A MI BOLA
LUCÍA CARBALLAL
La autora y directora madrileña reestrena ‘La fortaleza’ y prepara el lanzamiento de ‘Los nuestros’ para 2025
POR PABLO GIRALDO
Hace tiempo que Lucía Carballal (Madrid, 1984) se sacudió la etiqueta de joven promesa del teatro para convertirse en una figura más que consolidada de la escritura dramática española. Guionista además de dramaturga, Carballal ha trabajado para series como, entre otras, la reciente Las largas sombras (2024) o la exitosa Vis a vis (2025), además de impartir talleres de escritura. Y, si no hubiera sido por la falta de referentes, probablemente habría llegado antes a la dirección de escena. Una fórmula (la de autora más directora) que comenzó a poner en práctica en 2023 con Los pálidos, el espectáculo del CDN que exponía a la luz pública la intimidad de una writers room y las relaciones de poder que se esconden en su oficio; que continuó en 2024 en la CNTC con La fortaleza, donde relaciona su propia biografía (marcada por la figura de un padre ausente) con la obra de Calderón de la Barca, y que en febrero de 2025 repetirá con el estreno de Los nuestros, en esta ocasión en la Sala Grande del Teatro Valle-Inclán del CDN. El éxito de La fortaleza ha motivado su regreso del 4 al 20 de octubre al Teatro de la Comedia de Madrid, donde agotó localidades la pasada temporada.
Con el reestreno de La fortaleza ya como un espectáculo autónomo, ¿qué ha significado para ti esta obra?
El montaje se enmarcaba en los diálogos contemporáneos de la CNTC junto a El castillo de Lindabridis [1691], de Calderón de la Barca. Cuando me lo ofrecieron, yo venía de estrenar Los pálidos, sabía ya que iba a hacer Los nuestros y tuve la sensación equivocada de que este iba a ser un proyecto de pequeño formato. No fue así y el trabajo que realicé me sorprendió mucho. Nunca había trabajado a partir de un texto del Siglo de Oro y tenía algunas reticencias, porque no estaba segura de encontrar la manera de conectar con ese material, pero todo lo que me está trayendo es muy sorprendente y positivo. La obra tuvo una recepción muy bonita en su estreno la pasada temporada, mucha gente se quedó sin verla, y que la hayan vuelto a programar es algo completamente excepcional: siendo un diálogo contemporáneo asociado a otra obra de la programación, de alguna manera es como si se hubiera emancipado.
“Yo he sido siempre una tía muy obsesionada con estudiar y mejorar técnicamente. Como si fuera una bailarina de ballet, pero en la dramaturgia”
¿Qué pensaste cuando te llegó la invitación de revisar un texto de Calderón desde tu propia perspectiva?
Al principio no lo veía nada claro. Porque no pedían una versión ni una adaptación, sino escribir algo nuevo que tuviera algún tipo de eco con el material de partida. Suena muy libre, pero cuando te pones no es tan fácil encontrar algo que te pueda resonar para convertirlo en una obra original. Fue cuando leí a Calderón que sentí que había un material de partida muy bonito. La premisa de El castillo de Lindabridis es preciosa: una princesa que vuela con su castillo porque su padre no ha sido claro con la herencia que les ha dejado a ella y a su hermano y, de alguna manera, queda condenada a vagar para encontrar un pretendiente que le ayude a heredar. Conecté mucho con esa imagen psicoanalítica, surrealista y contemporánea de vagar con la casa por el mundo precisamente porque tu padre no ha sabido darte un lugar claro.
¿Te interesaba mucho trabajar la idea de lo clásico, del canon?
Sí. Yo he sido siempre una tía muy obsesionada con estudiar y mejorar técnicamente. Como si fuera una bailarina de ballet, pero en la dramaturgia. Y tardé muchos años en permitirme expresarme con más libertad. Me identificaba con las actrices del teatro clásico, que han hecho un camino de técnica y, al mismo tiempo, de emancipación, y pensé que el proyecto podía reflejar eso. Las tres actrices protagonistas proceden del clásico, Mamen Camacho, Natalia Huarte y Eva Rufo, y sus experiencias como intérpretes están presentes en la obra. Al final, algo que parecía muy distante se ha convertido en uno de los proyectos que siento más íntimos.
A MI BOLA:
LA AUTOFICCIÓN COMO RECURSO DRAMÁTICO
Carballal con las actrices en un ensayo de La fortaleza
La autoficción es esa fórmula creativa en la que el autor o autora usa su vida real, con mayor o menor fidelidad al detalle, como nutriente para una historia nueva.
En La fortaleza, Lucía Carballal utiliza este recurso para dar tratamiento dramático a la figura del padre ausente. “Era muy difícil hacerlo de otra forma”, asegura. “El material de partida es casi un cuentecito de reyes y princesas que tiene ya su capa ficcional y era muy importante contrastarlo con exactamente lo contrario, una capa de realidad”.
¿Cómo se trabaja cuando la materia prima es tu propia experiencia?
Lo único que caracteriza verdaderamente a la autoficción es que la referencia al material de partida es explícita. Tuve que vencer cierto pudor, porque en algunos momentos me dio un poco de vértigo hablar tan claramente de algunas cosas de mi vida y de mi padre en concreto. Pero luego, en realidad, trabajas los textos con técnica, como cualquier material de ficción, porque la realidad no basta. Y así lo hice. Se dio un proceso curioso por el cual yo hice todo el proceso de ensayos con una sensación de que nada de eso tenía mucho que ver conmigo. Por un instinto de supervivencia, era donde me tenía que colocar para dirigirlo. Y, sin embargo, tanto el primer día de la lectura como el último, cuando monté el final con Natalia Huarte, sentí una dificultad personal. Los que estamos comprometidos con la creación contemporánea no podemos abordar un material de ningún tipo sin encontrar un motor muy personal que nos haga sentir que esa obra tenemos que ser nosotros quienes la escribamos. Es decir, hasta que no entiendo por qué tengo que escribir yo esto, no tiene sentido que lo haga.
‘Los nuestros’, en febrero de 2025
Mientras se reestrena La fortaleza, Lucía Carballal ultima los detalles de producción de Los nuestros. Esta nueva obra se estrenará el 21 de febrero en el Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional y enmarca su relato en el luto de una familia sefardí tras la muerte de la abuela. De nuevo, la ausencia de un pariente activa la trama.
“Llevaba tiempo con el tema de la familia en la cabeza y La fortaleza y Los nuestros se han relacionado de una manera bastante curiosa”, admite Carballal. “La fortaleza tiene que ver con esta figura del padre que para mí fue tan importante, tan inspiradora y, a la vez, tan letal y se fija en cómo nos relacionamos con lo que nos ha pasado y el patrimonio. Los nuestros es como si recogiera esa cuestión y se preguntara: ¿Qué hacemos con esto? ¿Cómo seguimos? Se ubica en el contexto de una familia que se reúne porque la abuela ha fallecido, pero la pregunta de la obra es cómo mirar hacia delante o cómo construir un futuro con un pasado tan pesado como el que tiene esta familia en concreto. Habla de cómo generacionalmente nos vamos trasladando determinadas imágenes, problemas e ilusiones y cuánto hay de autonomía en nuestra vida y cuánto hay de herencia.
Con Lucía Carballal, la tempestad va por dentro
En Los nuestros incorporas además la religión. ¿Cuál es su peso en la obra?
Esta es una familia de origen sefardí, que es el origen de mi familia política y, de alguna manera, son herederos de una identidad que no está solamente vinculada a un hecho religioso. La familia de la obra es laica, pero su identidad, que se ha ido construyendo a través de los siglos y que se cifra en pequeñas cosas, como en unas recetas, en unas canciones o en una manera de ver la vida, me sirve como metáfora para hacerme preguntas: cuánto queremos y podemos heredar y cuánto queremos y podemos dejar de lado. Más allá de que el tema en sí me interese y que me parece que está muy poco explorado en España, en una familia judía esto era muy suculento de plantear, porque es una identidad llena de contradicciones.
¿Qué temas o cuestiones actúan como motor creativo de tu escritura?
Me pasaba cuando solo escribía, y ahora como directora más todavía, que siempre necesito una idea de contradicción y que esté de alguna manera presente también plásticamente. Cualquier idea que tenga que ver con el contraste o la contradicción es un motor para mí.
“Se ha naturalizado la presencia de las mujeres; no estamos en la estantería de lo diferente, lo nuevo o lo distinto, sino que estamos conviviendo”
¿Qué te motivó a dirigir tus propios textos a partir de Los pálidos?
Yo creo que lo deseé siempre. Empecé a estrenar obras súper jovencita, con 19 años, y lo que más me interesaba era el trabajo con los actores, el trabajo plástico y visual. Siempre quería estar presente en los ensayos. Yo soy de una generación un poco bisagra y a muchas mujeres de mi generación nos ha costado más atrevernos a hacer cosas para las que hemos tenido menos referencias. Tenía esa idea muy metida en la cabeza de que yo no iba a poder liderar proyectos, sino que aportaba el material de partida. Y el día que te despiertas de eso no hay marcha atrás, porque te das cuenta de que es una construcción en gran medida cultural. Lo he vivido como una llegada muy natural, pero estoy convencida de que, si socialmente hubiese tenido más referentes de mujeres que escriben y dirigen, el camino me habría resultado más sencillo. Me ocurre que me ofrecen dar clases, hay veces que no me pilla muy bien y lo hago igualmente, porque sé que voy a ser la única autora que va a dar clases ese semestre. Y me digo que tengo que ir. Porque te lo dicen las estudiantes, agradecen mucho la sensación de tener una figura que les parece que pueden ser ellas dentro de diez años. Por eso, ahora que Los nuestros se estrenará en la sala grande del CDN, es un paso importante. Porque se ha naturalizado la presencia de las mujeres; no estamos en la estantería de lo diferente, lo nuevo o lo distinto, sino que estamos conviviendo.
Tráiler de La fortaleza, que se reestrena este octubre en Madrid
En Los pálidos (2023) hablabas de tu trabajo como guionista. ¿Querías plantear cierto ajuste de cuentas para hablar de un oficio tan maltratado y de las relaciones de poder que se establecen en él?
Venía de escribir La resistencia [2019], que fue un proyecto muy feliz para mí, pero hubo un aspecto que sufrí un poco y es que me hice varias veces la pregunta de cómo me había posicionado yo con respecto al feminismo en la función, qué responsabilidad tengo como mujer a la hora de abordar determinados temas o escenas. Esa pregunta, que no tiene una única respuesta, me va a acompañar toda la vida y creo que a cualquier escritor también. De repente, me vi en un equipo de guion escribiendo una serie que iban a ver literalmente millones de personas en el mundo y esa pregunta se amplificó: quién está contando la historia y qué tipo de posicionamiento asume el que la cuenta. La mesa de guion es una especie de parlamento en el que cada uno de los guionistas representa a un sector de la población y yo había tenido la experiencia de ser la única mujer joven. Por eso es importante que las mesas de guion sean diversas. En ese sentido, sí que hay un poco de inspiración en eso, pero mi experiencia real en la tele fue mucho más placentera y bonita.
¿Debería existir mayor trasvase de autores entre la dramaturgia y el medio audiovisual?
Cuando los dramaturgos entramos al audiovisual, llegamos con un bagaje muy autoral, porque venimos de ser dueños y señores de lo que hemos firmado en el teatro. Llegamos con un componente claramente artístico, en contraposición con el universo televisivo, que tiene una parte artística importante, pero que es mucho más industrial. Es una estructura que tiene unas normas y unos códigos de lenguaje que tienes que aprender, porque es la manera de estar en ese planeta. Es una experiencia que para mí ha sido muy enriquecedora y tengo muchas ganas de seguir trabajando en el audiovisual, porque creo que todavía tengo por delante un camino bonito. Pero es un trance que no creo que sea sencillo para todo el mundo, porque exige muchas renuncias. Tenemos una industria audiovisual que no podemos comparar con la británica, mucho más acostumbrada a experimentar con casos como Fleabag [2016], por ejemplo.
CARTELERA
Natalia Huarte en La fortaleza
·La fortaleza.4 a 20 de octubre de 2024, Teatro de la Comedia (Madrid)
·Los nuestros. 21 de febrero a 6 de abril de 2025, Sala Grande del Teatro Valle-Inclán (Madrid)
Firma invitada
Pablo Giraldo (Avilés, 1985) es periodista cultural, licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y La Sapienza de Roma. Es colaborador habitual de la revista Vanity Fair y ha escrito para medios como Shangay, JotDown, RBA, S Moda o El Español, entre otros. También ha trabajado para festivales de artes escénicas como Madrid en Danza y Festival de Otoño y ha sido director de comunicación del Teatro Kamikaze.
Si quieres más, mira su página sobre Carla Nyman en este mismo número
Fotografías
Valeria Mitelman (Lucía Carballal)
Sergio Parra (La fortaleza)
Enlaces
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