CON PROFUNDIDAD Y ALEVOSÍA

TEATRO FUERA DEL TEATRO

El consumo domiciliario de artes escénicas más allá de la pandemia

POR JULIO BRAVO

"El teatro es, por encima de todo, remedio. Es consuelo, curación, terapia. Sirve para muchas cosas. El hecho de ir a un teatro y saber que no estás solo, el hecho de compartir emociones, codo con codo... El contacto físico, algo que ahora se nos impide. Una de las cosas bonitas del teatro es que te sientas y rozas el codo del espectador de al lado, al que no conoces de nada y al que seguramente no vas a volver a ver nunca. Pero en ese momento los dos somos iguales, compartimos risas, emociones. Eso es uno de los grandes milagros del teatro, que ahora se nos niega. Pero yo creo que eso volverá, y lo hará con más fuerza".


Estas palabras pertenecen al actor y director Josep Maria Pou. Las pronunciaba el 27 de marzo de 2020 con motivo del Día Internacional del Teatro; apenas se había decretado el confinamiento de la sociedad y estábamos empezando a vivir una experiencia completamente inimaginable. Fueron días en que a los perros (tener uno era un privilegio, porque posibilitaba unos minutos de libertad en la calle) se sumó otro “mejor amigo”: las pantallas. Televisión, ordenador, tablet, móvil... Con ellas se llenaron horas de ocio obligatorio. Y en ocasiones se convirtieron en un escenario. “Me halaga y sorprende que mucha gente ocupe este tiempo viendo teatro a través de las distintas plataformas”, decía Pou. “Es como si hubieran descubierto el teatro como un artículo de primera necesidad; como si la gente se hubiera dado cuenta de que es necesario e imprescindible ver teatro. Aunque sea un sucedáneo; maravilloso, pero sucedáneo. Y si de aquí hemos ganado un aficionado más, ya habrá algo positivo”.


La necesidad de expresarse que tienen los artistas y, en las artes escénicas particularmente, la necesidad de comunicarse con el público hizo que empezaran a surgir iniciativas, improvisadas y organizadas, tendentes a colmar esta ansia. Lo definía muy bien la actriz Marta Poveda: “La gente aporta desde sus casas, con todo su arte, sus capacidades y su amor, sus pildoritas. La literatura nos está ayudando mucho. El mundo se está alimentando de eso, y creo que lo necesitamos. Al final, esto es una especie de Decamerón; necesitamos contarnos historias para asumir la realidad desde la ficción. Desde que el mundo es mundo hemos necesitado contar historias. La cultura es fundamental para la existencia; es lo que nos diferencia de otras especies”.

Desde hace tiempo, los teatros son conscientes de que la red es un instrumento eficacísimo para difundir su trabajo

La pandemia no inventó nada; desde hace tiempo, los teatros son conscientes de que la red es un instrumento eficacísimo para difundir su trabajo y hacerlo llegar a todos los rincones del mundo. El Teatro Real es un ejemplo de preocupación, en los últimos años, por cuidar la grabación y la divulgación audiovisual de sus producciones. Natalia Camacho, directora de su departamento de Producción Audiovisual, asegura que “es una herramienta fundamental que tiene un gran poder divulgativo y que facilita el acceso a un público mucho más amplio. Al teatro le aporta visibilidad y posibilidades comerciales”. Y fuera del ámbito de la ópera, el National Theatre de Londres presenta una “programación digital” extraordinariamente atractiva.


Son ejemplos de lo que ya existía antes de la pandemia, un multiplicador altavoz para ese hecho íntimo (por grande que sea el aforo del teatro) y fungible que es una función de artes escénicas. El confinamiento descubrió a los aficionados plataformas como Teatroteca, el archivo escénico del Ministerio de Cultura, que en apenas dos días (del 11 al 13 de marzo) aumentó en un 10 por ciento el número de usuarios y recibió en esas fechas diez mil visitas. También otras como AllTheater, Play Theatres, Teatrix, Marquee, Opsis, Broadway HD, Cennarium...


Los teatros hicieron de la necesidad virtud y pusieron en marcha distintas iniciativas con la intención de mantener la comunicación con su público. La productora Pentación creó Pantalla Pentación, a través de la que ofrecía cada semana dos títulos grabados; el Teatre Lliure de Barcelona hizo lo propio con #TheShowMustGoOn, que pretendía “mantener el consumo de teatro y los ánimos altos”. Hicieron lo mismo teatros y empresas como la malagueña Factoría Echegaray, el Teatro Español, el Teatro Kamikaze, La Joven Compañía, Tricicle, Russafa Escénica...

A través de Zoom, #TeatroConfinado reunía a una veintena de espectadores y un actor que interpretaba una pieza desde su casa

Entre las experiencias teatrales más singulares celebradas durante el confinamiento se encuentra la que creó el Teatro de La Abadía: a través de la plataforma de videollamadas Zoom, #TeatroConfinado reunía a una veintena de espectadores y un actor que interpretaba una pieza desde su casa. Según La Abadía, desde finales de marzo de 2020, cuando se puso en marcha esta iniciativa, hasta finales de marzo de 2021 se ofrecieron 120 funciones de 19 piezas para 3.200 espectadores. Uno de los actores que participaron en la experiencia fue Israel Elejalde, que interpretó Esto es agua, de David Foster Wallace. “Es la experiencia más parecida al hecho teatral que hemos podido encontrar, ya que se produce en directo con el público. Hay una relación directa entre los espectadores y el actor: yo los veo y ellos me ven en el momento en que interpreto el monólogo; pueden aplaudir al final y hay algo teatral en la experiencia”.


Escenario 0 es, sin lugar a dudas, la experiencia más llamativa y la más perdurable. Teniendo su origen en las cuatro paredes de un escenario (incluida la famosa 'cuarta pared'), es la propuesta que más se escapa de ellas. Es importante, además, por la personalidad de sus creadoras, Irene Escolar y Bárbara Lennie, y por haber sido acogida por una de las plataformas audiovisuales más internacionales y consolidadas: HBO. Irene Escolar explica que la iniciativa surgió durante el confinamiento y ante la incertidumbre que rodeaba el trabajo de las gentes del teatro y del audiovisual. “Hacía tiempo que a Bárbara y a mí nos rondaba por la cabeza rodar Hermanas [la obra de teatro de Pascal Rambert que ambas interpretaron en escena] y pensamos hacerlo en esos momentos. Lo planteamos de diversas maneras y tomó cuerpo la idea de no rodar la obra de teatro tal cual, sino dar un paso adelante; nos preguntamos entonces por qué solo Hermanas, y desarrollamos el proyecto”.


Pero Escenario 0, aun teniendo origen y corazón teatral, no es teatro filmado. Son seis películas; a la citada Hermanas se suman Los mariachis (de Pablo Remón), Juicio a una zorra (de Miguel del Arco), Mammón (de Nao Albet y Marcel Borràs), Vania (basada en la obra de Chéjov) y Todo el tiempo del mundo (de Pablo Messiez). En ellas, el mundo audiovisual y el escénico se unen para intentar reimaginar las obras de teatro, ofrecerlas a través de una plataforma distinta y buscar un lenguaje híbrido que, sin abandonar las reglas del escenario, sea abiertamente audiovisual.

Mammón

“Yo creo que Hermanas puede interpretarse como teatro porque lo sitúas en ese espacio”, decía Irene Escolar. “Pero no es teatro grabado, porque, si lo ves, no tiene nada que ver con eso”. Es imposible no recordar que en España hubo, hace más o menos medio siglo, una experiencia audiovisual que resultó determinante para el desarrollo y la divulgación del teatro y, muy especialmente, para la creación de nuevos públicos y la captación de adeptos: hablo del legendario Estudio 1, que se emitió en TVE entre 1965 y 1984. Se ofrecieron cerca de cuatrocientos títulos interpretados por los mejores actores, con un formato televisivo pero manteniendo absoluta fidelidad al texto y al espíritu teatral.


¿Cuál fue el resultado de estas experiencias de teatro audiovisual durante las semanas de confinamiento? Aquí van dos ejemplos, antes citados: Pantalla Pentación y Teatroteca. A primeros de abril de 2020, la plataforma de la productora que dirige Jesús Cimarro había ofrecido cuatro títulos con una acogida que sus responsables calificaron de muy satisfactoria. La grabación de El eunuco (la adaptación libre del clásico de Terencio) tuvo 66.933 visitas (fue su mayor éxito). Todas las noches de un día, de Alberto Conejero (16.822); Julio César, de William Shakespeare (15.700); y Fedra, de Jean Racine (13.516), completaban las estadísticas.

El eunuco

Por su parte, Teatroteca, la plataforma de servicio de préstamo en línea del Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música (CDAEM), unidad perteneciente al INAEM, tuvo, en los veinte días anteriores al cierre de los teatros, del 16 de febrero al 10 de marzo, 8.282 visitas. Entre el 11 y el 31 de marzo, esa cifra se multiplicó por cien, y se alcanzaron las 836.379 visitas; y de 2.016 préstamos se pasó a 27.736, según datos del Ministerio de Cultura. Las cinco obras más prestadas fueron El chico de la última fila, de Juan Mayorga; La casa de Bernarda Alba, de Lorca; Antígona, de Sófocles; El sueño de una noche de verano, de Shakespeare; y El perro del hortelano, de Lope de Vega.


Son solo algunos ejemplos de lo que la creatividad de las gentes de nuestro teatro ha generado en estos tiempos de necesidad. Pero, empleando el término que usó Josep Maria Pou, no es más que un sucedáneo. No podemos olvidar que el teatro, en palabras del dramaturgo y director Miguel del Arco, es la “respiración conjunta” de actores y espectadores en un mismo lugar y con una misma intención. Y en esta línea se manifiesta el propio Pou: “Si el teatro es algo, precisamente es la congregación, la ceremonia, la reunión de la gente para vivir una experiencia juntos, compartir una emoción. Eso es el teatro”.

Las artes escénicas no pueden dar la espalda al audiovisual, y mucho menos a esa potentísima herramienta que es internet

Aun así, está claro que las artes escénicas no pueden dar la espalda al audiovisual, y mucho menos a esa potentísima herramienta que es internet. No es teatro (“Para mí no hay teatro cuando no hay espectadores delante”, dice Irene Escolar), pero es, evidentemente, un extraordinario altavoz. Y no solo eso. La pandemia nos ha mostrado (si no lo sabíamos ya) que existe un campo muy extenso en el que investigar y del que aprender.


Henri Vendreau, uno de los responsables de la plataforma francesa Opsis TV, que tiene en catálogo varias decenas de títulos, aseguraba en una entrevista: “No aspiramos a competir con el directo, sino que es una forma distinta de ver el teatro”. Y con esa óptica se han de mirar las posibles futuras experiencias que, con pandemia o no, puedan desarrollar las artes escénicas en este sentido. La presencia del componente audiovisual sobre un escenario es cada vez mayor; el creador de la vídeo escena ya es una figura tan habitual sobre las tablas como el iluminador o el escenógrafo. Muchos montajes presentan títulos de crédito a la manera cinematográfica, y se han probado también los decorados virtuales: hace quince años, en 2004, Andrew Lloyd Webber estrenó un musical, The woman in white, cuya escenografía era un panel circular blanco sobre el que se proyectaban los distintos decorados, con pretensiones cinematográficas.


En esta era de las pantallas y la inmediatez, ¿por qué no va a explorar el teatro nuevas vías de expansión y difusión? Han pasado cuarenta y cuatro años, por ejemplo, de la primera retransmisión en directo a través de la PBS, canal de televisión pública de Estados Unidos, de una ópera desde el Metropolitan Opera House de Nueva York. Vieron aquella retransmisión cuatro millones de personas, lo que equivale a multiplicar por mil el aforo del coliseo neoyorquino. Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, dice que “los audiovisuales no quitan espectadores a los teatros; tengo la sensación de que es más bien lo contrario. Aquellos teatros que han sido capaces de difundir su producto más allá de sus paredes están dando más sentido a las subvenciones públicas, imprescindibles para su supervivencia, sobre todo en Europa”.


Una función de teatro, ópera o danza es un diálogo único y exclusivo entre los actores y cada espectador, que decide qué enfoca su mirada, cuál es el primer plano... El streaming nunca podrá reemplazar esa experiencia, pero las retransmisiones no solo sirven para amplificar lo que sucede en el escenario. Estamos hablando de una nueva forma de comunicación que, guste o no, es el lenguaje del siglo XXI, y el teatro en vivo no puede permanecer ajeno a ello. Más aún: ha de saber enriquecerse gracias a ello.

Firma invitada

Julio Bravo (Madrid, 1963), que firma este texto, es periodista cultural especializado en artes escénicas. Redactor del diario “ABC” desde 1985, como autor ha estrenado Oficina de patentes (2011) y Addio del passato (2017). Es creador del blog Una butaca con vistas, dedicado al mundo de la escena. Desde 2012, una butaca del Teatro Muñoz Seca de Madrid lleva su nombre. Es miembro de la Academia de Artes Escénicas de España y en 2021 recibió un homenaje en el Festival de Teatro Clásico de Almagro por su labor periodística.

Ilustración

Miguel Sueiro (Basetis)

Fotografía

Mammón (HBO España)
El eunuco (Ros Ribas / Pentación)


Enlaces

Escenario O
Teatroteca
Teatrix
Productora Pentación
Teatre Lliure
Teatro La Abadía
Una butaca con vistas

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PREMIO SGAE DE TEATRO ‘ANA DIOSDADO’

La Fundación SGAE convoca desde hace tres años el Premio SGAE de Teatro Ana Diosdado para textos escritos por mujeres. El talento femenino es evidente en la creación y la dramaturgia actuales. El objetivo de esta convocatoria es impulsar y dar salida a tan buenas ideas.


El premio, que reivindica la figura de la guionista y dramaturga Ana Diosdado, se entregará este año en la apertura de la XXIX Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos de Alicante. El texto ganador se llevará 4.000 euros, será publicado en la colección Teatro Autor (Fundación SGAE) y se estrenará en el Ciclo SGAE de Lecturas Dramatizadas en la Sala Berlanga (Madrid). En las anteriores ediciones resultaron vencedoras Josi Alvarado por La Tarara (2019) y Nieves Rodríguez por Aquí duermen ciervos (2020).