AHORA MISMO

CARLA NYMAN

La autora mallorquina nos ofrece un combo de deseo, comedia, teatro y surrealismo con ‘Hysteria’, que abre fuego este otoño en Madrid

POR PABLO GIRALDO

Hay una idea que recorre la obra de la poeta, escritora y directora de escena Carla Nyman (Palma de Mallorca, 1996) que la diferencia del resto de creadores jóvenes: el mensaje, por grave que sea, se transmite mejor cuanto más delirante parezca. De hecho, la comedia que practica en sus últimos trabajos está tan emparentada con autores extemporáneos a su generación (Mihura, Berlanga o los hermanos Marx, por citar algunos) que resulta sorprendente que se fije en ellos para hablar de las inquietudes de nuestro presente. 


Esa querencia por el humor absurdo recorre la historia de una madre y una hija que pasean el cadáver de un hombre por las playas de Almería en su novela debut, Tener la carne (2023). En ella, la protagonista confiesa telefónicamente a un juez el asesinato de su novio, como si John Waters hubiera imaginado su propia versión de La voz humana (Jean Cocteau, 1930). El disparate, en su versión más escatológica, también protagoniza su reciente poemario Líquida tuya y vertebrada (2023). Y, por supuesto, lo irracional, caótico y obsceno domina la trama de Hysteria (Teatro Kamikaze), la obra que ha escrito y dirigido para estrenarse en el Teatro de La Abadía de Madrid, inaugurando temporada, del 25 de septiembre al 13 de octubre. 


La sinopsis de Hysteria lleva a pensar en un espectáculo reivindicativo en clave feminista. Sin embargo, está atravesado por un humor que no elude el compromiso. Tomando como punto de inspiración el pabellón de mujeres internas en el parisino Hospital de la Salpêtrière, que en el siglo XIX sirvió al doctor Charcot para acuñar el concepto misógino de la histeria, Nyman investiga la insatisfacción del deseo femenino a través de la historia de Agustina, una paciente cuyo cuerpo absorbe literalmente al médico que trata de diagnosticar su dolencia. Una historia cuya acción se sitúa indistintamente en la consulta de un hospital, en una galería de arte o en medio del torrente sanguíneo de la paciente. Todo para invitarnos a una sesión de psicoanálisis que responde a una pregunta retórica (o no): ¿Qué nos pasa, doctor?

Carla Nyman, tranquilísima ante el estreno de Hysteria

Poeta, dramaturga, novelista. ¿Cómo sueles describirte?

Más que como escritora o directora de escena, que está de alguna manera ensamblado, yo diría creadora a secas. Me cuesta colocar límites entre los géneros literarios y entre las disciplinas artísticas, sobre todo cuando están tan emparentadas. Por ejemplo, pienso en la escritura dramática y ya estoy pensando en la escena mientras escribo, colocándome en un sitio que no se va a quedar en el dispositivo del texto, sino en algo más físico. Me ocurre lo mismo con la poesía y la novela, se contaminan y no creo que haya cortes reales entre ellas.


Te diste a conocer como poeta. ¿Fue difícil irrumpir en la literatura desde la poesía y pasar posteriormente al teatro?

Ha sido muy fluido. Me he dejado llevar por el deseo, que es una palabra que está muy presente en mi obra. Siempre operan factores que no dependen de una misma, pero confío mucho en el deseo como algo que ya está dibujando una representación sostenida en el tiempo de lo que quiero ser, y mi deseo era dedicarme a la escritura. En la poesía empecé de pequeña, conjuntamente con el teatro. Lo que ocurre con la poesía es que la vives en intimidad, no dependes de otras personas y puedes practicarla en soledad. Es más accesible, porque puedes presentarte a concursos y llamar a las puertas de alguna editorial. En teatro empecé a entender que es algo que tiene que ver con un equipo humano, tratar con otros profesionales. Ahí encontré un ecosistema y, a partir de conocer a Lluna Issa Casterà, mi mano derecha y la actriz que me ayuda siempre en todo lo que hago, generamos el colectivo Amor & Rabia. Yo no concibo la creación si no es desde el equipo.


Junto a Lluna Issa Casterà creaste en 2022 el espectáculo Yo solo vine a ver el jardín, y en 2023 publicaste el poemario Líquida tuya y vertebrada. ¿Hubo un antes y un después de esas obras en tu carrera? 

La poesía y el teatro han tomado rumbos distintos que luego se han encauzado. Poco a poco fui encontrando el lenguaje y el contenido que a mí me interesaba, que tiene que ver con el cuerpo, la carne, los fluidos y el deseo. Esto lo fui encontrando en el poemario Movernos en la sed y luego evolucionó en Líquida tuya y vertebrada. En teatro, paralelamente, empecé a escribir y montar con Lluna Yo solo vine a ver el jardín, que para nosotras fue un pelotazo, porque con cuatro duros decidimos hacer algo que nos molaba en Nave 73 y que nos llevó a ganar el Premio Almagro Off. Todo surgía de esta proyección que tiene que ver con el deseo, con cómo me observo en el futuro. Y acabó saliendo algo que era coherente con lo que nosotras queríamos y que justamente respondía a todas estas obsesiones que ya estaban de alguna manera dando vueltas alrededor y que me inquietaban. Cuando una es coherente y honesta con lo que quiere, las cosas salen bien. 

Con Mariano Estudillo y Lluna Issa Casterà, actor y actriz de la obra

La poesía trabaja con imágenes sugeridas, mientras el teatro lo hace con imágenes más explícitas. ¿Cómo es tu relación con cada fórmula?

Cuando empecé pensaba que tenía que hacer teatro como lo hacen otras personas. Y me frustraba porque me costaba pillar el código, me parecía tramposo. Es en ese universo de la imagen donde yo me siento a gusto y donde sé traducir y transmitir al equipo el universo hacia el que vamos encaminados. La poesía me permite entrar en una especie de universo de imágenes que llaman la atención sobre la realidad, que la deforman o que la hacen más elástica. Esa imagen construida con la palabra, la imaginación y la mente del lector, cuando me la llevo al teatro, toma cuerpo en el propio actor que la traduce o a través del objeto. Ahí es donde se empieza a visualizar ese universo que parecía fantasioso, que solo podía existir en la cabeza. Esto es lo que vamos a ver en Hysteria, una historia con unos personajes donde hay algo de esa deformación y elasticidad que tiene mucho que ver con las imágenes de la poesía. 


Para trasladar esas imágenes a la escena, ¿manejas algún referente?

Me fijo en el trabajo de la compañía FC Bergman. También en Pina Bausch, porque, aunque yo no venga de la danza, me interesa mucho su trabajo de cuerpo, que genera imágenes estáticas o en movimiento que no tienen que ver con la verborrea de la palabra. Y Peeping Tom, que trabajan desde lo onírico, casi pesadillesco. Me interesan las atmósferas que tienen que ver con el mundo del ensueño, la psique y la mente, que ponen el foco en esa parcela de realidad, así como en lo surreal y lo absurdo. Si eso lo mezclas con los hermanos Marx y el humor, que desactiva la normalidad y te lleva a lugares de extrañamiento absoluto, se genera un combo interesante. 

“Hace cuatro años fui a una consulta rutinaria y el médico, después de haberme hecho unas analíticas, no hacía más que mirarme por todos mis orificios. (…)  Me miró con moralina y me dijo que tenía una infección de transmisión sexual muy peligrosa. Básicamente, me soltó un discurso que no tenía sentido alguno para decirme que era una guarra”.

Hysteria bebe mucho del surrealismo. ¿Cómo surge realmente esta historia? 

Por un lado, hay una anécdota personal y, por otro, una investigación más académica. Hace cuatro años fui a una consulta rutinaria y el médico, después de haberme hecho unas analíticas, no hacía más que mirarme por todos mis orificios. Yo no entendía muy bien qué es lo que estaba buscando ese señor y 

me extrañó mucho. Me miró con moralina y me dijo que tenía una infección de transmisión sexual muy peligrosa. Básicamente, me soltó un discurso que no tenía sentido alguno para decirme que era una guarra. Me quedé helada, me entró muchísimo agobio porque nada de eso me cuadraba. Yo estaba medio desmayada en la silla de la consulta y él seguía leyéndome el informe cuando se paró y me pidió disculpas porque se había equivocado de paciente. Fue absurdo. Un año después, contándoselo a mi pareja, empezamos a imaginar que ese doctor estaba tan empecinado en introducirme una enfermedad que empezaba a llamar a más médicos, incluso a un catedrático de metafísica y a un paleontólogo para que miraran dentro de mi cuerpo. Esta anécdota enlaza con uno de los temas de mi tesis doctoral, que es de qué manera opera el malestar en el siglo XXI. 


¡Explícanos eso!

Hysteria es una especie de alegoría de la condición humana y de nuestros delirios que justamente tuvo su punto álgido en siglo XIX con las famosas pacientes histéricas del doctor Charcot en el Hospital de la Salpêtrière. Ellas solo intentaban descargar el malestar que les provocaba una sociedad que vulneró sus derechos, necesidades y deseos. Hoy, sin embargo, no podemos hablar tanto de histeria como de una necesidad de reprimir el malestar, de reprimir que somos personas vulnerables. Todo el tiempo hay que mostrarse más fuerte de lo que somos con ese tipo de mensajes dominantes que tienen que ver con el neoliberalismo: tienes que ser el mejor, tú puedes con todo… Esta presión que niega nuestra vulnerabilidad y nos lleva a la depresión se ha traducido en la escritura de Hysteria

Introducción a Hysteria, por Nyman y Casterà

Surrealismo por los orificios

Nyman habla de la histeria como un concepto de género vinculado política y socialmente a sectores no privilegiados. “Charcot afirmaba que la histérica es aquella que dice palabras ininteligibles, que no comprendemos. Y la pregunta es: ¿dice palabras ilógicas porque lo que está haciendo la histérica es simplemente gritar o está intentando introducir nuevas palabras en la realidad para hacerla más elástica y aportar nuevos significados?”, reflexiona ella. “Lo que me interesa del discurso de la histérica es esta idea de dar voz a las personas que estaban en los márgenes, que habían sido reprimidas y que ahora puedan descargar todo lo que no habían podido decir hasta el momento”. 


¿Cómo conectas un tema tan solemne con el humor del teatro del absurdo?

Cuando una persona llega a un colapso absoluto después de haber vivenciado un episodio traumático, ocurre un estado de neurosis. En el caso de Agustina, la protagonista, su episodio traumático es el abandono por parte de Samuel, con quien había establecido una relación sentimental de seis meses. Con su abandono, Samuel ejerce violencia sobre ella y, a través de esa especie de ghosting, invalida su dolor, dando a entender que Agustina se está inventando toda la movida. Cualquier persona que haya sufrido un evento traumático así experimenta una sensación de paranoia, desconfía de su propia percepción. Hay algo muy humorístico y surrealista, porque justamente el surrealismo es una deformación de la realidad para llamar la atención sobre algo, hasta el punto de que todo se vuelve tan delirante y frenético que nos hace gracia, aunque el origen sea extremadamente doloroso. Ahí está la paradoja.


¿Cómo llegas a somatizar ese relato de desamor y abandono en una historia de enfermedad física en la que un doctor acaba metido dentro de un cuerpo femenino?

Lo que me interesa sobre esta idea es que si tenemos orificios no somos cuerpos monolíticos. Mi identidad o mi yo no acaban aquí, sino que hay fugas, no hay una separación entre tú y yo. Tú y yo somos un mismo ensamblaje gracias a estos orificios. Todo está unido. Este médico está intentando todo el tiempo catalogar a la paciente, racionalizar y teorizar. A mí me interesa ver a este doctor en su neurosis, cuando se activan en él sus propios delirios y deseos. El doctor hace un viaje al interior del cuerpo de ella para darse cuenta de que el mundo no funciona de una manera diseccionada, es mucho más complejo.

Carla Nyman, extrañamiento y delirio​​​​​​​

¿Cómo definirías tu sentido del humor?

Yo diría que es un sentido del humor delirante en el que la finalidad no es el chiste. Si llega, es porque es extraño. De hecho, ensayamos desde la seriedad. Las cosas que ocurren son graves, serias o extrañas. Yo creo que el humor surge del extrañamiento, de esa sensación de desnaturalizar la lógica y la cotidianidad hasta tal punto que ya no sabes si sorprenderte, aterrorizarte o reír.


¿Qué otras temáticas te interesan? 

Sobre todo, el deseo y el amor. Claramente hay feminismo, pero para mí es muy importante no convertir las manifestaciones artísticas en panfletos, porque yo quiero que el feminismo esté ya integrado, que se dé por hecho dentro de la obra de teatro. No quiero lanzarlo desde la agresividad o desde la lucha, eso ya lo hago en la calle y en mi día a día. Me interesa algo más deformado y extraño. 


La neurosis también juega un papel importante en tu primera novela, Tener la carne, publicada en 2023. ¿Qué te ha aportado hasta el momento?  

Me ha aportado muchísimo, porque nunca había trabajado el dispositivo de la novela y, al final, hay unos lectores muy concretos que son mucho mayores en comparación con la poesía. En la novela hay algo que está prolongado en el tiempo. No es como cuando vas a ver una obra de teatro, que el espectador va a estar una hora y media contigo. Una novela puedes suspenderla, abrirla mañana y continuarla dentro de dos meses. Y lo mismo con la ubicación. Los lectores mandaban fotos de la novela en el tren, en el metro, en la playa... En ese sentido, la recepción me ha sorprendido mucho, porque nunca había vivido una obra mía con esa efusividad. 

Firma invitada

Pablo Giraldo (Avilés, 1985) es periodista cultural, licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y La Sapienza de Roma. Es colaborador habitual de la revista Vanity Fair y ha escrito para medios como Shangay, JotDown, RBA, S Moda o El Español, entre otros. También ha trabajado para festivales de artes escénicas como Madrid en Danza y Festival de Otoño y ha sido director de comunicación del Teatro Kamikaze.


En Cultura Revista SGAE nº12 realizó una soberbia entrevista de portada a la dramaturga María Goiricelaya

Fotografías

Dominik Valvo

Enlaces


Carla Nyman

Teatro Kamikaze

Teatro de La Abadía

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LABORATORIO DE CREACIÓN TEATRAL EN GALICIA

Marcos Carballido, autor y director de escena conocido como Marcos PTT (en la foto), comenzará este mes de octubre su trabajo en el laboratorio de creación teatral de Fundación SGAE en Galicia. Su texto Vila fue escogido por el jurado y será tutorizado por Vanesa Sotelo, dramaturga y adaptadora varias veces galardonada en los Premios María Casares.


El laboratorio combinará una semana de trabajo intensivo en Santiago de Compostela con una serie posterior de encuentros telemáticos, dos sesiones presenciales de conclusión y clases magistrales adicionales a cargo de expertos. Además, el autor recibirá una bolsa de 1.500 euros y dietas.


Sigue la web de Fundación SGAE para no perderte ninguna convocatoria