MONOGRÁFICO NOVA CANÇÓ
CENSURA
El mecanismo represor entra en acción
DRA. MARIA SALICRÚ-MALTAS
Musicóloga e historiadora
La Nova Cançó fue víctima de la censura franquista desde sus orígenes, a finales de los cincuenta, hasta bastante después del final de la dictadura, con la aprobación de la Constitución de 1978.
El ente responsable de la censura en el Estado español fue el Ministerio de Información y Turismo (MIT). Su engranaje era incombustible y se expandía por todo el territorio a través de sus delegaciones provinciales. Decenas de censores y censoras eran los encargados de controlar todo lo publicable a partir de las directrices establecidas por el Movimiento.
La censura musical se efectuaba cuando los autores o intérpretes querían publicar un disco, divulgar una canción por la radio o actuar en directo. El mecanismo represivo se ejercía sobre cualquier tipo de creación, independientemente del género y la lengua. Todo era un engranaje del poder perfecto para generar indecisión, desasosiego y miedo en el artista y provocar así la autocensura.
A mediados de los sesenta, cuando la Nova Cançó se hizo popular en todo el Estado, se convirtió en la diana del Régimen porque se trataba en parte de un movimiento de canción protesta, con cantantes que tenían letras reivindicativas y concentraban masas de seguidores en sus recitales, conciertos que para el Régimen era manifestaciones políticas contra la dictadura.
Cuando un músico quería publicar un disco, tenía que presentar la documentación en la delegación del MIT más cercana. Luego el expediente se enviaba a Madrid, a las dependencias del ministerio, donde los censores de la Dirección General de Cultura Popular “visaban” las letras de las canciones y escribían informes justificando la prohibición de una palabra, una frase, un verso o toda la letra. La documentación más impactante es aquella en la que se puede observar una cruz roja que tacha una canción entera. Esta decisión provocó que decenas de canciones no se pudieran grabar y quedaran inéditas y también que sus versiones originales solo se publicaran en Francia, principalmente.
Una vez editado el disco, los censores de la Dirección General de Radiodifusión y Televisión, que trabajaban en el mismo edificio ministerial, decidían si las canciones del álbum eran viables para ser radiadas. Para su tesis doctoral, el periodista musical Xavier Valiño localizó en el Archivo General de la Administración todas las listas de canciones no radiables entre 1960 y 1976. Había un total de 4.343 canciones, el 10 % de las cuales era en catalán. Los datos los publicó a posteriori en el libro Veneno en dosis camufladas: la censura de los discos pop-rock durante el franquismo (Milenio, 2012). Para evitar la emisión de una canción prohibida, los responsables de la radio rayaban la canción que había sido catalogada como no radiable en el vinilo o pegaban encima una cinta adhesiva. Joan Manuel Serrat consiguió la autorización para radiar la canción ”Conillet de vellut” después de suprimir la expresión erótica ménage à trois.
Cuando un músico quería actuar, no podía hacerlo si no conseguía dos permisos específicos: la autorización de las letras de las canciones del concierto por parte de la Delegación Provincial del MIT y el permiso del Gobierno Civil correspondiente. Los mánager debían presentar a la Delegación las letras por triplicado. Su autorización o denegación (prohibición) se efectuaba partiendo de las directrices enviadas desde Madrid o según las razones subjetivas del personal de la institución represiva. Por eso se daba la paradoja de que una canción se autorizaba en algún lugar y se prohibía en el pueblo de al lado. En alguna ocasión, el mismo delegado decidía la suerte de la pieza. Por ejemplo, en mayo de 1969 el delegado de Barcelona prohibió la canción “Què volen aquesta gent?”, de Maria del Mar Bonet i Lluís Serrahima.
Pasados unos días, el mánager recogía la resolución (que siempre debía acatar) y, si era positiva, acudía al Gobierno Civil para conseguir el segundo permiso. Durante el trámite podía surgir cualquier nuevo obstáculo. Si el recital se celebraba, la policía (la Brigada Politicosocial) acudía de paisano a controlar que el artista no interpretara ninguna canción que no estuviera autorizada. Era fácil detectar a la policía por su actitud altiva, ya que los agentes no se escondían de llevar el dossier con las letras de las canciones que teóricamente seguían, a pesar de que la mayoría de ellos desconocía el catalán. Después emitían una nota informativa en la que se detallaban, a modo de crónica, los hechos acaecidos durante el concierto. Hoy es una fuente histórica muy valiosa, pero en aquel momento servía para incriminar a los intérpretes, que con frecuencia recibían multas a posteriori. La única manera de obviar este tipo de control era actuando en la universidad o en un recinto eclesiástico.
La sociedad era plenamente consciente de la existencia de la censura. El público que compraba discos e iba a los conciertos intuía que el cantante podría haber sido reprimido y se convertía en su cómplice. Juntos esquivaron la censura con la implicación de los mánager, los organizadores y la prensa clandestina y se jugaron la piel durante años, como los intérpretes de otros géneros musicales, desde corales hasta grupos infantiles, y las discográficas que editaban en catalán.
Nadie escapó de la terrible censura. Para esquivarla, los intérpretes crearon títulos y letras con juegos de palabras, metáforas o palabras parecidas. Por ejemplo, Quico Pi de la Serra tituló “Verda” i “Fills de Buda” dos de sus canciones para camuflar sendos insultos. En la canción “La faixa”, La Trinca utilizó el término “faixistes” [“fajistas”] porque sonaba igual que la palabra “feixistes” [“fascistas”]. Y Lluís Llach escribió en «La gallineta» el verso “Visca la revulsió!” [“¡Viva la revulsión!”] para ocultar el término “revolución” [“revolución”]. Poco a poco, decenas de canciones se hicieron populares y algunas de ellas se mitificaron por ser reiteradamente prohibidas, como fue el caso de “Diguem no” de Raimon o “L'estaca” de Llach, la canción en catalán más versionada a escala internacional.
La censura musical siempre ha existido y hoy todavía se da en todo el mundo, tal como nos recuerda la entidad Freemuse. Lamentablemente, solo fue una parte de la represión que sufrieron los artistas de la Nova Cançó. No podemos olvidar las sanciones que se les impusieron, como multas o la retirada del pasaporte, ni la humillación que tuvieron que soportar para que sus actuaciones no provocaran problemas de orden público al Régimen: detenciones, interrogatorios, registros, amenazas, insultos, intimidaciones y un largo etcétera de represión constante.
Para profundizar en censura y Nova Cançó, podéis ver el documental La cançó censurada (Lluís Danés, 2016), con guion de Jordi Portals y Joaquim Vilarnau. Este se basó en la investigación de mi tesis doctoral, La Nova Cançó: aportació musical, repressió i censura (1958-1978), defendida en junio de 2021 en la UAB y que publicaré próximamente. En ella doy a conocer a todos los responsables de la censura musical y los motivos por los que recortaban la cultura.
Es de justicia divulgar esta información para dignificar a los músicos de la Nova Cançó que fueron torturados psicológicamente durante toda la dictadura.