MONOGRÁFICO NOVA CANÇÓ
RAMON MUNTANER
La deuda con un cantante y gestor excepcional
POR XEVI PLANAS
Cronista de cançó
Hubo raimonianos, serratianos, llachianos, trinquistas… y hubo fans de muchos otros artistas de la Nova Cançó surgidos en la década de 1960.
¿Y la de 1970? Esa fue la década de los ramonianos. “Ramonianos de Ramon Muntaner, ¿eh?”, aclaraban algunos de ellos. Como los que una vez durmieron toda la noche en la calle en Barcelona, haciendo cola en las taquillas del Palau de la Música Catalana por miedo a quedarse sin entradas para uno de los recitales más apoteósicos de su artista preferido. Aquello era pura canción de calle.
Ramon Muntaner fue un cantautor excepcional. En Cornellà de Llobregat, donde nació en 1950, formó parte del grupo de teatro El Corn, que dirigía Joaquim Vilà i Folch, y empezó a cantar en público a los diecisiete años en la misa del sábado, a dúo con Ignasi Doñate. Versionaban canciones del folk de Estados Unidos.
Muy poco sabía de la Nova Cançó cuando en 1972 ganó en la Cova del Drac de Barcelona el segundo concurso Promoció de Noves Veus, gracias al cual pudo debutar discográficamente con un sencillo sorprendente, grabado con la implicación musical de Quico Pi de la Serra y Lluís Llach. El jurado y los medios de comunicación enseguida se hicieron eco de su extraordinaria calidad artística. «Soy fan de Ramon Muntaner», llegó a confesar públicamente el siempre exigente Josep Maria Espinàs.
Una interpretación llena de fuerza y de matices en una sabia combinación del grito con el recitado, una música de una sensibilidad poco frecuente y una selección literaria modélica que se convierte en un cancionero valiosísimo. Estas eran sus tres cualidades más remarcables como cantautor.
No fue hasta 1975 que Edigsa le publicó el primer disco de larga duración, Cançó de carrer. La sesión de fotos de Colita para la portada y el cartel de promoción de este disco convirtieron a Ramon Muntaner en un icono de la lucha antifranquista para muchos jóvenes de su generación y de la de Vicenç Pagès Jordà, uno de sus reivindicadores. La imagen, en blanco y negro, es potente: con el pelo larguísimo y completamente rizado y con un aire entre artista de fado y cancionetista realista de Aristide Bruant. Aire de bohemia para pura canción de calle en un álbum con canciones antológicas: “Cançó de carrer” (Pere Quart), “El ball dels cent mil diumenges” (Henri Tachan / Joan Argenté), “La meva amiga com un vaixell blanc” (Joan Salvat-Papasseit), “Sol” (Josep Palau i Fabre), “Perquè un dia torni la cançó a Sinera” (Salvador Espriu)…
Ramon Pinyol (ahora Ramon Balasch) y Joan Ollé (con quien también compartió espectáculos teatrales) lo ayudaron a afinar su exquisito gusto literario a la hora de seleccionar poemas para musicar e interpretar, arte en el que sobresalió como pocos cantantes de todo el mundo. En el aspecto musical, Jaume Martínez y Tito Pelàez figuran, con Manel Camp, entre sus colaboradores más cómplices.
MUNTANER POR ISAAC
El cantautor Joan Isaac habla su amigo y compañero de profesión Ramon Muntaner. Isaac recuerda cuándo le propuso al director de BarnaSants, Pere Camps, hacerle un homenaje musical a Ramon en vida, en el año 2018. Joan Isaac consideraba que la labor de Muntaner como gestor al frente de la dirección de SGAE Cataluña había ocultado en cierta manera su abundante y valiosa producción como músico.
Después de Cançó de carrer llegaron seguidas cuatro joyas más en forma de LP: Presagi (1976), el disco más impactante que se ha dedicado a la poesía de Miquel Martí i Pol; Cròniques (1977), en el que destacan las inspiradísimas “L'aventura” (Arthur Rimbaud / Josep Palau i Fabre) y “Escric el nom” (Paul Éluard / Pere Quart); el fascinante viaje a la infancia Veus de lluna i celobert (1978); y Balades i cançons (1979), con una segunda cara brillante sobre textos de Josep Maria de Sagarra.
Antes de dejar de cantar a finales de la década de 1980, publicó todavía tres discos más: El pas del temps (1982), la celebrada banda sonora de la película La plaça del Diamant (1982) y Fugida (1988). Después se concentró más en encargos musicales para el teatro, el cine y la televisión (ámbitos en los que ha dejado una ingente obra musical discográficamente inédita), sin renunciar a experimentar en otros medios, como la radio, donde compartió un programa con Ferran Mascarell.
Ramon Muntaner fue también un gestor cultural excepcional. Primero, dirigiendo el Centre de Promoció Musical Ressons y programando conciertos en el Jove Teatre Regina y L'Espai y homenajes en el Palau Sant Jordi. Después, dirigiendo el Mercat de Música Viva de Vic y la sede de la SGAE en Cataluña. Todos los socios de la SGAE lo admiraban y nadie ha facilitado tanto las cosas a la música del país en los últimos treinta años como él.
Cualquier sociedad sana y agradecida tiene la obligación de preservar y completar los legados de sus referentes más estimables. No solo mantener viva su memoria, sino también, y sobre todo, continuar sus aportaciones más útiles para la colectividad es un signo de madurez y justicia en la lucha por la dignidad de la cultura. Hay un poema de Bertolt Brecht que expresa muy bien esta necesidad de traspasar a las generaciones siguientes aquel espíritu, que Raimon resumía con estas palabras en su canción “Si em mor”: “I que d'altres continuen/ el que nosaltres continuem” [“Y que otros continúen/ lo que nosotros continuamos”]. El breve poema de Bertolt Brecht dice: “No necessito cap làpida, però/ Si vosaltres necessiteu posar-me'n una/ Voldria que hi digués:/ Va fer propostes. Nosaltres/ Les vam acceptar"./ Una inscripció així ens faria/ Honor a tots plegats” [“No necesito una lápida, pero/ Si vosotros necesitáis ponerme una/ me gustaría que dijera:/ Hizo propuestas. Nosotros/ Las aceptamos./ Una inscripción así nos haría/ honor a todos”].
Si de verdad amamos la cultura, debemos ser capaces de pagar la deuda enorme que tenemos con Ramon Muntaner. El 10 de febrero de 2018 recibió en el Teatre Joventut del Hospitalet de Llobregat un homenaje del festival BarnaSants. En el librito del disco que recoge la velada, Cançó de carrer. Cantem Ramon Muntaner, humilde y discreto como siempre fue, recordaba el momento en el que los promotores del homenaje le explicaron su propuesta y confesaba que el acto le hizo feliz: “Les mostré, por este orden, mi sorpresa, mi gratitud y mi emoción, y les di un beso a cada uno. Puse dos condiciones: que no me hicieran cantar y que no me dejaran intervenir en nada”.
A diferencia de Bertolt Brecht, Ramon Muntaner no esperaba que se le reconociera su legado, por mucho que sea de un interés público evidente. Y, por tanto, es imposible saber cómo le habría gustado más que se le evocara una vez muerto. Entonces nos corresponde a quienes le hemos sobrevivido pensar bien qué debemos propiciar para que el conjunto de sus aportaciones pueda ser conocido y admirado en el futuro.
La faceta en la que Ramon Muntaner sobresalió con más fuerza y originalidad fue la de cantautor especializado en la difusión de poetas, en muchos casos nada conocidos antes de que él los divulgara.
L'anima dei poeti, libro de Editrici Zona que recoge las intervenciones de un congreso sobre canción y poesía organizado por el Club Tenco, incorpora casi medio centenar de páginas de letra muy pequeña con la relación de los poetas de todo el mundo y de todos los tiempos a los que han puesto música cantantes de todas partes. «Los catalanes sois, proporcionalmente, la cultura que más ha musicado poetas. Sois un caso singular», comenta el editor del libro, Sergio Sacchi. Si quien mire el libro tiene las ganas y la paciencia de descubrir las canciones sobre poemas que se han editado en todas las lenguas, podrá comprobar que ha habido poquísimos artistas en todo el mundo que hayan cantado a los poetas con una fuerza comunicativa como la de Ramon Muntaner, el artista que todo escritor, si lo hubiera oído, habría querido que interpretara textos suyos.
Que el Parlament de Cataluña haya concedido la Medalla de Oro a Pau Riba y Núria Feliu y no se la haya concedido a Ramon Muntaner es incomprensible.
Crear la Fundació Ramon Muntaner de Poesia i Cançó, abierta a todas las manifestaciones de la cultura en las que trabajó Ramon Muntaner, y especializarla en la obra de Ramon Muntaner y la de los artistas que como él son maestros en la difusión de la poesía a través de la canción nos haría honor a todos. Porque recogería las propuestas que nos aportó y allanaría el camino a artistas que encontrarían más vías para expresarse que las que encontró Ramon Muntaner antes de retirarse. ¿Alguien se imagina qué nos habría dado todavía como cantautor si no hubiera dejado de cantar siendo aún muy joven?