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El sonido de la generación confinada
POR EMILIO R. CASCAJOSA
Cuando Irene Garrido adoptó el alias Irenegarry y se aventuró a provocar un estallido viral con su single “Puto Normando”, poca gente imaginó que aquella versión de Lana del Rey generaría en apenas tres meses más de 350.000 reproducciones en Spotify. Tras ser incluida en las listas de éxitos más importantes de la plataforma, la alicantina fue consciente de la envergadura de aquella pieza pergeñada en la intimidad de su habitación. Así nació la voz de la Generación Z y lo hizo en plena pandemia. A ochenta kilómetros en Murcia, con apenas un puñado de singles publicados y más de noventa mil oyentes mensuales en Spotify, María Blaya se convertía en un fenómeno en Internet con el lanzamiento de su EP Silencio (2020), grabado en su dormitorio. Por su parte, Irene López Valdivia ya cosechaba una legión de fans con sus versiones down tempo de C Tangana o Yung Beef, pero tuvo que esperar a 2020 para acabar encumbrada gracias a un puñado de grabaciones caseras. Son tres claros ejemplos para entender el sonido de la generación confinada.
De toda la hiperactividad creativa que se desplegó durante los meses posteriores al Gran Encierro, acaso un hecho permanece consistente: la posibilidad de crear música profesionalmente sin quitarte el pijama. El dedo del progreso señala como responsables de este revulsivo al abaratamiento de la tecnología, la creciente digitalización social y las restricciones espaciales impuestas por la covid-19.
Todas estas circunstancias han acabado generando espontáneamente una nueva filosofía compositiva y un sonido generacional. Se habla del asentamiento del home studio y de la escena bedroom pop, y en nuestro país empiezan a sonar nombres como Depresión Sonora, Eva McBell, mori, el youtuber Rojuu, Ortiga, Chill Chicos, De los Santos, Eddy o la carismática rebe, que compuso un disco con un teclado comprado con donaciones de sus fans en Instagram.
“Jamón”, de la madrileña rebe
When we all fall asleep, where do we go? (2019), de Billie Eilish, fue producido por su hermano en su dormitorio, con los calcetines hechos un ovillo debajo de la cama. Pero ganó el Grammy al mejor álbum en 2020. Fue el anticipo definitivo de las formas de creación actuales: estudios de andar por casa, software gratuito para edición de audio, posibilidad de trabajar interconectados en la nube, live-streaming, ensayos por Zoom… “Durante los últimos diez años la tecnología no ha parado de progresar, mientras que los precios han seguido cayendo a niveles de récord”, comentaba recientemente James Kirby, analista de mercado en Future Source. Para muchos músicos la pandemia ha supuesto una oportunidad de perfeccionar su oficio. En abril de 2020, Rolling Stone informó de un aumento del 55% en el tráfico de búsqueda de GarageBand, una DAW (estación de trabajo de audio digital) que permite crear música digitalmente. Apple, propietaria del software, anunció que aquel año recibieron más de trece millones de descargas de efectos de sonido desde su biblioteca.
“El modelo lo imponemos los artistas, que ahora tenemos acceso a la creación sin depender de gastos como alquilar un estudio o un local de ensayo”. Son palabras de Jordi Arroyo, un joven geniecillo del pop urbano conocido en la escena independiente como Ghouljaboy. “Si estás empezando y no tienes capacidad para llevarte tres días grabando en un sitio profesional, haces que el estudio venga a tu casa, y eso es un puntazo”.
Paco Román, compositor y cerebro detrás de Neuman, pasa mucho tiempo componiendo en casa y piensa que “todavía queda un periodo de adaptación, porque estamos demasiado acostumbrados a hacer las cosas de cierta forma. Pienso que el cambio será paulatino, aunque yo ya he empezado”. Paco sería el perfecto ejemplo de compositor capaz de saltar desde el modelo antiguo (el que exige presencialidad) hacia un nuevo contexto post pandemia. “En todo esto también hay mucho alardeo de lo que puedes ser capaz de hacer solo con tu móvil”, apunta.
“Crashpad”, del proyecto murciano Neuman
Juano Azagra, líder de All La Glory, también se abrió a la creación casera empujado por las circunstancias. “Estar encerrado solo en casa me llevó instintivamente a plantearme tener a mano equipo suficiente para expresarme como quiera y cuando quiera. La fatiga mental fue lo más duro de llevar. Empecé a montar mi estudio al final de la escalada”.
Pero, ¿qué recursos mínimos debería plantearse cualquiera que pretenda generar canciones sin salir de casa? Santiago Gonzalo, conocido por su alias Bronquio, podría considerarse un “nativo home studio”. Ha grabado la mayoría de sus singles en su dormitorio, colando el micro dentro de un armario. “Antes de la covid ya me había quedado sin banda y me vi forzado a grabar mis ideas en el móvil para no olvidarlas”, comenta el jerezano. “Me gustó el proceso, así que opté por hacer todo en mi habitación. Suelo usar una DAW como Ableton Live, un MacBook Pro, monitores KRK y un teclado master básico. Aunque recomiendo no abandonar el uso del instrumento que sepas tocar. Hay millones de librerías de sonido, pero es sano que no se pierda la ejecución física y el error”.
Juano Azagra, a pesar de la diferencia generacional, también coincide en partir de unos mínimos. “Aparte de tu ordenador, una DAW, tarjeta de sonido, monitores y micros, es importante tener personalidad. El problema del software digital radica en que puede llevarnos a un sonido homogéneo y estéril, ya que la comunidad suele usar los mismos pluggins, presets y algoritmos para ahorrar tiempo. Mi consejo es no escuchar con los ojos sino con los oídos”. Y es que, como afirma Paco Neuman, “al final lo que realmente importa son las canciones”.
Ilustración
Miguel Sueiro (Basetis)
Enlaces
Lista de escucha
Creadores post covid-19 y autoría de guerrillas. El sonido de la generación confinada.
Una selección de Emilio R. Cascajosa
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En enero de 2022 concluye en Madrid la vigésimo novena edición de este taller, todo un clásico en la oferta formativa de la Fundación SGAE. Se propone un recorrido fundamental por los principales recursos compositivos de la música y el sonido en el cine, analizando su aplicación práctica en secuencias cinematográficas.
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