ESCENARIOS

TEATRO

ARRIAGA

El emblema bilbaíno que sobrevivió al agua y al fuego

POR MARTIN CALVO

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Cuando la llama prendió en el Arriaga, hubo quien dio por muerto a este insigne teatro. El incendio de 1914 fue devastador: en solo dos horas se destruyó una parte muy sustancial del edificio, que quedó convertido en unas cuantas costuras retorcidas de madera calcinada. La ardua reconstrucción, liderada por el alcalde Marco Gardoqui, alumbró un nuevo espacio diáfano y brillante, más cercano al teatro que podemos ver y disfrutar en nuestros días.


Originalmente, el Arriaga se había inaugurado el 31 de mayo de 1890 con la representación de La Gioconda, ópera de Amilcare Ponchielli que entonces triunfaba en el circuito moderno europeo. Le pusieron nombre al recinto en honor al prodigioso y efímero compositor Juan Crisóstomo de Arriaga, mucho más que “el Mozart vasco”. En aquellos primeros tiempos, un modernísimo operativo permitía seguir las representaciones desde casa y por teléfono, como una especie de streaming de la época. A quienes tuviesen uno de aquellos primitivos cacharros, dicen, la retransmisión les costaba 15 pesetas. O sea, varias mensualidades de un jornalero medio.

En 1901, en uno de sus episodios más comentados, el Arriaga acogió un discurso del díscolo (y a menudo incomprendido) Miguel de Unamuno. Sus opiniones sobre el euskara estuvieron a punto de generar serios incidentes de orden público en Bilbao. Por suerte, no había Twitter.


Unamuno estaba on fire, pero el incendio de verdad llegó en 1914. Superada la chamusquina, tras la regeneración de piel, órganos y tejidos, el Arriaga se convirtió en uno de los referentes escénicos ineludibles en este extremo continental. Y no solo por su programación artística, sino también por la multitud de reseñas y anécdotas asociadas a la vida cultural e intelectual bilbaína. Y a la historia, en general: en 1936, Federico García Lorca asistió a un espectáculo de su amiga Margarita Xirgu, exitosa actriz, directora y activista de izquierdas. Fue su último encuentro. Poco después, estalló la Guerra Civil y Lorca fue asesinado.


A comienzos de los años 80 y ya como edificio de gestión municipal, el Teatro Arriaga se sometió a una importante labor de restauración. Cosas de la edad. Pero otra maldita calamidad se cruzó en su camino: en agosto de 1983, Bilbao vivió una catástrofe natural antológica. Un diluvio de verano causó riadas en la ciudad y en otros municipios vascos. Murieron muchas personas. Cayeron puentes y edificios. Las pérdidas fueron incalculables. El agua y el barro irrumpieron en el Arriaga también, la obra de restauración se suspendió y el tiempo quedó nuevamente congelado entre andamios, cubiertas, morteros y martillajes.


La humedad penetrante y hedionda de aquel episodio tardó un tiempo en desaparecer. Por fin, el 5 de diciembre de 1986, la Orquesta Sinfónica de Bilbao reinaguró el nuevo Arriaga dirigida por el maestro Urbano Ruiz Laorden. Hasta hoy.


A lo largo de las décadas, han pisado las tablas del Teatro Arriaga personalidades como Fernando Fernán Gómez, Paco de Lucía, Gemma Cuervo, Paco Rabal, José María Rodero, Celia Gámez, Plácido Domingo, Alfredo Kraus, Chavela Vargas, Concha Velasco, Montserrat Caballé... Y, más recientemente, Ainhoa Arteta, Fito Cabrales, Sara Baras, Estrella Morente, Benito Lertxundi, Ruper Ordorika o Salvador Sobral. La crema, cada cual en lo suyo.

En el siglo XXI, la modernidad y la producción propia son marcas del Arriaga, que apuesta firme y decididamente por la cantera, abre espacios a la creación de los artistas locales e incorpora jóvenes intérpretes vascos en sus espectáculos. Por su calidad, sus producciones han salido de gira por España y Europa. Un ejemplo de esto es El Juez (Los niños perdidos), que supuso el retorno de Josep Carreras a la ópera escenificada tras más de diez años de ausencia. El estreno mundial se celebró en abril de 2014 y acudieron a este teatro personas de hasta 23 países y medios de comunicación de todo el mundo. Después, El Juez ha hecho plenos de taquilla en Austria y Rusia.


Otros estrenos recientes han sido Amour, de Jokin Oregi (2015); El sueño de una noche de verano, dirigida por Pablo Viar sobre el clásico de William Shakespeare (2016); Obabakoak, adaptación de la novela de Bernardo Atxaga a cargo de Calixto Bieito (2017); Johannes Passion, en coproducción con el Teatro Chatelet de París (2018); o Waiting/La espera, basada en la música del compositor romántico Edvard Grieg y la obra del escritor noruego Karl Ove Knaugard, en coproducción con el Bergan International Festival de Noruega, el Tivoli Summer Classical de Dinamarca, la Gothenburg Symphony Orchesta de Suecia y los Vilnius Festivals de Lituania (2019).


Los halagos son merecidos: el Teatro Arriaga es tan divino que pide selfi. Además, funciona como ejemplo de variedad y calidad en su programación. Su evolución es muy propia de Bilbao, la urbe coqueta y apañada que ha sabido completar como pocas la ósmosis entre los siglos XIX y XXI. Pero, por encima de todo, el Arriaga es un superviviente. Y las cicatrices nos dicen quiénes somos.

Fotografía

Archivo del Teatro Arriaga

Audio

Narración: Martin Calvo

Producción: Irkus Uranga

Músicas: String quartet nº3 in E-flat Major, IV – Presto agitato de Juan Crisóstomo Arriaga, por Camerata Boccherini (Naxos); y Me equivocaría otra vez, por Fito y Fitipaldis (Warner Music Spain, SL).

Enlaces

Teatro Arriaga Antzokia

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XXIV Premios Max

El Teatro Arriaga se prepara para acoger la ceremonia de entrega de los XXIV Premios Max de las Artes Escénicas, que organiza la Fundación SGAE con la colaboración del Ayuntamiento de Bilbao y el INAEM. El evento se producirá el 4 de octubre bajo la dirección de Calixto Bieito, programador artístico de este recinto, Medalla de Oro de la Academia Española de las Artes Escénicas y Premio de Cultura Europeo de la Fundación Pro-Europa.


Los Premios Max de las Artes Escénicas fueron creados en 1998 por la Sociedad General de Autores y Editores para reconocer la labor de los profesionales y la calidad de las producciones más destacadas del año en el ámbito escénico. El carácter itinerante y la elección de espacios emblemáticos distinguen la gala de los Max. Cada año, estos premios viajan con su equipaje festivo y espectacular de una Comunidad Autónoma a otra como metáfora de las giras de las compañías de teatro y danza.


Además de acoger los Premios Max en su próxima edición, el Arriaga es una de las sedes principales de la Orquesta Sinfónica de Bilbao desde su creación en 1922. Y también es escenario del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje (ZINEBI), cuya 63ª edición se celebrará en noviembre.