PORTADA

FUEGO

FLAMENCO

6 voces actuales para un género libre:

María José Llergo, Rocío Márquez, Cristian de Moret, Álvaro Romero, Rosario La Tremendita y David Lagos.


POR DAVID SAAVEDRA

“Esto no es flamenco”. Seguro que has escuchado esta frase un montón de veces. Tantas como el “esto no es música” con el que una parte de la melomanía escupe su indignación hacia el trap o el reguetón. La historia del arte jondo está plagada de camisas rasgadas con esta negación por bandera; historias ya legendarias, como la de los gitanos que devolvieron a las tiendas La leyenda del tiempo (1979), de Camarón, porque decían que ese ya no era Camarón. O el público abucheando a Enrique Morente en el Teatro Albéniz de Madrid cuando, en el bis de un concierto, presentó varios temas de Omega (1996) acompañado por el noise atronador de Lagartija Nick. Todo el revuelo mediático levantado por las acusaciones a Rosalía de apropiacionismo cultural. Las críticas demoledoras en prensa a Niño de Elche por su performance en la Bienal de Sevilla o por invitar a Los Planetas a tocar en el Festival de Flamenco de Madrid.


En realidad, estos episodios de rechazo son habituales en la música popular de cualquier parte: desde el “¡Judas!” que le gritaron a Bob Dylan cuando electrificó su sonido a las críticas a los tropicalistas brasileños cuando optaron por hacer dialogar su folclore con el “flower power”, acusados de venderse al imperialismo norteamericano. Pero en el flamenco se advierte una peculiaridad: que ese conflicto existe prácticamente desde su nacimiento. “El flamenco tiene mucho que ver con el Romanticismo”, concede Juan Diego Martín Cabeza, doctor por la Universidad de Sevilla en el programa “Flamenco: un acercamiento multidisciplinar a su estudio”, autor de Jondo (Barataria, 2004) y de numerosos artículos en revistas. “Ya en un libro de 1881, el folclorista Antonio Machado y Álvarez “Demófilo” decía que el flamenco estaba perdiendo su esencia, y eso que en aquella época era un arte muy joven, que todavía estaba empezando. Se ha partido siempre de la idea de que hay un pasado puro que no se pude contaminar”, afirma este especialista.


Hace casi cien años, los días 13 y 14 de julio de 1922, se celebró en Granada el Concurso de Cante Jondo, de alta trascendencia histórica al tratarse del primer gran certamen flamenco a nivel nacional. Federico García Lorca y Manuel de Falla fueron sus principales inductores, y actuaron los más grandes de la época: La Niña de los Peines, Tomás Pavón, José Cepero… Entre los asistentes figuraban Edgar Neville, Ramón Gómez de la Serna, Ignacio Zuloaga o Joaquín Turina, e incluso se llegó a invitar (sin éxito) a figuras internacionales como Stravinsky y Ravel. Pero la leyenda ya estaba impresa: aquel era un quién es quién de la élite intelectual del período de entreguerras, y el flamenco estaba en el centro del huracán. Un maelstrom cultural en el que también subyacía la inquietud de preservar la pureza. “Falla y Lorca montaron un concurso para intentar buscar a un cantaor que se mantuviera puro, que no estuviera viciado por lo comercial”, afirma Martín Cabeza. “Era la época de Pastora Pavón, Antonio Chacón, Manuel Torre… Quizás los artistas más importantes de la historia, y ellos ya pensaban que aquello se estaba pervirtiendo. Entonces ahí gana un desconocido, que era El Tenazas de Morón, un hombre muy mayor, que conservaba algunos cantes que no se hacían, y un niño de 12 años, que era Manolo Caracol, y que volverá a revolucionar el flamenco 30 años después”.

“La esencia del flamenco está en la contaminación, en la impureza” (Juan Diego Martín Cabeza)

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de flamenco? El músico Cristian de Moret, uno de los más interesantes renovadores actuales del arte jondo, lo tiene claro. “Es un género orgánico ya forjado, una música tradicional con un repertorio formado a lo largo de casi dos siglos de historia, que funciona por palos. También hay una cadencia andaluza, la melodía frigia”. Explica que lo que él hace “es creación, aunque me base a veces en algunos cantes populares. El sistema armónico que yo empleo, además, es muy distinto”.


Martín Cabeza sostiene que “no sabemos realmente lo que es flamenco, ni siquiera en el aspecto etimológico. Lo bueno del concepto es lo abierto que es, y todo lo que sea ponerle puertas supone cargárselo. La esencia misma del flamenco está en la contaminación, en la impureza. Es una cosa viva que siempre ha ido modificándose y hablando de su tiempo”.


También se ha ido renovando el canon, esa especie de consenso establecido por los flamencólogos más exigentes (algo así como una RAE oficiosa de lo jondo) sobre quién está fuera y quién está dentro. Muchos de los rechazados en su momento son ahora considerados lo más grande que ha dado este arte. “Enrique Morente ha entrado en el canon ahora, pero en los años 80 y 90 mucha gente lo tenía como no flamenco. Igual que Camarón, que lo echaron en un momento dado. Hoy día sí entran en el canon La leyenda del tiempo y Omega. Jorge Pardo ya es canon, y en el futuro lo serán otros. Lo saben los festivales, como la Bienal de Sevilla, que ya se están abriendo a otras cosas”, expone Martín Cabeza.


Aquí vamos a aventurarnos a exponer seis voces del flamenco presente que bien pueden formar parte de ese canon futuro. Todas buscan su contemporaneidad dialogando con otros estilos. Esto es lo que nos han contado.