en 2022. Para ella, “una pieza creada o adaptada a la calle tiene algo mágico, porque es capaz de transformar sus bases conceptuales a través de factores como la historia, la energía, la arquitectura o las vivencias del propio lugar. La pieza nace, se transforma, muta, y nunca se va a producir de la misma manera. Por lo tanto, hace que esa experiencia sea única. Por eso el espacio público es un lugar maravilloso de investigación y de creación”.

Todos estos factores hacen de la danza pensada para espacios no convencionales una disciplina sumamente especial. Porque, como apunta Hurtado: “En un teatro todo está medido y sabes lo que va a ocurrir. En la calle estás interpretando en un espacio vivo y es maravilloso tener la capacidad de educarse como intérprete para poder integrar todo lo que sucede a tiempo real y que la obra esté viva, así como está vivo el espacio”. En este sentido, Balboa tiene claro que los intérpretes están irrumpiendo en la cotidianeidad del espectador y que, por tanto, el público es parte de la pieza: “No puedo evitar que alguien pase durante la representación. Es algo que hay que abrazar desde la interpretación y darle valor. Por eso la calle es algo tan bonito”.