CON PROFUNDIDAD Y ALEVOSÍA

¡VIVA EL ROCK!

Los Zigarros, Nat Simons, Sarria y La Perra Blanco van a fuego con sus guitarras. Son presente y futuro del género que nunca muere

POR ARANCHA MORENO

“El poeta está aburrido y le sobran los motivos / La canción cumple condena por ser demasiado buena / Yo lo siento, Frank, lo siento de verdad / Pero esto es simplemente lo que hay”. Así se disculpaba Ariel Rot con Sinatra en “Lo siento, Frank”, una canción de 2003 que reflejaba el cambio de paradigma en los gustos musicales de artistas y público ya entonces. Hoy, el trap, el reguetón y demás tendencias urbanas conectan masivamente con las nuevas generaciones. Pero, ¿hasta qué punto ha quedado el rock de Ariel Rot en segundo plano? ¿Hay que darle la extremaunción, acaso? ¿Está condenado a morir?

El réquiem por el género es casi tan viejo como el mismísimo Elvis, pero el rock se ha mantenido siempre popular. En España, Miguel Ríos nos lo enseñó por primera vez en castellano y ahora el decano viene de celebrar sus primeros 80 años. En la era de Rosalía, Quevedo, Karol G y Bad Bunny, ¿existe en este país una buena cantera de artistas y bandas de rock, y un público que lo demande? Existe. Desde Fito & Fitipaldis hasta Bunbury, de Leiva a una de nuestras primeras rockeras, Luz Casal. Carlos Tarque inflama escenarios con su propio proyecto o su grupo de siempre, M Clan. Más recientemente han surgido fenómenos como Arde Bogotá, Morgan, Sexy Zebras o el personalísimo Ángel Stanich. El rock español tiene múltiples caras y es tan ecléctico como sus ejecutantes, de Robe Iniesta a Quique González, Bala o Santero y Los Muchachos. Todos tienen su público, que en algunos casos ha incorporado nuevas generaciones.

La música guitarrera se mantiene firme en salas y festivales y, al margen de modas y tendencias, las visitas a España de los grandes nombres internacionales (Bruce Springsteen, AC/DC, Metallica) siguen congregando a decenas o cientos de miles de fieles.

A continuación conectamos con cuatro evangelistas del rock surgidos en la escena española de los últimos años: bandas como Los Zigarros o La Perra Blanco y solistas como Nat Simons o Sarria son la consagración de este género eterno. Ellos y ellas son presente y futuro del rock and roll.

Cacería de vinilos con Ovidi y Álvaro

Los hermanos Ovidi y Álvaro Tormo llevan algo más de una década al frente de Los Zigarros. Embrujados por Elvis Presley y Little Richard, su fascinación siguió creciendo al escuchar a Jimi Hendrix, los Beatles, Nirvana, Smashing Pumpkins, Extremoduro, Los Rodríguez, Led Zeppelin o los Rolling Stones, a los que telonearon en el Estadio Olímpico de Barcelona en 2017. Inyectado el veneno, ya no había vuelta atrás: “Desde ese momento es una manera de vivir”, sentencia Ovidi, vocalista y guitarrista de la banda.

Los valencianos han editado Los Zigarros (2013), A todo que sí (2016), Apaga la radio (2019), el directo ¿Qué demonios hago yo aquí? (2020) y Acantilados (2023). Los primeros los produjo Carlos Raya y el último, Leiva. Componen canciones directas, plagadas de guitarras y afilados riffs, herederas del rock and roll clásico. Como cantan en los primeros versos de su reciente disco: “Aullando en el desierto / Son solo dos / Pero son fuertes como un batallón”. Y saben que no están solos: “Si vas a los locales de ensayo de cualquier ciudad lo tendrás difícil para encontrar uno libre, porque siempre están llenos de bandas. Cada cierto tiempo el rock deja de estar de moda, pero siempre está ahí”. El género sigue en boca y manos de las nuevas generaciones, absolutamente vivo. “La única parte que está un poco muerta en el rock and roll es la crudeza que una vez tuvo, pero eso tiene que ver con los tiempos en los que vivimos”, cree Ovidi.

Altos, rubios y delgados, como un cigarro pero con zeta, los Tormo son puro rock and roll porque para ellos es lo más natural del mundo: “No salimos en la radio nunca y vamos por nuestro camino. Esa es una de las grandezas del rock and roll, no depende de los grandes medios sino de la gente”. Y su público hace que puedan vivir de ello “muy dignamente”: no paran de rodar y a sus devotos se están uniendo puñados de veinteañeros en las primeras filas.

Nat Simons en la Gran Vía madrileña

En 2013, Nat Simons abandonó su trabajo para centrarse en la música y editar su debut, Home on high. Le siguieron el epé Trouble man (2015) y el disco de americana Lights (2018). Entonces se expresaba en inglés, el idioma de su educación musical, marcada por Neil Young, Cat Stevens, los Beatles, Pink Floyd, Stevie Wonder, Michael Jackson o Queen. Y se sentía profundamente identificada con el rock: “Es mucho más que un estilo de música, es un modo de vida y tiene mucho que ver con la carretera, ser inconformista, decir las cosas sin pelos en la lengua…”. En tendencias como el urban o el latin urban, Nat no encuentra lo que busca: “El rock hace que me deje llevar y sienta muchas cosas, y me hace conectar con el ahora. Creo que con los nuevos estilos eso se ha perdido. Es como si no hubiera adrenalina, no hay esa sensación de peligro o edgy en la música. Todo es mucho más amable y lineal”.

Fue en Felina (2021) cuando viró al castellano y muchos descubrieron su voz y su magnetismo. Su propuesta se ha consolidado en Felinas (2024), acompañada por figuras como Anni B Sweet, Nina de Juan, Vega, Cherie Currie (histórica cantante de The Runaways), Rufus T. Firefly y Aurora Beltrán. Con la vocalista de Tahúres Zurdos compartió una reflexión, tras salir del estudio: “¿Dónde estamos las mujeres? Se nos exige el doble o el triple que a nuestros compañeros. ¿Cuántas mujeres son cabeza de cartel de los festivales mainstream? Exceptuando Amaral, no se me ocurre nadie. ¿Y de festivales de rock?”.

Esa invisibilidad femenina, que ya sufrieron auténticas leyendas como Memphis Minnie o Wanda Jackson, sigue coleando aunque el rock femenino esté adquiriendo mucho poder. “No veo que La Perra Blanco esté en festivales fuera de su género, cuando llena cuatro veces más que grupos o artistas de otros estilos más populares”, advierte Nat. La propia Alba Blanco responde: “A veces me da la ligera sensación de que cuando se ve a una mujer libre en el escenario, haciendo un buen show, es como si se presenciase algún tipo de milagro o de prodigio de la naturaleza, cuando no es así”.

Alba Blanco, tan grande como su guitarra

“Me parece bastante más rara esa música que está de moda, en la que no hay instrumentos reales y las letras parecen dirigirse de un simio a otro simio. Me parece bastante distópico”, espeta Alba Blanco cuando le preguntamos si se siente una rara avis tocando rock en 2024. Lidera La Perra Blanco, un trío musical que comparte con el batería Jesús López y el contrabajista Guillermo González. Sus primeros pasos datan de 2016 y su debut, Bob & shake, salió en 2019. Después vinieron el epé La Perra Blanco (2021), Won’t you come on (2022) y el reciente Get it out (2024), donde Tarque canta con ellos la deliciosa “Came back home”.

No es que sea muy frecuente encontrar a un grupo de rockabilly liderado por una solista gaditana que aún no ha cumplido los treinta, pero “haberlos, haylos”, y su propuesta es francamente interesante. Los padres de Alba eran músicos, ella empezó a tocar la guitarra a los 14 y con 18 se quedó prendada del rock and roll de los cincuenta que inspiró a La Perra Blanco. “Lo positivo es que no seguimos modas ni estereotipos, tenemos nuestro propio camino, único y totalmente independiente”, afirma.

Desde los 22, Alba se dedica profesionalmente a esta música. Vive de sus conciertos y canciones: “Desde que comencé, por suerte, no he experimentado aún ningún mal momento económico, vivo tranquila y en paz con lo que hago”.

Al margen de las tendencias, hay circuitos que fluyen gracias a la calidad de sus artistas y a sus audiencias. “Aunque el rock no arrastre a millones de personas, como otros estilos respaldados por las grandes compañías, hay una resistencia grande y orgullosa”, defiende. Porque el rock es mucho más que pasado, es presente y futuro: “Creo que jamás podrá morir; la música es un negocio como cualquier otro y puede volver a estar de moda en cualquier momento. El rock and roll es una actitud y algo que moldea tu vida, no creo que se pueda ignorar un sentimiento como ese”.

Nacho Sarria, desafiando al mainstream

“La sencillez y la contundencia del rock lo hacen el vehículo perfecto para decir lo que quieres con fuerza”, sostiene Nacho Sarria, músico que se fogueó con Los Labios antes de debutar con un disco homónimo, editado por Esmerarte en 2021, al que ha seguido El mundo es cruel (pero creo en él) (2024). Lo describe como música honesta y libre, como esa con la que conectó en su tierna infancia. Lo primero que hacía al salir del colegio era correr a su casa para ver, por enésima vez, el DVD del festival de Woodstock. En su habitación colgaban posters de Led Zeppelin, Pink Floyd, The Doors o Kiss.

“El rock no ha dejado de evolucionar y reinventarse desde que lo mataron en el 69”, afirma. “Creo que [esa teoría de la muerte del rock] es responsabilidad de la crítica y de un sector del público demasiado conservador que no permite que las cosas tomen nuevas direcciones. Seguro que se te ocurren un puñado de géneros musicales mucho menos presentes en la cultura popular y nadie los da por muertos”.

Vivimos es un gran momento para hacer rock, según Nacho Sarria, “porque ha pasado tiempo suficiente como para que las nuevas generaciones podamos recuperar elementos del pasado y suenen novedosos e interesantes, mientras la mayoría del mainstream se rige por los mismos criterios industriales”.

En la era de los efectos especiales, la música orgánica es más necesaria que nunca. Él aún no vive solamente de sus canciones; también toca versiones en hoteles y restaurantes de la costa, pero sigue “tratando de conseguir que ocurra”. Sabe que no necesita esperar, cual Cenicienta, a que el príncipe azul (la discográfica de turno) llame a su puerta: “Mi generación ha aprendido cómo funciona la industria a base de saltársela”.

Ninguno es inmune a otras músicas, aunque cada cual tiene sus preferencias. Ovidi Tormo confiesa que le irritan el urban y el trap. A Nat Simons le gustan la música de raíces y la anglosajona, la americana más outlaw y el neo folk, pero también el pop con buenas melodías y bien producido, el funk o la música disco. A La Perra Blanco le encantan el jazz y la música clásica, el romanticismo y el impresionismo francés. Y Nacho Sarria escucha desde Prince hasta Burt Bacharach.

Según el vocalista de Los Zigarros, el principal escollo “es la ignorancia de los que gestionan el país, que no saben ni quieren estimular y hacer pensar a la gente con arte variado y maravilloso”. Que se esté perdiendo la cultura de salas, como dice Nat, mermará las carreras de bandas jóvenes que no tendrán dónde foguearse para llenar La Riviera o el WiZink en Madrid. Tampoco ayuda la precariedad de la profesión, ni la situación fiscal, como apunta Sarria. Y, a juicio de Alba Blanco, en el gremio “faltan actitud, originalidad y trabajo”. Pero ella está convencida de que un producto, cuando es bueno y se hace de la forma adecuada, “siempre va a funcionar”.

Garitos, salas, palacios, estadios. El rock and roll español se adapta a múltiples espacios, demostrando su poderío y su vigencia. Nadie acabará con un género cuyo rey, medio siglo después de palmarla, sigue estando vivo. La chispa de Elvis sigue prendida en sus hijos y nietos, generación tras generación. Lo decía Ariel Rot en aquella vieja canción: “Voy a encender una vela / Por si aún queda una esperanza”. Y ahí están las nuevas voces, sacudiéndonos y recordándonos que la llama del rock and roll sigue viva. Muy viva.