TÓCALA OTRA VEZ

LOLA

BLASCO

La dramaturga alicantina, referente generacional, reivindica la figura inspiradora de Laila Ripoll

POR DANIEL GRAU

William Shakespeare tuvo la culpa. A punto de llegar a su mayoría de edad, Lola Blasco (Alicante, 1983) se apuntó a un taller de teatro que le permitió interpretar sobre un escenario el papel protagonista de Ricardo III y, a partir de ahí, “algo se me debió encender”, recuerda la actriz, autora y directora teatral. Tanto es así que, casi de un día para otro, decidió dar un vuelco a sus planes universitarios y se trasladó a Madrid para estudiar Interpretación y Danza, añadiendo después una licenciatura en Dramaturgia. “Me fascinó la posibilidad de cambiar de cuerpo con cada personaje, pero llegó un momento en el que me di cuenta de que como actriz iba a estar siempre limitada por los roles físicos, por mi cuerpo, mi aspecto, y me pasé a la autoría, ya que me permitía habitar todas las voces posibles”, comenta.


Desde entonces, su trayectoria dramática, que compagina con la docencia de Literatura y Escritura Teatral en la Universidad Carlos III y en la escuela SUR del Círculo de Bellas Artes, ha evolucionado en una dirección claramente ascendente. Lola tiene los más prestigiosos galardones del ramo (Premio Nacional de Literatura Dramática por Siglo mío, bestia mía; Premio de Excelencia por la Universidad Carlos III; Premio de la Crítica Literaria Valenciana por Fuegos…) y un largo listado de obras propias estrenadas, publicadas y traducidas al polaco, italiano, inglés o alemán (Proyecto Milgram, Los hijos de las nubes, La armonía del silencio…). Sus creaciones, además, se han podido disfrutar en festivales teatrales tan prestigiosos como los de Aviñón y La Mousson d’Été de Lorena (Francia), o la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), así como en espacios escénicos como el Panta Théâtre de Caen (Francia), el Deutsches Theater de Berlín (Alemania) y el Teatr Przy Stole de Sopot (Polonia).

“La pandemia y el confinamiento me resultaron traumáticos”

“Debo reconocer que durante todos estos meses de pandemia he trabajado bastante; de hecho, aunque pueda parecer sorprendente, he estrenado más que nunca”, dice Lola Blasco. El pasado año, por ejemplo, llevó al Centro Dramático Nacional su Siglo mío, bestía mía, con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2016; y lo mismo con En palabras de Jo… Mujercitas en el Teatro Español. Más recientemente, en los primeros meses de 2021, estrenó Música y mal en el Fernán Gómez y Marie en el Teatro de la Abadía. Nada menos.


Su inspiración, no obstante, se vio seriamente dañada por las circunstancias sociales. “Me quedé en shock y, como a muchas otras personas, la pandemia y el confinamiento me resultaron traumáticos. Me secaron la inspiración y, desde luego, creo que necesitaré bastante tiempo, más perspectiva, para poder asimilarlo y que pueda salir algo creativo de esta experiencia. Diría que, por mi parte, me he limitado a sobrevivir”, confiesa.


Pero la vida no cesa. Blasco ha presentado su tesis doctoral, Confesión en la dramaturgia española contemporánea, en la que traslada al ámbito teatral reflexiones sobre la confesión como género literario de María Zambrano. En la recámara aguardan diferentes proyectos que la mantendrán ocupada en los próximos meses. Por un lado, la edición de su obra completa hasta la fecha. “Puede sonar a retirada o a final de trayecto, pero lo cierto es que me hace mucha ilusión. Y espero, en cualquier caso, poder seguir publicando muchas más obras después de esto”, asegura. Además, la dramaturga prepara su primera novela, de corte autobiográfico, para la que en estos momentos se encuentra recopilando fotografías, recuerdos y documentos de todo tipo. Del resto de ideas que rondan por su cabeza prefiere no comentar nada. Por lo que pueda venir. “Ahora, es momento de volver a escribir”, concluye. Y en eso anda.

Laila Ripoll

(Madrid, 1964)

Por Lola Blasco


Decíamos al principio que Shakespeare tuvo la culpa. Pero, si preguntamos a Lola Blasco cuál es la autora que más peso ha tenido en su propio desarrollo artístico, la respuesta es Laila Ripoll. La influencia de esta dramaturga y directora es característica, por derecho, en la generación que la siguió. Además, su voz es importante para ubicar la creación femenina en la primera línea de las artes escénicas.


Por eso pedimos a Lola Blasco que nos hable de Laila Ripoll. Y estas son sus palabras:


“Laila Ripoll es para mí un claro referente. Autora de obras como El triángulo azul (firmada junto a Mariano Llorente y con la que se alzó con el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2015, justo un año antes de recibirlo yo), Los niños perdidos o Atra bilis, Laila trata habitualmente en sus textos ciertos temas, como el de la memoria histórica, que también a mí me interesan mucho y que son muy recurrentes en mi trabajo. Me han influido igualmente su escritura y su puesta en escena, que plantea casi como si se tratara de un ritual, su forma de mostrar el lado oscuro de nuestra España o la poesía de su palabra. Toda Laila Ripoll es para mí una gran fuente de inspiración.


Junto a nombres como los de Juan Mayorga, Andrés Lima, Sergi Belbel o Angélica Liddell, Laila pertenece a una generación justo anterior a la mía que nos ha abierto muchas puertas a los que hemos ido llegando después. Su obra fue determinante cuando me planteé dedicarme a esta profesión. Ha estrenado mucho, acumula galardones muy importantes y ha escrito un texto como Atra bilis, que considero uno de los más importantes de la dramaturgia española contemporánea. Y, encima, es mujer, lo que supone un valor añadido, ya que todas necesitamos referentes en ese sentido.


A Laila, por cierto, la conocí personalmente cuando fui seleccionada, con La armonía del silencio, para participar en el IV Laboratorio de Escritura Teatral de la Fundación SGAE. Fue la directora en esa edición y, por eso, porque estuve trabajando mano a mano con ella en mi texto, puedo atestiguar que además de ser una magnífica autora es también una excelente compañera, muy generosa, muy buena gente. Le encanta enseñar y eso lo transmite a sus alumnas. Por si fuera poco, al frente del Teatro Fernán Gómez de Madrid, que dirige desde finales de 2019, ha apostado decididamente por un teatro comprometido, valiente, y por llevar a escena a otras mujeres. De hecho, incluyó en su programación un espectáculo escrito, dirigido e interpretado por mí, Música y mal. Es una persona muy comprometida, arriesgada, y está ayudando a crear cantera.


En esa línea de apoyo a las mujeres dramaturgas, por cierto, me gustaría comentar que, por lo que veo diariamente en mis clases de teatro, actualmente hay más mujeres que hombres en las aulas. Además, hay teatros que se esfuerzan por cumplir la paridad en su programación y la situación, en general, va mejorando poco a poco. Sin embargo, no debemos bajar la guardia, ya que no solo debemos contabilizar el número de mujeres que consiguen estrenar, sino en qué condiciones lo hacen y, muy importante también, si consiguen o no profesionalizarse. Sin lugar a duda, hay muchas personas comprometidas para que las mujeres dramaturgas sean escuchadas, pero, insisto, no podemos descuidarnos. La labor desarrollada por Laila Ripoll, en ese sentido, es muy importante, y por eso considero que ella es un referente fundamental para todas nosotras”.

Fotografía

Lola Blasco por MarcosGpunto/CDN

Laila Ripoll por Javier Naval

Enlaces

Lola Blasco

Laila Ripoll

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LABORATORIO DE ESCRITURA TEATRAL

El Laboratorio de Escritura Teatral de la Fundación SGAE se convocó por novena vez en 2021. El objetivo de esta actividad es fomentar la escritura, promover la creación y brindar apoyo a los autores y autoras dramáticos de la SGAE. Entre más de 240 propuestas fueron seleccionados seis proyectos, cuyos autores recibieron una dotación económica y trabajaron durante un semestre con el dramaturgo Alberto Conejero (Premio Nacional de Literatura Dramática y Premio Max. La Fundación SGAE publicará las obras finales en un libro de la colección Teatroautor.


Estos fueron los autores y obras ganadoras: Markel Hernández (Granada, 1997) por Toro Blanco; Eugènia Manzanares (Barcelona, 1985) por Benvinguts; Daniel J. Meyer (Buenos Aires, 1982) por Scratch; Miguel Mota (Palencia, 1981) por Lágrimas; Paz Palau (Castellón, 1980) por Hogar, dulce hogar; y Mélanie Werder (Menorca, 1992) por Sharentin.