ESCENARIOS

EDIFICIO RIALTO

Desde 1936, este símbolo valenciano es foco de actividad cultural con cine, teatro y conciertos de primer nivel

POR CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA

Hagan un ejercicio de imaginación. ¿Conciben un recinto en el que poder ver un concierto de Mano Negra, una película de Víctor Erice, una obra de teatro de Natalia Menéndez o de Fernanda Orazi, una charla de Fernando Fernán Gómez, un espectáculo de music hall o una sesión de discoteca para bailar música soul y funk? Suena imposible, una locura, ¿no? Pues eso es el edificio Rialto de Valencia. Todo eso y mucho más ha ocurrido entre sus cuatro paredes desde su inauguración en 1936, hace casi noventa años. Ningún otro inmueble ha representado mejor y con más diversidad la cultura en la ciudad de Valencia (y por extensión, en todo el País Valenciano) que esta bonita construcción racionalista y art decó de seis pisos que se erige en pleno corazón de la urbe, en la misma Plaza del Ayuntamiento.


Se construyó como cine, a imagen y semejanza de los rascacielos neoyorquinos de la época (esa es su nota diferencial respecto a los de su entorno) y emulando a otros cines y teatros del mismo nombre (como el de Madrid, una década anterior). Pero ha funcionado también como teatro, music hall, cine, sala de conciertos, discoteca y hasta plató de televisión. Ha visto pasar por delante una república, una dictadura y un periodo de ilusiones democráticas y de auto gobierno autonómico. Incluso dio nombre a un pacto de gobierno municipal en 2019, gestado en su interior. Y así sigue hasta ahora, bien entrado el siglo XXI.


Ante su fachada, bajo sus pies, se desarrollaron todo tipo de manifestaciones. Desde la multitudinaria arenga de Antonio Machado a defender los valores republicanos en 1937 hasta las recientes marchas por la dimisión de Carlos Mazón tras su gestión de la dana en 2024, pasando por la defensa del Estatut valenciano en 1977, la repulsa a la guerra de Irak en 2003 o la concentración del 15-M en 2011.


LA SALA QUATRE


Kiko Veneno con Raimundo Amador en la legendaria Sala Quatre, 1993

El Rialto, diseñado por Cayetano Borso di Carminati (el Calatrava de su época), nació como el cine más fastuoso de la Valencia de los años 30, con una sala de tres plantas y un aforo para casi 1.400 personas, dotado también de restaurante, cafetería y hasta terraza de verano, pero ha sido también testigo mudo del devenir de la sociedad valenciana del último siglo. Y gracias a sus sucesivas reformas (acometidas por los arquitectos Cristina y Camilo Grau en los 80) llegó a gozar de hasta cuatro espacios distintos en los que poder albergar funciones de teatro, las proyecciones de la Filmoteca valenciana y un sinfín de conciertos de géneros muy diversos: Kiko Veneno y Raimundo Amador, Eric Burdon, Mark Kozelek, El Niño Gusano, Australian Blonde, Loreena McKennitt, Roy Ayers, Desmond Dekker, Luis Auserón, Dr. Feelgood, La Frontera, Souvenir o Misión Hispana pasaron por un sótano al que se bautizó como Sala Quatre (era su cuarto espacio) a principios de los 90. Creada de los vestigios de un antiguo music hall que era una auténtica preciosidad, reteniendo aquella estética, tuvo que cerrar sus puertas a finales de 2001 debido a que no cumplía con las nuevas normas de seguridad en materia de salidas de emergencia.


La Sala Quatre fue también discoteca por las noches (con la propuesta más elegante que uno recuerda en la ciudad, escorada al funk, el r’n’b y el soul) e incluso antes lugar de grabación de uno de los primeros programas de la televisión pública Canal 9 allá por 1990 y 1991: un late night show llamado Rialto Bar, que conducía el periodista Salvador Barber, quien luego fue el biógrafo (no autorizado) más perspicaz que nunca tuvo Rita Barberá. Hoy en día, lo que era la Sala Quatre es un triste almacén.

PATRIMONIO VALENCIANO

Sala Luis García Berlanga: la Filmo de toda la vida

Seguramente nadie conoce mejor el Rialto que Nieves López Menchero: fue jefa de la sección de documentación y publicaciones de la Filmoteca valenciana, ahora Institut Valencià de Cinematografia Ricardo Muñoz Suay, allí ubicado desde 1988 hasta la actualidad. Se jubiló hace seis años, tras tres décadas trabajando en sus dependencias. Como si el tiempo se hubiera quedado congelado a finales de los 80, me comenta que “fue durante doce o trece años el centro cultural de la ciudad impulsado desde la administración pública, desde que las competencias de cultura se transfieren a la Generalitat, con Ciprià Císcar de conseller del ramo: se compra en 1986, se rehabilita y se abre en abril de 1988, y todo aquello que se hizo en los 80, como también el IVAM, es lo que se mantiene hoy en día”.


De hecho, hace ya mucho tiempo que el Rialto, desprovisto de su espacio para la música en directo y con una de sus salas (la Moratín, que se dedicaba al teatro experimental) anexionada a la de las proyecciones de la Filmoteca, se queda pequeño para albergar todo el material y el personal que requiere el Institut Valencià de Cinematografia. Por eso se barajó su traslado en 2007 al también desbaratado Cine Capitol, a un par de calles de distancia, pero la Conselleria y la secretaría autonómica de cultura del momento no se pusieron de acuerdo, relata Nieves, con lo que el Rialto permanece casi inalterable al paso del tiempo desde hace más de tres décadas. También tiene su parte positiva: su memoria permanece en tiempos de gentrificación voraz, turismo nocivo y despersonalización de nuestros centros históricos, cada vez más intercambiables.


Sala de ensayos en el Rialto de Valencia

Crisol de experiencias, hervidero de bailes y ligues (quien firma esto aún puede dar fe), muestrario de artes escénicas, semillero de conocimientos de la mejor historia del cine y turbina de agitación cultural, en definitiva, el Rialto es algo más que un edificio: es un símbolo de resistencia en una ciudad tan propensa a la desmemoria como es Valencia, escasamente respetuosa con su patrimonio, siempre cercenando (voluntaria o involuntariamente) la continuidad de empeños culturales, quizá también por su inclinación a imitar otros modelos (Madrid o Barcelona) más que simplemente a quererse ella misma. También por un talante fallero que debería circunscribirse a la fiesta josefina: ese quemarlo todo para hacer tabula rasa y tener que empezar de nuevo desde cero. “No preserva mucho su memoria, y además el hecho de que la ciudad se haya ha puesto de moda no ayuda a conservarla: tú puedes poner en los bajos de un edificio la actividad que quieras, pero la fachada no se debería tocar, y algunas de las que hay en Valencia son horrorosas porque no están sujetas a conservación”, explica Nieves López Menchero.


En cualquier caso, el Rialto resiste. Ojalá lo siga haciendo por muchos años.


Firma invitada

Carlos Pérez de Ziriza (Madrid, 1973) es periodista y se ha recorrido decenas de festivales y cientos de conciertos en España y otros países. Colabora habitualmente en medios como El País, Mondo Sonoro, Efe Eme, Rockdelux o À Punt, entre muchos otros. Ha escrito nueve libros sobre música pop. Coordina también los contenidos de la revista trimestral ¡Mússica! y de su web mussica.info.


En Cultura Revista SGAE nº13 colaboró con estupendas entrevistas a Hinds y Carlangas para el reportaje de portada

Fotografías

Institut Valencià de Cultura

Iziar Kuriaki (Kiko Veneno y Raimundo Amador)

Enlaces

Institut Valencià de Cultura

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INÉS PINTOR GANA EL VI PREMIO DANIEL DOMÍNGUEZ

Inés Pintor es todo el combo: guionista, directora y productora

Inés Pintor, con su obra As crechas, ha ganado el VI Premio Daniel Domínguez de guion en gallego, organizado por la Asociación Sindical Galega de Guionistas (AGAG) con el apoyo fundamental de la Fundación SGAE. Resultaron finalistas Miguel Fernández con su trabajo A comuñón de Breixo y Jorge Algora con Para que non me esquezas.


As crechas, el guion ganador, ha sido premiado con 2.000 euros. Aunque, según su autora, terminó de escribirlo “una semana antes de cerrarse el plazo del premio”, este trabajo ha sido seleccionado también por la plataforma de desarrollo VENTURA, del festival gallego Play-Doc. Varias productoras han llamado ya para interesarse por el relato de Pintor, ambientado en el barrio coruñés de Monte Alto a principios de los años 90.


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