EN EL FOCO
MAR AGUILÓ
La bailarina y coreógrafa mallorquina regresa tras el verano con ‘Swans’, un vuelo libre a seis alas
POR OMAR KHAN
Para lo bueno y para lo malo, la hoy creadora mallorquina Mar Aguiló ha vivido su experiencia de bailarina en un único lugar: la Compañía Nacional de Danza (CND). Quince años estuvo bailando en el relevante ente público. Claro que lo vivió como si fuesen muchas compañías. Sobrevivió al largo período bajo dirección de Nacho Duato, se mantuvo cuando estuvo al frente José Carlos Martínez, hoy director del Ballet de la Ópera de París, y estuvo en los inicios de la gestión de Joaquín de Luz, ahora director saliente. Formada en clásico, su salida de la CND, paradójicamente, tuvo que ver con que la línea de la compañía giraba hacia un perfil más académico y no se la veía suficientemente clásica.
También es cierto que, hacia esta etapa final, su interés por la coreografía ya estaba plenamente encaminado. De hecho, tuvo la oportunidad de firmar algún trabajo para la CND. Pero, ya fuera de la agrupación, su inquietud creativa la llevó a coreografiar obras en las que, de alguna manera, analizaba su vieja situación dentro de la compañía y la nueva fuera. Pensar sobre lo que significa ser bailarina, abordar este asunto poco frecuentado de la identidad en danza, reflexionar sobre quién es ahora, se convirtió en el eje temático de sus nuevas propuestas.
Los tres cisnes de Aguiló
Ensayo de la personalísima obra Swan
En 2021 estrenó Stella, una obra colectiva sobre la vida nocturna que en el fondo era una sublimación de El lago de los cisnes. Luego, en 2023, se centró en Swan, un solo para el que convocó el talento de Clemence Gross, una bailarina estrictamente académica, tan académica que es bailarina activa del Ballet de la Ópera de París, pero aquí colocada en un contexto diferente, en una nueva situación muy distinta al de un ballet. Y ahora, este otoño, estrena Swans, que se verá en Teatros del Canal, de Madrid, y en su ciudad, Palma de Mallorca.
Para su nueva pieza ha buscado tres bailarines que, como ella, estuvieran viviendo una situación excepcional en relación con las grandes formaciones. Sus tres cisnes, Ariane Servagent, Chantel Foo y Samba Injai, no se parecen en nada, pero coinciden en la decepción y el desapego, en la pérdida de la ilusión por lo que una vez amaron, y en el hecho de haberlo abandonado para abrirse su propio camino. Servagent se formó en la Ópera de París y, cuando abandonó el clásico, se rapó el pelo como una declaración de principios y se fue a Lyon a trabajar en un colectivo de danza experimental urbana. Foo, bailarina de Singapur que viene de la danza tradicional china, sentía que no encajaba en ese folclor y tradición, y se largó a Londres a buscar nuevas experiencias como cantante y artista en un entorno más cercano a la performance. Mientras que el guineano Injai emigró de su país y vivió experiencias en el Conservatorio de Lisboa y en algunas compañías profesionales de gran formato.
Hablamos con Mar Aguiló, otrora punta de lanza de la CND, sobre su relación con los cisnes y la danza, entendida esta como una manera de sublimar las emociones a través de la creación.
Mar Aguiló, la sublimación de la danza clásica hacia lo volátil
¿Se parecen en algo Swan y Swans?
Nada que ver. En Swan la idea era tener a una bailarina que trabaja en una gran compañía, como es el Ballet de la Ópera de París, haciendo una reflexión sobre lo que significa ser una intérprete de danza clásica. En Swans, en cambio, lo que he buscado es trabajar con bailarines en su momento clásicos que, tras vivir la experiencia de las grandes compañías, lo dejaron para irse a buscar sus propios caminos. Así que he conseguido a estos tres intérpretes, muy distintos entre sí, que en algún momento decidieron salirse de la cultura de las grandes compañías, romper con unas formas, una tradición, unas temáticas y un pensamiento, pero que tienen ese vocabulario asimilado en su cuerpo y no pueden desprenderse. Y adonde quiero llegar es a que se trata de una situación que no hay que verla como un conflicto. Es lo que me ha pasado a mí. No puedo dejar de ser una bailarina clásica, eso está en mi cuerpo, es lo que soy. Otra cosa es lo que piense.
¿Cuál sería, entonces, el planteamiento de tu nueva creación?
En concreto, Swans va de cómo volver a enamorarnos de lo que somos y cómo aprovechar las herramientas de lo que hemos sido, ubicándolas en otro lugar. Pero no he querido obsesionarme y situarme solamente en la danza clásica, sino abrirme a otros horizontes y nuevas experiencias que me puedan enriquecer como coreógrafa. Por eso me gusta tener una bailarina que viene de la danza tradicional china. No fue del todo intencional, pero llegué a estos bailarines con experiencias muy distintas y contrastadas, que vienen de ámbitos incluso muy diferentes a los del ballet.
“Durante el proceso de Swan conecté con la niña que fui, la que se había enamorado del ballet, volví a sentir aquellas emociones auténticas”
¿Te sientes muy alejada de las experiencias y vivencias de tres bailarines?
Son generaciones jóvenes muy distintas a la mía, nosotros éramos resilientes y aguantábamos todo. A Samba, el bailarín guineano, lo encontré al límite, estaba a punto de dejar la danza y yo me reconocí en esa angustia, en esa sensación de que esto no es lo mío, que no estoy hecho para bailar. Porque es fácil que, por circunstancias muy diversas, los bailarines nos perdamos. Lo que quiero resaltar es que lo importante no es la técnica, sino que logres conectar con aquello que decidas que va a ser tu danza, que seas tú y no la perfección de unos fouettés. Si tienes claro quién eres como bailarín, vas a vivir más relajado. Claro que esto implica que los voy a llevar de vuelta a un lugar que les hizo daño, pero la idea es reconvertirlo y volver a amarlo. Yo misma, durante el proceso de Swan, conecté con la niña que fui, la que se había enamorado del ballet, volví a sentir aquellas emociones auténticas que se diluyen y desaparecen cuando llevas mucho tiempo trabajando en la maquinaria de una gran compañía.
La danza, el agua y la penumbra
¿Y cómo has pensado el espacio escénico, la música, lo externo?
Estoy trabajando en ello. Me gustaría que se respirase el mundo decadente del ballet, jugar a esa iluminación de los estudios antiguos. También estoy pensando en agua, en la presencia física del lago, lo que significa El lago de los cisnes para cada uno de los intérpretes. En la música, seguiré trabajado con Aire, es el compositor que ya estuvo conmigo en Stella y Swan, pero intervendrá también Miguel Álvarez Fernández, un musicólogo que me hizo la dramaturgia en el solo. No quiero que me hagan una pieza de música para bailar, sino experimentar también en los significados de la composición, moverme por los límites de la performance.
“Hay una sensibilidad en Mallorca hacia las vanguardias. Es una ciudad llena de escenografías para la danza y cada vez más cosmopolita”
Ha concluido tu primera edición como directora del Festival Palma Dansa en tu ciudad. ¿Cómo perfilas el futuro de este evento?
Debería ser un festival que se asemeje y se pueda comparar con otros de Europa y, al mismo tiempo, trabajarlo desde la isla, no ignorar Palma de Mallorca. Habría que traer artistas de fuera que no solamente se presenten aquí, sino que se generen colaboraciones e intercambios, porque hay muchas compañías locales que me comentaban las pocas posibilidades que tienen de mostrar fuera lo que hacen. Somos una isla y eso dificulta la movilidad. Por otro lado, hay que generar un público para la danza, que la gente tenga opción de aproximarse a lo que se hace, al tipo de danza que hay fuera, y no que solamente sea una compañía rusa que les lleve un Cascanueces por Navidad.
¿Y cómo sería esa conexión del festival con la isla?
Hay una sensibilidad en Mallorca hacia las vanguardias. Las artes plásticas han tenido un desarrollo y han sido muy apoyadas, en parte gracias a que Miró o Miquel Barceló son artistas locales de proyección internacional. Pero falta voluntad, porque si se fomenta tanto este interés por la plástica, llegaríamos a otra realidad, en la que la conexión entre la danza y la plástica ya es de lo más común. Eso habría que cultivarlo. Y, por otro lado, hay que aprovechar el entorno. Es una ciudad llena de escenografías para la danza y cada vez es más cosmopolita. Si atendemos al sector turístico y le hacemos comprender que también podemos ser un destino cultural, es mucho lo que habremos ganado para la isla.
El ballet más allá del ballet
Swan: cisnes bajo la lluvia
Cuando, en 2005, le encargaron montar una pieza para el Ballet de la Ópera de París, el creador francés Jérôme Bel rechazó la oportunidad. En lugar de eso, se decantó por otorgar un solo a Veronique Doisneau, una bailarina que llegaba a los 42 años, por lo que debía abandonar la compañía, y que siempre había sido cuerpo de baile, nunca había ascendido. Aparte del cuestionamiento al sistema de jerarquías de estas instituciones, había la intención verdadera de Bel por resaltar la humanidad y dar luz a una bailarina que llevaba años allí y siempre había sido invisible.
Mar Aguiló en los Teatros del Canal
El ballet ha sido reacio a renunciar a sus viejas prácticas, pero al mismo tiempo ha ido abriéndose al dar acceso a coreógrafos que le traen dinamita para volar sus cimientos. Cuando William Forsythe fue nombrado director del Frankfurt Ballet, en 1984, tomó no solamente la decisión drástica de igualar al equipo de bailarines, lo que hizo que las estrellas huyeran ofendidas al eliminar las categorías, sino crear todo un repertorio sustentado en la técnica clásica pero colocado al servicio de ideas abstractas, innovadoras y rompedoras. Su éxito descomunal cambió la configuración de las compañías de ballet de repertorio y hoy ya no queda prácticamente ninguna que no sea mixta, todas alternan la nueva creación con los títulos del academicismo. No obstante, el Ballet de Frankfurt desapareció veinte años más tarde, en parte, porque sectores influyentes de la ciudad alemana clamaban por una compañía de ballet tradicional.
Así es que siguen quedando tareas pendientes en el mundo del ballet. Mar Aguiló, en su nueva creación Swans y en trabajos anteriores, ha venido ofreciendo su propia reflexión sobre la deserción y las oportunidades que aún le quedan a un bailarín cuando se libera de estas maquinarias que son las grandes compañías. Y no deja de ser curioso que la danza contemporánea haya estado siempre allí, dispuesta a abrirles la puerta a quienes vienen perdidos por la carretera tras abandonar las grandes agrupaciones.
Firma invitada
Omar Khan es periodista y crítico de danza español nacido en Caracas, graduado en la Universidad Central de Venezuela y Máster en Periodismo en la Universidad Autónoma de Madrid. Especializado en danza desde hace más de veinte años, ha trabajado para la revista Por la danza, de la Asociación de Profesionales de la Danza de Madrid, y ha sido colaborador habitual del diario El País y otras publicaciones. Es fundador y director de susyQ, revista de danza, con diecisiete años de permanencia en el mercado español. También ha sido profesor en el Grado en Ciencias de la Danza de la Universidad Europea de Madrid y en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila, de Madrid.
En CULTURA REVISTA SGAE nº9 firmó el estupendo reportaje de portada Danza en otoño y en CULTURA REVISTA SGAE Nº11 entrevistó a María José Mora, directora de Dansa València
Fotografías
Lourdes Cabrera (apertura)
Pablo Lorente (ensayo Swan)
Hugo de la Rosa (retrato en sombra)
Alba Yruela (Swan)
Enlaces
Mar Aguiló
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